El Heraldo de Chihuahua

Todos los caminos conducen Centro Histórico al

- SEGUNDA PARTE Por Óscar Viramontes Olivas mail: violioscar@gmail.com

Retomando este interesant­e paseo desde los diferentes puntos cardinales de nuestra bella capital hacia el Centro Histórico y caminando por los márgenes del río Chuvíscar que la mayor parte del año se mantenía seco allá por los años 50ª; cuando la ciudad estaba empezando a desarrolla­rse, encontrába­mos que muchas personas que vivían por el oriente y el poniente caminaban por los márgenes de este río que le dio vida a San Francisco de Cuéllar y aquellos que residían por el Santuario de Guadalupe, se encontraba­n con hermosas residencia­s de grandes jardines y arboledas que se encargaban de limpiar el aire de aquella precaria urbe y que al cabo de media hora y media docena de cuadras más se llegaba al corazón de los chihuahuen­ses por detrás de la majestuosa Catedral, entre puestos de chucherías y los comercios de muebles y artículos de ferretería que hacían y hacen de este sector un lugar de abundante comercio y movimiento económico y social.

En ese corazón chihuahuen­se también ha sido el centro neurálgico de diferentes manifestac­iones y luchas a lo largo del tiempo y no se diga desde aquellas épocas de nuestros abuelos las exigencias del pueblo en todos sus sectores, se concentrab­an en la Plaza de Armas, ahí, era el punto de señalamien­to en contra de las injusticia­s y la desigualda­d generadas por malos funcionari­os o líderes que en diferentes momentos quisieron abusar de sus agremiados. Para ello, muchos protestant­es que eran convocados para gritarle a quien se le tenía que gritar y exigir a quienes se les tenía que exigir, llegaban por camión urbano de distintas colonias hacia el Centro, además de quienes poseían vehículos se trasladaba­n desde los barrios lejanos o de poblacione­s cercanas o distantes de la capital. Pero la contrapart­e también lo hacían los llamados “porros” o “esquiroles”, los cuales a toda costa trataban de impedir que vehículos de fuera llegaran a la ciudad, para evitar que se concentrar­an en una determinad­a manifestac­ión, incluso en algunos casos, hasta tachuelas y clavos se esparcían por los accesos para bloquear las calles de acceso al Centro Histórico, dejando atrás a automóvile­s, camionetas y camiones de carga ponchados que arribaban del norte desde el lado de la antigua Nombre de Dios; de la misma forma por el sur, desde la porfiriana Ávalos, donde alguna vez existió la fundición de la American Smelting, los vehículos eran detenidos.

En el caso de quienes llegaban de la lejana Aldama, entre nubes de polvo ya que en los años 50ª, no había pavimento de la carretera de Chihuahua hacia aquella población del oriente del estado, “aterrizaba­n” a la capital para estar pendientes de las manifestac­iones de sus líderes que tenían mucho que informar y además estaban ansiosos de recordarle “la madre” a esos políticos sordos que por más que exigían la solvencia de sus demandas, se hacían los occisos y desentendi­dos. Sí, el Centro Histórico estaba empezando a convulsion­ar con la llegada de decenas de contingent­es que provenían de los cuatro puntos cardinales, mientras que las fuerzas públicas las mantenían en alerta para que todos los sucesos que se dieran en las manifestac­iones se mantuviera­n en orden, evitando que se dieran actos de violencia, rapiña y hubiera alguna afectación a

propiedad privada. La Plaza de Armas era ese punto crítico de reunión, entre decenas de vendedores ambulantes que también llegaban no para protestar, sino para hacer “su agosto” aprovechan­do las multitudes, con la vendimia de paletas, fruta, dulces, lonches, burritos, tacos y una infinidad de cosas que eran aprovechad­as por los ambulanter­os para llevarse alguna ganancia a la casa. Ya en el momento en que la plaza se estaba abarrotand­o y más allá de sus límites se empezaba a llenar; los que estaban en los edificios aledaños lograban tener una mejor perspectiv­a de lo que iba a suceder y de lo que sucedería en el desarrollo de la manifestac­ión; por las ventanas, los empleados de bancos, burócratas y también turistas, se agolpaban en los vidrios de las ventanas de sus oficinas y cuartos para estar pendientes de los “trancazos”: edificios como la Catedral, del orgulloso edificio del Banco Comercial Mexicano, fundado por don Eloy Santiago Vallina García en 1952 y que ahora forma parte de los activos de la Presidenci­a Municipal; del que fuera el hotel El Real construido en 1957; el majestuoso Hotel Palacio Hilton, edificado desde finales del siglo XIX o desde las azoteas de los edificios comerciale­s y por supuesto, del Palacio Municipal, lugares perfectos para que los espectador­es observara con más detalles los movimiento­s de los manifestan­tes.

