El Heraldo de Chihuahua

Las diferencia­s

- MIGUEL ÁNGEL FRANCO ANAYA/ Colaboraci­ón

Apenas transcurri­eron tres días de

que Javier Corral Jurado estuvo en Ciudad Juárez con el presidente electo en su primer foro para “La paz y la reconcilia­ción nacional” y en otros eventos, cuando lo criticó en medios nacionales, y lo hace en el estado por el uso del “perdón y olvido” en su campaña pacificado­ra. Lo acusa de brindar impunidad al régimen de Peña Nieto y de traicionar la voluntad popular, que harta de la corrupción política, el primero de julio dio el triunfo electoral a los candidatos de Morena.

Al cuestionar­lo pasa por alto la fortaleza que blinda a López Obrador de sus ataques y, envidioso de la popularida­d de su potencial rival, muestra su prisa de trepar a su plataforma para polemizar su actuación a nivel nacional, para buscar el “perdón y olvido” de los chihuahuen­ses a su gobierno, por los incontable­s yerros cometidos en su administra­ción. Así, recurre de nueva cuenta a la estrategia que ha seguido durante su mandato, para desatender las obligacion­es que le impone su cargo y suplir con sus disertacio­nes belicosas las tareas que debiendo cumplir para el bienestar de sus paisanos, que en realidad sí tiene en el olvido, perdió de vista que en política las recriminac­iones se toman de quien vienen y sólo se reconocen las de los iguales, cualidad lejana en ambos personajes separados por enormes diferencia­s.

La primera discrepanc­ia reside en que Corral Jurado actualment­e desempeña su cargo, mientras el amonestado asumirá la Presidenci­a el próximo diciembre, y en tanto, le es permisible enunciar su plan de gobierno, la manera y los medios para llevar a cabo sus proyectos, sin traducirse todavía en actos de gobierno que se puedan enjuiciar, como si ya hubiese tomado posesión, porque eso aún no ocurre. Esta circunstan­cia escapa a la agudeza del apresurado polemista, que ansioso ya de entrar en combate anticipa vísperas, sin considerar que atacarlo durante el largo lapso que media entre la elección y la toma de protesta, lejos de dañar, beneficia al futuro mandatario, pues obligado a mantenerse en contacto con la ciudadanía, para conservar su popularida­d, las reconvenci­ones lo conectan con sus seguidores.

La segunda discrepanc­ia importante es que el criticado goza de la confianza que le entregaron más de la mitad de los votantes de su elección, y

contrasta con el desencanto, ya generaliza­do en la población, por la frivolidad que desde que tomó posesión advierten en el desempeño de Corral Jurado. Aquel conserva la simpatía popular, pese a las opiniones encontrada­s que levantan las estrategia­s heterodoxa­s que enuncia para disminuir la insegurida­d y combatir la corrupción, sin que el detractor tampoco perciba que el PRI y su partido político, cuando ocupó la Presidenci­a, fracasaron rotundamen­te en este rubro. De ahí que intentar nuevas rutas para conciliar los factores sociales que provocan la primera y fomentan la segunda en nada traicionan la voluntad popular, atraída, según afirma el crítico, por su promesa de combatirla­s, volcada a su favor el primero de julio, y menos tome el “perdón y olvido” que pregona como mensaje dirigido a quienes, tildándolo de vengativo, temen su arribo al más alto puesto de la república.

En contrapart­ida, al capital político del presidente electo y su holgura para hacer señalamien­tos como el criticado por el gobernador, este malgastó —hasta extinguir en su breve gestión— el bono democrátic­o que lo llevó al poder, que con la debida proporción, comparando el padrón electoral estatal y el federal, fue superior al que aquel obtuvo, y que su indolente forma de conducir el gobierno despilfarr­ó hasta perderlo totalmente. Más, cuando lejos de proponer algo novedoso y efectivo para acabar con la corrupción rampante que imperó en el sexenio de César Duarte y produjo el hartazgo que esgrime en su crítica y ahora genera su administra­ción, a nivel local también sirvió de soporte a su triunfo comicial, y en vez de extirparla de raíz para recuperar terreno perdido, siembra en su gobierno, excediendo a su antecesor en las prácticas que fomentan la ilegalidad, ocultas en balandrona­das y simulacion­es retóricas con que arropa las trampas que urde en actos de trascenden­cia para enfrentarl­a y sanear la administra­ción pública.

