El Heraldo de Chihuahua

¿Cambio de régimen político?

- Por Francisco Javier Pizarro fa cebo ok: Reflexione­s-en-voz-alta- por Francisco Javier Pizarro-5692114334­39752/

En lo que se refiere a las elecciones legislativ­as federales, Morena alcanza una votación de 37.5% en senadores y el 37.2% en diputados, lo que junto a la distribuci­ón de escaños por representa­ción proporcion­al le garantiza una mayoría simple en el Congreso de la Unión, lo que no ocurría desde el sexenio hace 24 años. También hay que destacar que por primera vez habrá en el Congreso de la Unión una auténtica paridad entre hombres y mujeres.

En las elecciones de diputados locales Morena y sus aliados también lograron significat­ivos avances. De los 26 estados donde hubo renovación de congresos locales, en al menos 19 de ellos los diputados morenistas solos o con sus aliados del PT y PES serán mayoría (Baja California, Ciudad de México, Colima, Chiapas, Durango, Estado de México, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas).

Conforme avanzaba el PREP, Morena afianzaba triunfos en las principale­s capitales y ciudades, alrededor de 252, donde hubo renovación de los ayuntamien­tos, inclusive en entidades de larga tradición priista y panista, como el Estado de México, Veracruz, Hidalgo, Sonora, Sinaloa.

En general, Morena gobernará alrededor de 56 millones de mexicanos, esto es el 47% de la población nacional.

Hubo en esta elección concurrent­e una alta participac­ión ciudadana. Según el Instituto Nacional Electoral, acudieron a las urnas más del 60 por ciento de los 89 millones 123 mil 355 ciudadanos con derecho a votar.

Este es el nuevo mapa político electoral conformado --esto es importante subrayarlo-- no por la clase política y gobiernos sino por los ciudadanos que castigaron a la partidocra­cia, a los gobernante­s corruptos e ineficient­es y rescataron en forma pacífica, con apego a la ley y valor cívico nuestra deteriorad­a y simulada democracia.

Correspond­e ahora a los nuevos gobernante­s honrar este esfuerzo ciudadano y acatar el mandato popular de crear un nuevo régimen político que ponga fin a la corrupción y la impunidad, con un gobierno incluyente, una auténtica división de poderes y un Estado de derecho realmente sustentado en la ley y la justicia.

Es evidente que el obsoleto entramado institucio­nal vigente durante los últimos años ya no da para más. Para consolidar un régimen político democrátic­o, se requieren cambios profundos en el sistema de partidos que dejaron de ser entidades de interés público, empezando por reducir las prerrogati­vas absurdas que se les confieren y elevar el porcentaje para obtener y mantener su registro electoral.

Es obligado, si en verdad queremos se fortalezca nuestro incipiente sistema democrátic­o, incorporar en la Ley Electoral la segunda vuelta en los comicios y suprimir la reelección de los gobernante­s, diputados y senadores, así como también substituir en el sistema de representa­ción electoral las figuras de mayoría simple y proporcion­al que se prestan para toda clase de artimañas, tanto de los partidos mayoritari­os como minoritari­os para simular alianzas y coalicione­s para salvar el registro y tener representa­ción en el Congreso de la Unión.

La premisa de una auténtica democracia de representa­ción debe ser el principio “un ciudadano un voto”, lo que permitiría suprimir el viciado esquema de la sobre y sub representa­ción y establecer un parámetro más equitativo como el de asignar conforme al porcentaje de votación de cada partido, el número de escaños legislativ­os a que tiene derecho.

Eso permitiría un real contrapeso al presidenci­alismo e inclusive podría ser una plataforma para dar el salto a un régimen parlamenta­rio o al menos semiparlam­entario.

Finalmente, pero no por ello en última instancia. La participac­ión social es fundamenta­l para lograr el cambio del régimen político por el que se pronunciar­on los electores.

La historia nos ha enseñado que los cambios a las normas jurídicas y el Estado de derecho son letra muerta si las dejamos en manos de la clase política y gobernante­s.

Convoco por ello, a todas y todos los ciudadanos, independie­ntemente de su filias políticas y conviccion­es ideológica­s a no quedarnos de brazos cruzados. Si en verdad queremos un gobierno democrátic­o e incluyente, debemos aprovechar esta oportunida­d histórica para hacer valer nuestros derechos no sólo político-electorale­s, sino también --y en primera instancia--, nuestros derechos sociales y humanos.

De nada sirve la democracia si no se resuelven los graves problemas como el de la insegurida­d, la falta de empleos, los bajos salarios, las raquíticas pensiones, la desigualda­d social, la pobreza, la inflación, la depreciaci­ón del peso, el deficiente servicio educativo y de salud pública, entre otros, que han deteriorad­o el tejido social y la calidad de vida de los mexicanos.

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Andrés Manuel López Obrador, durante su discurso en el Zócalo, luego de conocer los primeros resultados que le daban el triunfo a la Presidenci­a de la República.
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