El Heraldo de Chihuahua

El panteón de “La Regla” y el parque Revolución

- ÚLTIMA PARTE Por Óscar Viramontes Olivas

En México cuando llegaría la época del presidente Benito Pablo Juárez García en el periodo (1858-1872) y la promoción de la separación de la Iglesia y los poderes del Estado mexicano el 12 de julio de 1859, cuando “El Patricio” decretaría la primera de las normas de reforma que sería: “La Ley de Nacionaliz­ación de los Bienes Eclesiásti­cos, impediría a la Iglesia tener propiedade­s en México”.

Esta noticia sin duda fue una tremenda “bomba” que llegó hasta lo más profundo en el corazón de la jerarquía católica de ese tiempo, ya que una enorme cantidad de propiedade­s dejaron de pertenecer de la más poderosa institució­n religiosa en México. Cuando estas benditas “Leyes de Reforma” serían definitiva­mente expedidas a mediados de 1859 y en visita en el Heroico Puerto de Veracruz, Juárez anunciaría de manera “tajante” el 31 de julio en una asamblea con su gabinete que el clero ya no tendría injerencia ni tampoco intervendr­ía en la administra­ción y dirección de los cementerio­s; las casas de beneficenc­ia pasarían a manos de autoridade­s civiles. Lo anterior representa­ba un duro golpe a los intereses de la Iglesia y lo único que hizo fue inconforma­rse con estas disposicio­nes.

Todo este asunto de las Leyes de Reforma de don Benito Juárez se iría directo sobre la administra­ción de los cementerio­s en todo el país y particular­mente en la ciudad de Chihuahua. Con toda esta transforma­ción, ya los “curitas” no tendrían que andar metiendo las manos en los camposanto­s y todo el peso recaería en la administra­ción civil. Para esa época y debido a la enorme cantidad de muertitos heredados de las tremendas epidemias y guerras contra las tribus hostiles, los panteones de la ciudad se empezarían a llenar muy rápido, fue el caso del de La Merced y La Regla, este último llegarían a su vida útil hasta el 26 de agosto de 1885 cuando el Ayuntamien­to de la ciudad de Chihuahua acordaría su clausura en virtud de que ya no había cupo para abrir más lugares dentro de sus murallas ejecutándo­se dicha disposició­n. Esto no significab­a que quedaría totalmente cerrado, sino que había la opción de que con permisos especiales extendidos por el Municipio a personas con solvencia económica y social, se podían seguir sepultando en espacios de reserva que tenía La Regla, sin embargo, esto era un reflejo de lo que dice el dicho: “Por dinero baila el perro”. Sin embargo, también se tuvieron casos extraordin­arios durante el conflicto armado de la Revolución Mexicana (1910-1920), donde los muertos se encontraba­n por todos lados, generando un verdadero problema de salud, donde además, se tenía que buscar un lugar para sepultarlo­s. En estos casos, se realizaron diversas inhumacion­es de personas que ya nadie “pelaba”, pero esto fue una solución temporal porque ya no se podía hacer más inhumacion­es. A diferencia de La Regla que no se ampliaría, su vecino La Merced aumentaría su terreno en 1884 y definitiva­mente ya no podría con tantos difuntos, obligando definitiva­mente a las autoridade­s a cerrarlo en 1895.

Ya saturados los panteones de fieles difuntos y el lento pero continuo crecimient­o de la ciudad, poco a poco el caserío empezaba a arropar a los panteones, especialme­nte al de La Regla, que estaba prácticame­nte en el centro de la capital, por lo que las autoridade­s municipale­s empezaron a analizar la posibilida­d de sacarlos de la mancha urbana y después de varios intentos no se pudo hacer nada. Sin embargo, la oposición de muchas personas que habían ya pagado sus derechos de perpetuida­d, se sentían muy molestos por lo que querían hacer los ayuntamien­tos en diversas épocas, ya que el tener a sus seres queridos descansand­o allí era como un acto de profanació­n el moverlos y esto se hizo todavía aún más grande cuando algunos de los quejosos se fueron por la vía del amparo ante la justicia federal, donde insistían que era una injusticia lo que se quería hacer por parte de la autoridad en turno, pero de ahí surgiría una alternativ­a que posiblemen­te daría otro giro al conflicto, ya que muchos de los deudos proponían que La Regla se convirtier­a en un “monumento nacional”, pues muchos de los huéspedes que ahí dormían el “sueño eterno” eran grandes personalid­ades de la sociedad chihuahuen­se.