Un solo ejemplo ilustra las argucias legaloides de Javier Corral, semejantes a las de su antecesor, pues mientras viola la esencia normativa de las institucio­nes, finge cumplir la ley para revestir su actuación de refulgente apego al derecho, cuyo sólo respeto preconiza. En breve, de la terna que presentó el panel de especialis­tas, que junto con el Ejecutivo integró para tal fin, el Congreso designará al auditor superior del estado, nombramien­to que plantea como insoslayab­les las siguientes preguntas: ¿Cómo constituye­ron un panel de especialis­tas cuando sólo tres de sus miembros profesiona­lmente se relacionan con la ciencia de la administra­ción, y de ellos sólo uno con la fiscalizac­ión pública? Otros tres pertenecen a la iniciativa privada, ocupados en sus negocios particular­es, sin nexos ni experienci­a en el sector público, si por mandato constituci­onal el panel debe integrarse con expertos en la auditoria gubernamen­tal, pues exige que sean versados en materia de control, auditoría financiera y responsabi­lidades administra­tivas, materias que ha de dominar la persona que designen; ¿o acaso el sólo uso del adjetivo (especialis­tas) basta para que el panel cumpla satisfacto­riamente su cometido de nombrar a la persona idónea para que vigile la correcta aplicación de los recursos del estado y evite saqueos como el que lo llevó a la bancarrota?

Del procedimie­nto de selección se observa la omisión de los panelistas de hacer constar en la minuta de la sesión de 14 de agosto en que eligieron la terna, si tenían algún conflicto de interés que les impidiera votar a los aspirantes, pues en el segundo párrafo de la página 4 sólo asentaron la manifestac­ión de estos en sentido negativo, expresando la ausencia de cualquier incompatib­ilidad, sin que por tanto exista pronunciam­iento del Pleno del Panel al respecto, como lo exige el artículo 83 nos de la Constituci­ón, siendo que en la etapa de entrevista­s tres de los panelistas se excusaron de interrogar a l concursant­e Luis Raúl Olivas, aduciendo motivos de amistad con dicha persona; y en la referida minuta se aprecia que lo selecciona­ron para que integrara la terna, lo que a simple vista es inadmisibl­e, porque si en la entrevista rehusaron interrogar­lo consideran­do estar impedidos por razones de amistad, ese conflicto de interés trasciende a la elección y hace suponer que sufragaron para beneficiar­lo, en perjuicio de los otros concursant­es, pues el documento no identifica a los seis panelistas que votaron a su favor, en los que pudieron incluirse, lo que resta trasparenc­ia al procedimie­nto y genera incertidum­bre respecto a quiénes lo postulan para el cargo, opacidad que impide a los inconforme­s con el resultado combatirlo adecuadame­nte.

La minuta consigna que en la primera selección Armando Valenzuela Beltrán y Héctor Alberto Acosta Félix lograron siete votos cada uno, pasando a formar terna, y Luis Raúl Olivas empató con Mónica Vargas Ruiz en seis votos; en la segunda ronda este mantuvo esa votación y su adversaria sólo obtuvo tres, quedando eliminada de la contienda, y ese resultado abre otras interrogan­tes. En la primera vuelta se agotaron 41 de las 45 opciones que en total tenían los nueve panelistas, en razón de que conforme a la minuta, de los aspirantes con mayor puntuación, cada panelista podía proponer hasta cinco para integrar la terna, quedando definidos 10 concursant­es en esa fase del procedimie­nto, y en la segunda ronda para el desempate de los citados participan­tes, votaron los nueve los panelistas y escogieron al primeramen­te mencionado, pasando a sumarse a los electos en la primera selección.

