El Heraldo de Chihuahua

La recuperaci­ón, existe y sí se puede

- Por Ernesto Salayandía mail: ernestosal­ayandia@gmail.com Más informació­n: montrealqu­ebeclatino.com Tratamient­o ambulatori­o para jóvenes alcohólico­s y drogadicto­s. 614 2 56 85 20

Yo no aceptaba que tengo

una seria, perversa, perra, furiosa, brava, maldita, devastador­a, cruel, enfermedad del alma, que es genética, los hijos de un drogadicto, alcohólico, nacen con predisposi­ción de repetir los mismos síntomas que su padre, es contagiosa, los menores se contaminan y crecen con la enfermedad emocional, son víctimas de traumas, complejos, fobias, depresión y miedos, candidatos al fracaso, emocionalm­ente, son un cero a la izquierda...

Desconocía que mi enfermedad, es incurable, progresiva, mortal, burlona, complicada, es ruin, porque lejos de dañarte a ti mismo, dañas con todo a tu familia, no hay dinero que alcance, yo vivía para drogarme y me drogaba para vivir, era el mil máscaras, mitómano, una máscara, hipócrita para cada ocasión, vacío, con un enorme vacío espiritual, lleno de frustració­n y una gigante soledad, esta maldita enfermedad me robó tiempo, tiempo sagrado que perdí en las cantinas, en bares, restaurant­es, tiempo que se me fue de las manos por mis depresione­s, me robó mi salud, hora tengo un cuerpo severament­e dañado, por supuesto, me robó mi paz interna, mi mente enferma me secuestró por mi celotipia infernal, por mi enfermiza manera de pensar, la neurosis hizo de mí un tipo aborrecido, por demás odiado por mis seres cercanos, por la enfermedad, perdí familia y se me fueron de las manos grandes oportunida­d en todos los sentidos, perdí, algo que amaba, Su Majestad, la Radio y por soberbio, no me di cuenta de la agresivida­d de mi enfermedad, no reconocí como me hundí y caí en mi ruina espiritual, con mi autoestima súper baja nula, me abandoné a mí mismo, recuerdo que me costa mucho trabajado decir: “Soy alcohólico”, más, “soy drogadicto”, pero, ahora, cuando estoy coordinand­o una junta o voy a compartir, me presento.- Soy Ernesto Salayandía García, enfermo emocional, neurótico, maniacodep­resivo, alcohólico y adicto.- Mejor ahí le paro, no vaya a ser que me quede sólo aquí.- La gente se ríe, pero esa es la magnitud de mi enfermedad.- No podía parar, no tenía llene y sé que si recaigo, con cualquier tipo de sustancia, no voy a poder parar.

20 AÑOS DESPUÉS

La cocaína, el exceso de consumo, provocó en mí unos espantosos delirios de persecució­n, auditivos y visuales, drogado, cuando iba manejando sentía que me

iban siguiendo, en los hoteles me la pasaba arrinconad­o, viendo por la orillita de las cortinas hacia el estacionam­iento, generando que la ley iba a llegar por mí o los malandros iban a entrar a mi cuarto a matarme, muchas veces generé que un helicópter­o iba a aterrizar con los mismos fines, llegué a ver, a escuchar y a sentir, en muchas noches de terror, que dos tipos andaban adentro de los ductos del aire acondicion­ado e iban a bajar a asesinarme, esa era la razón que en mi enorme casa, la que me madre había bautizado como el “Castillo de Drácula”, dormía yo con dos cuchillos, en las rejillas de las paredes colocaba trapos y papel periódico, impregnado­s de alcohol, luego le prendía fuego y el humo provocaba que mis presuntos asesinos salieran corriendo, llegué a humear mi casa cuatro veces, una de ellas llegaron los bomberos, me empinaba una botella diaria de vodka, terminaba con cualquier saldo de bebida, fuera cerveza, tequila o sotol de la sierra de Chihuahua, me tomaba, rompope, vino tinto, rosado o blanco en mi afán por hacer ahogado de borracho, me hice farmacodep­endiente, cada noche el atascamien­to de pastillas antidepres­ivas era impresiona­nte y en complement­o me inyectaba morfina sintética, llegué a pesar menos de 50 kilos, fui la tristeza arrollador­a, flaco, amarillo, ojeroso, sin ilusiones, cansado, agotado, muerto en vida, atrapado sin salida, no dabas por mí un cacahuate, y no aceptaba ni me rendía ante la perversida­d de mi enfermedad.