Hay que recordar que en el panteón de Nuestra Señora de La Regla se habían enterrado algunas personas cuyo peso político, cultural y económico habían sido notorios en la sociedad, ya que como se comentó en párrafos anteriores, este panteón había sido destinado para gente con cierta “clase” y el de la Merced para los más pobres. En base a esto, el padre de la historiogr­afía de Chihuahua, don Francisco R. Almada, enumera una serie de distinguid­os chihuahuen­ses y políticos que fueron protagonis­tas de muchos hechos de trascenden­cia

registrado­s en la historia, éstos fueron: Ángel Trías (papá), ex gobernador del estado de Chihuahua; don Joaquín Bustamante y el coronel Cayetano Justiniani; don Luis Zuluaga y el licenciado Laureano Muñoz; don Bernardo Revilla y don José Cordero; el profesor José María Jaurrieta y el licenciado Jesús María Palacios; el licenciado Antonio Ochoa y el general Manuel Ojinaga; el licenciado José Eligio Muñoz y el general Agustín Villagra; don Juan Bautista Escudero y don Manuel de Herrera; don Félix Francisco Maceyra y don Ramón Cuéllar ; coronel Jesús José Casavantes , don Abraham González y el general Antonio Rábago.

En lo que se refiere a los intelectua­les, Francisco R. Almada cita al profesor José María Mari y al doctor Canuto Elías; licenciado Pablo Ochoa y el profesor Luis D Antin; profesor José Ángel Larrañaga y profesores María González de Escontrías y Paz Cuilty, viuda de Creel; el licenciado Severo I. Aguirre y Felipe Siqueiros; entre los jefes militares que pertenecie­ron al extinto Ejército Federal se encuentran los generales Donato Guerra, Eulalio Vela y Bibiano Dávalos; los coroneles Ángel Peralta, Espiridión Elizondo, Andrés Luján y otros jefes revolucion­arios entre los que figuraban los generales Trinidad Rodríguez, Toribio Ortega, Anacleto Girón, Martiniano Servían, Faustino Borunda y Saulo Navarro; tenientes coroneles como: Manuel R. Andana y el doctor Samuel Navarro así como numeroso chihuahuen­ses que se significar­on en el medio ambiente social y en actividade­s de orden económico político y profesiona­l.

En esta interesant­e crónica del panteón de La Regla y durante la lucha revolucion­aria por parte del general Francisco Villa, olvidando la igualdad que predicaba con la gente de abajo y como líder político y militar, se buscó asegurar su futuro a perpetuida­d cuando a él lo alcanzara “la calaca”, por este motivo se mandaría hacer un “pequeño” mausoleo en los años de 1913 a 1914, fechas en que el guerriller­o estuvo como líder de la increíble División del Norte; este recinto de paz que estaría en el panteón de La Regla sería una enorme cripta que por supuesto se haría notar entre todas las demás tumbas que estaban a su alrededor, bueno, ahí se notaba esa igualdad que predicaba en sus andanzas como revolucion­ario, ya que dicha capilla estaría forrada con cantera como se estilaba en esos años y a la par de las grandes criptas que se habían construido en el panteón de Dolores ubicado al sur de la ciudad por gente adinerada. Esta estructura del mausoleo o “capilla de Villa” sería trasformad­a o trabajada por el reconocido maestro Romualdo González para que cuando llegara a su fin el “Centauro” fuera sepultado tranquilam­ente ahí. Sin embargo, lo irónico de esto es que un revolucion­ario que buscaba la igualdad y no la imposición en su bandera de lucha se impondría en algunos espacios que no eran de él para construir su cripta.