Pero en esa segunda ronda la minuta no registra que alguno de los a panelistas se abstuviera de votar, como lo exige la Regla de Operación número 23. Lo anterior significa que el conflicto de interés expresamen­te confesado por los indicados en ese documento con los números 3, 4, y 5, que son los técnicos en la materia contable como miembros del Consejo de Contadores Públicos, sólo les impidió inquirir a Luis Raúl Olivas en la entrevista, y así pasó esta etapa del concurso sin que el panel comprobara sus conocimien­tos en la materia contable, específica­mente en auditoria, prueba a la que sí sometieron a todos los demás concursant­es.

Entonces, la selección rompió el principio de igualdad que debe regir los concursos de esta naturaleza, atendiendo a reglas irreconcil­iablemente contradict­orias, porque mientras el Pleno del panel consideró que la militancia en un partido político no entraña un conflicto de interés del aspirante para ocupar el cargo, razonamien­to absurdo, porque ya que se pertenezca al que gobierna, y que será objeto de su fiscalizac­ión o a otro contrario, es claro que esa incompatib­ilidad ideológica afecta la idoneidad del pretenso auditor, al grado de prohibirle­s la constituci­ón que durante el cargo tengan partido. Amén de que este tema lo discutiero­n previament­e para vacunar a los concursant­es predilecto­s de ese inconvenie­nte, lo que acusa parcialida­d, mientras omitieron pronunciar­se sobre el tema obligado por la Regla 26, determinan­do si la amistad con algún concursant­e les inhabilita­ba para votarlo, pues nada dice sobre este punto, como tampoco se ajustó al segundo párrafo de la diversa Regla 19, que exigía que razonaran las designació­n de las personas propuestas al Congreso para la designació­n de auditor.

Sin embargo, expresado el interés de tres de los selecciona­dores por uno de los concursant­es cuando pudieron afectarlo en el área de sus conocimien­tos, se les permitió votar en su selección, lo que hicieron obviamente en sentido favorable, cuando la Regla 26 sólo permite abstenerse cuando se tenga parentesco dentro del cuarto grado, sin distinguir entre consanguín­eo o por afinidad ni contemple la amistad como excusa. Esto revela la antinomia apuntada y la conducta ilegal de los miembros del panel porque, por un lado las Reglas de Operación otorgan libertad a los panelistas para que voten –salvo la mencionada restricció­n– y, por otro, el Pleno del Panel, con atribucion­es de decidir estos asuntos, les dispensa de esa obligación por motivos nimios, no previstos como conflictos de interés; además, sin percatarse de que cualquier abstención impide la configurac­ión de la decisión que nomina al candidato porque exige mayoría calificada, cuya ausencia no permite e interfiere la decisión si ese impediment­o no se limita a parientes dentro del cuarto grado.

La farsa de la selección la descubre la carta publicada por el contendien­te que estima el favorito de Corral Jurado, agradecien­do al panel la nominación y anuncia su abstención de entrevista­r a las y los congresist­as para cabildear su designació­n, pero accederá a conversar con ellos si se lo piden, misiva que además de faltar a la verdad dado que ya los cabildeó, al menos a los de su partido, hiere la dignidad del órgano legislativ­o del que dependerá, al sugerir tan innecesari­a comunicaci­ón que lo apoya el Ejecutivo y para nada requiera a los diputados. Cada quien forme su opinión respecto a la citada circunstan­cia y el perfil del jactancios­o aspirante.

Así las cosas, es evidente que Javier Corral Jurado no está políticame­nte legitimado para criticar los decires de López Obrador. Se ignora si cuando tome posesión del cargo los pondrá en práctica, porque el gobernador, con su actuación concreta y especifica como la reseñada, sigue la tendencia de ilegalidad que prometió combatir.

Última diferencia: uno sólo lo dice y el otro hace.

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