¿Se rompió un pacto entre el PRI y el PAN?
Desde las elecciones de 2006 vimos un contubernio entre el PRI y el PAN, claramente descrito en el libro “El amasiato”, de Álvaro Delgado, donde se consigna el apoyo otorgado por Enrique Peña Nieto y algunos gobernadores priistas a la candidatura de Felipe Calderón.
En el mismo libro se recuerda la manera en que Calderón pagó el servicio a Peña Nieto en 2012, sacrificando la candidatura presidencial de Josefina Vázquez Mota, para facilitarle las cosas al político mexiquense.
Ya durante el gobierno de Peña Nieto, el PAN fue el aliado fiel que aprobó la mayoría de sus iniciativas, contempladas en el llamado “Pacto por México”.
En vísperas del proceso electoral de 2017, donde se disputarían las gubernaturas del Estado de México, Coahuila y Nayarit, concretamente en enero de ese año, se reveló una entrevista entre Ricardo Anaya y Peña Nieto, donde acordaron algunos aspectos de la contienda por venir, que incluía llevársela tranquilos entre ellos y que la candidata panista centrara sus ataques en Delfina Gómez, la candidata de Morena.
Todo indica que algunos de los términos de aquel arreglo entre Peña Nieto y Anaya se quebrantaron, pues a mediados de la campaña, desde el gobierno se filtraron informaciones sobre investigaciones a la familia de la candidata Vázquez Mota, acusada de lavado de dinero, quien habiendo iniciado su campaña con una relativa ventaja fue descendiendo hasta quedar en el cuarto lugar de los contendientes. La sorpresa mayor para ellos fue que Delfina Gómez creció a pesar de los ataques y poco faltó para que ganara la elección.
Es probable que esta situación fuera el inicio del quiebre de relaciones entre Anaya y Peña Nieto. No obstante, el PAN se hizo de la vista gorda en torno al cochinero ocurrido en el Estado de México, quizá esperanzado en que se le reconociera el triunfo en Coahuila.
Fue vano su intento, pues el PRI, haciendo uso de todos sus recursos y validado por los tribunales, se levantó de la mesa con el triunfo en Coahuila.
El 4 de septiembre de 2017 se dio a conocer la formación del Frente Ciudadano por México, integrado por el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, con miras a una candidatura común que enfrentara al PRI y a Morena.
El 8 de diciembre de 2017 se registraron ante el INE como coalición electoral denominada Por México al Frente. Acto seguido, Ricardo Anaya y Alejandra Barrales renunciaron a la presidencia de sus partidos, para buscar el primero la Presidencia de la República y la segunda, el gobierno de la Ciudad de México.
Ya como frente, las fracciones parlamentarias de los partidos coaligados enfrentaron al PRI en el Congreso, impidiendo el nombramiento del procurador Raúl Cervantes como fiscal.
No sé si todo eso sea la causa de que Peña Nieto considere a Anaya un traidor y exprese que no le merece la menor confianza. Esta postura de Peña Nieto salió a relucir recientemente, cuando un grupo de poderosos empresarios le pedía que retirara la candidatura de Meade y que el PRI y el PAN se unieran para enfrentar juntos a López Obrador.
Peña Nieto declaró en esa ocasión que con Anaya ni a la esquina, pues era un traidor, y que se seguiría apoyando a Meade en la contienda hasta el final.
Esta división entre el PRI y el PAN terminó favoreciendo la candidatura de AMLO, que llegó al final de la contienda encabezando las preferencias según la mayoría de las encuestas.
Ya durante el gobierno de Peña Nieto, el PAN fue el aliado fiel que aprobó la mayoría de sus iniciativas, contempladas en el llamado “Pacto por México”.