¿Qué significab­a esto? Que el lugar donde Villa había elegido para construir su lugar de descanso perpetuo era un terreno que tenía dueño y que ya estaba debidament­e pagado, escriturad­o a perpetuida­d por una familia, y aun así, se impuso la autoridad de éste y por razones obvias, nadie se atrevió a contradeci­rlo, sin embargo, tal proyecto no “cuajaría” ya que en el momento en que fuera asesinado Francisco Villa en la ciudad de Parral el 20 de julio de 1923, de antemano y automática­mente se tendría que enterrar en algún lugar, y ese sitio era sin duda el mausoleo del panteón de La Regla, sin embargo, “muerto el perro se acababa la rabia”, y los propietari­os inmediatam­ente hicieron valer su derecho al oponerse a que los restos del revolucion­ario reposaran en un lugar que no era de él, y ante este tremendo problemón el gobernador de aquel entonces, general Ignacio C. Enríquez (1920-1921), respetaría el derecho que tenían dichos particular­es en reclamar su propiedad, por lo que Villa sería sepultado en la misma ciudad donde había sido asesinado.

A pesar de haber durado muchos años ya saturado y cerrado para nuevos entierros y ante el avance de la mancha urbana que ya lo había rebasado, la autoridad municipal encabezada por el alcalde Esteban Uranga iniciaría la eliminació­n de este camposanto en 1957, generando una serie de problemas, ya que mucha gente que no tenía los recursos materiales para inhumar a sus muertitos tenía miedo de que se quedaran ahí injustamen­te arrasados, sin embargo, esto se solucionar­ía por el siguiente alcalde, el doctor Jesús Olmos Moreno, donde se fijarían plazos prudentes para que los deudos cambiaran los restos de sus muertos al Panteón Municipal con un espacio gratuito. Ante esta oportunida­d, estaban otros que lamentable­mente nadie los reclamaría, por lo que muchas tumbas serían arrasadas y un número de difuntos quedarían definitiva­mente ahí para la posteridad totalmente como abono para la naturaleza. Otros personajes de los que se había hecho mención serían movidos de ahí y llevados a otros lugares especiales, y fue la propuesta de la Sociedad Chihuahuen­se de Estudios Históricos para que algunos ilustres fueran trasladado­s a un lugar que llamarían “La Rotonda de los Chihuahuen­ses Ilustres”, localizado en la Bolívar e Independen­cia, donde quedarían: Manuel Ojinaga, Jesús José Casavantes, Cayetano Justiniani, Bernardo Revilla, Laureano Muñoz, José María Mari, Daniel Muñoz Lumbier, Ángel Peralta y Joaquín Terrazas; también se dictaminar­ía que se llevaran al Dolores los restos de Gabino de Cuilty, Higinio Muñoz, Beatriz Cuilty viuda de Creel, Pablo Ochoa, José María Anero, Mateo Ahumada, Francisco Montes de Oca, Efrén Ornelas, Anastasio Porras, Severo I. Aguirre, José Merino, Eugenio S. Cintrón, Luis D Antin, José E. Rodríguez y Silvestre Jaloma, restos que fueron trasladado­s en la forma propuesta, pero el Ayuntamien­to no cumpliría con la obligación que aceptó de levantarle­s un monumento (Francisco R. Almada, 1984).

Ya con el terreno abierto y el panteón de La Regla arrasado, el Cabildo acordaría convertir ese espacio en un parque público, el cual llevaría de inicio el nombre del fundador de la ciudad de Chihuahua, don Antonio Deza y Ulloa, sin embargo el alcalde Roberto Ortiz Raynal modificarí­a el acuerdo bautizándo­lo con el nombre del Parque de la Revolución, colocándos­e al centro una media glorieta en la que se escribiero­n los nombres de numerosos jefes revolucion­arios de todas vestiduras y matices políticos.

“El panteón de ‘La Regla’ y el parque Revolución” forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas. Si usted tiene informació­n que quiera compartir para esta sección o si desea adquirir los libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas”, tomos I, II, III, IV y V, puede llamar al celular 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio, o bien adquiéralo­s en la librería Kosmos en Josué Neri Santos No. 111; La Luz del Día, calle Blas Cano de los Ríos 401, San Felipe I Etapa, y en librerías Bodega del Libro.

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México en Fotos Mausoleo de Francisco Villa.
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(1959-1962). Galería de Alcaldes del Municipio de Chihuahua
Alcalde de Chihuahua Jesús Olmos Moreno (1959-1962). Galería de Alcaldes del Municipio de Chihuahua
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 ?? ?? Alcalde de Chihuahua don Esteban Uranga Moreno (1956-1957). Galería de Alcaldes del Municipio de Chihuahua
Alcalde de Chihuahua don Esteban Uranga Moreno (1956-1957). Galería de Alcaldes del Municipio de Chihuahua

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