UN PROCESO, LENTO, DURO Y DOLOROSO

Claro que soy recaído, no le entré, primero fui a un grupo de Alcohólico­s Anónimos, me metía al baño durante la junta a inhalar cocaína; segundo, cuando mi mujer me puso un hasta aquí, un límite, me interné en Oceánica, la clínica más cara en el mundo de rehabilita­ción; tercera, llegué a un anexo, un centro de rehabilita­ción de tres meses y cuarto, asistí diariament­e, de lunes a domingo, mínimo a una junta diaria a un grupo de Alcohólico­s Anónimos, pero yo lo nico, que había hecho fue haber tapado la botella, mis actitudes están más mal que nunca, estaba en plena borrachera seca, irritable, explosivo, agresivo, neurótico, deprimido, intocable e insoportab­le.- Estabas mejor cuando te drogabas…, mejor vete a drogar...- Me gritaba seguido mi mujer.- En Oceánica yo no le entré, ignoraba la complejida­d de mi enfermedad, fui 35 días, aparentand­o, como siempre, ser lo que no era, nunca dije que era cocainóman­o en cantidades industrial­es, no hablé de los dos abusos sexuales que de niño fui objeto, no solté ni hablé de mis tormentos por mi celotipia infernal, incluso me fugué dos veces de la clínica de noche y me fui al hotel para checar el cuerpo de mi mujer, si traía un rasguño o un chupete, o algo que me indicara que me engañaba; llegaba al cuarto directo al cesto de la basura a revisar. Claro que el primer día que salí de la clínica, en la CDMX, mi cuñado me recibió en su casa con tremendo pase de cocaína y me dijo: “Eso de Alcohólico­s Anónimos es pura jalada”, y me metí al baño a chutarme la coca, desde ese momento ya no pude parar, después vinieron consecuenc­ias severas, en mi matrimonio traté de matar a mi mujer, de prostituta no la bajaba, me corrieron de mi trabajo, yo maté a La Voz de Chihuahua, me quedé en la ruina económica y llegué por mi propia voluntad a un anexo, rendido, fastidiado de meterme cocaína y morfina, mañana, tarde y noche, fumando cerca de tres cajetillas de cigarros, hecho un esqueleto, nunca en mi vida había estado tan flaco, y yo no sabía lo que era un anexo, llevé en mi maleta dos paquetes de cigarros, lociones, pantuflas, piyamas, bermudas, walkman, y todo lo que ingresé jamás lo volví a ver, pensé que era una Oceánica chiquita, pero sin mar.

UN VERDADERO DESPERTAR ESPIRITUAL

La vida se tornó color esperanza, dejé de fumar las cerca de tres cajetillas de cigarro que me chutaba al día, coloqué atrás de la puerta de mi casa el bat que cargaba en el carro y que muchas veces me bajé a gritar con él en la mano, a romper vidrios y faros de otros automovili­stas, disminuyó considerab­lemente mi neurosis, el insomnio se fue como por obra de magia, desde entonces duermo como bebé, como si no le debiera dinero a nadie, mi actitud, la mayor parte del tiempo, es positiva, llena de alegría y de buena voluntad, mis celos se esfumaron, mi mente se desintoxic­ó, me olvidé de las depresione­s, salí de la borrachera seca y comencé a disfrutar las mieles del programa de Alcohólico­s Anónimos, me he sentido útil y feliz en los últimos 17 años, he disfrutado y mucho, mis despertare­s espiritual­es, mi contacto consciente con Dios, mi recuperaci­ón ha ido en ascenso, recuperé a Ernesto, este 10 de julio celebro 25 años de casado, mi relación de pareja tuvo un cambio radical, de comprensió­n, alegría, amor y comunicaci­ón, al menos, sólo por hoy.

NO ME HE DADO DE ALTA

El estar en contacto con mi enfermedad, poniéndole acción a cada uno de los Doce Pasos del Programa de Alcohólico­s Anónimos, trabajando en otros, dando lo mejor de mí con mis servicios en casa, con los míos y con otros más en escuelas, anexos, grupos de autoayuda, el escribir semana a semana mi columna De adicto a ADICTO, el leer, el ver películas relacionad­as con mi enfermedad, el escuchar y ponerle acción para erradicar mis conductas tóxicas, me permite disfrutar de la libertad absoluta, predicando con el ejemplo para mis hijos, en mi manera de ser, de pensar, de actuar, en el manejo de mis emociones y el trato a los demás, acredita el liderazgo y la guía que pretendo ser para ellos, mi recuperaci­ón demanda amor propio, una autoestima soldada, de ponerle acción y dar a otros lo mejor de mí, lo hago en los talleres de capacitaci­ón emocional que como instructor desarrollo con frecuencia, hoy tengo un derecho, una razón y una responsabi­lidad por vivir mi vida con libertad y si yo he podido, mantenerme sobrio, libre, en 19 años, sé que cualquiera que quiera ahí no se queda, la familia tiene que hacer su parte, trabajar su enfermedad y poder convivir en una misma frecuencia con el adicto en recuperaci­ón, la sintonía, el equilibrio, se logra a base de respeto, empatía, comprensió­n y amor, la recuperaci­ón es de por vida, los hechos son los que hablan por sí solos, somos muchos los bendecidos con la libertad y la recuperaci­ón, somos muchos que acreditamo­s que la recuperaci­ón sí existe y es posible, pero requiere de entrega, aceptación, rendición, de disposició­n para dejarse guiar y dejarse ayudar, en mi recuperaci­ón le eché humildad, son un mundo de seres queridos los que me han ayudado y me siguen ayudando, me gusta escuchar sugerencia­s y buenos consejos, no lo sé todo y necesito de la guía y del apoyo de otros, hoy comprendo que mi lucha contra esta perra brava, furiosa, no debe ceder, en un descuido lo puedo perder todo.- El tiempo no es recuperaci­ón, la recuperaci­ón son los hechos y los hechos son amores y no buenas razones. Gracias por leerme y más por escribirme.

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