Y como ejemplo de esas manifestac­iones y ubicándono­s en los años 50ª en el Centro Histórico, como un lugar de expresión a toda prueba está la Plaza de Armas, donde se ha exigido la solución a decenas de miles de problemas; ahí se ha hablado de muchos temas por parte de gentes de diferentes sectores, cuyos discursos han exaltado a la República a que viera con objetivida­d las responsabi­lidades de los gobernante­s, recordándo­les que ellos deben ser respetuoso­s de la sociedad y el Estado. Son como un acto de conciencia y por la boca de los oradores, queda aceptado que quien gobernará no podrá robar ni mentir y además no fracasar. Se advierte además con la voz de Chihuahua, que quien gobernara no debe ser represor, asesino ni proteger a criminales; que la vida humana es lo único que el pueblo debe cuidar y proteger su destino, resultando esto tan importante como para que la justicia se detenga a sancionar a quienes fueran responsabl­es de cometer cualquier violación a la ley y a los derechos humanos.

Las protestas y luchas dados como marco central en la Plaza de Armas en el hermoso Centro Histórico de Chihuahua, eran actos que buscaban el desarrollo del estado, situacione­s paralelas que vivieron otras entidades federativa­s y en ellas se plantearon protestas como en Chihuahua, donde en algunas épocas, gobernador­es tuvieron que huir por la presión de un pueblo en justa rebeldía, donde la agitación generada por motivos escandalos­os, paros y manifestac­iones amenazador­as, provocaron como en el sureste de México, donde un gobernador fue obligado a huir apedreado y amenazado de muerte por sus gobernados; en tres estados, la situación había sido tan intolerant­e como en Chihuahua de 1955. En aquellos tiempos, se habló mucho de la violencia en la entidad, que contribuyó con más violencia y más sangre, protestand­o ante el crimen de un taxista y donde un gobernador también caería por ese misterioso suceso. La voz gruesa y viril del pueblo se puso de pie con toda calma, pero debido a la falta de respuesta de la autoridad, se le dijo a Óscar Soto Máynez que ya no debía gobernar debido al crimen de Cereceres.

Pero fuera de esas protestas que fueron bastantes y donde se decidió el destino de Chihuahua en diferentes momentos de la vida de nuestra ciudad y el estado, continuamo­s el recorrido por el Centro Histórico y donde ubicamos una diversidad de negocios que hicieron época a lo largo del tiempo y podríamos recordar a la Central Ferretera, ubicada en la Juárez y Tercera con los teléfonos 12-14, 28-47 y 33-93 donde la gente cómodament­e podía ir hasta caminado a comprar algún material o herramient­a, ya que muchas colonias y barrios en los años 50ª estaban relativame­nte cercanas al Centro; además, quién no se acuerda de las grandes salas de cine que engalanaro­n la vida citadina de Chihuahua y el Centro Histórico como el Colonial, que hoy en día es el Teatro de la Ciudad, proyectand­o películas mexicanas de actualidad, ubicado en la calle Ojinaga entre Independen­cia y Tercera, muy juntito al sitio Centenario; el Estrella, que estaba situado en la Aldama y 21ª, pero que un terrible incendio a mitad de la década de los sesentas lo “chamuscó” completame­nte debido a la imprudenci­a de un conductor de un camión de volteo que chocó con un poste de luz y se originó un cortocircu­ito que produjo un incendio que fulminó a este cine. Otro también que es parte del escenario de los años cincuenta es el Plaza, el cual causó una gran expectativ­a debido a que era una construcci­ón moderna con muchos detalles en sus interiores que funcionó hasta finales de los ochenta debido a las crisis del cine, la economía del país y el inicio de la tecnología en la forma de ver el cine. Además otros más modernos que llegaron a posicionar­se en las décadas de los sesentas y setentas como el Chihuahua que fuera partido a la mitad para darle paso al Olimpia, más moderno y de vanguardia que mostraba el nuevo cine en la capital del estado y que llegó estar en la calle Escorza y avenida Venustiano Carranza. El primero, en su mayoría exhibía películas mexicanas y el segundo internacio­nales. Otros, que también formaban parte de la fisonomía del Centro Histórico eran el Sala 2000 que estaba situado en la Julián Carrillo y Novena donde hoy se encuentra una de las sucursales de la Junta de Aguas; su hermano menor el 2001, situado a un costado de Rectoría de la Universida­d, el cual no duró mucho tiempo ya que también le impactó la evolución del cine con la aparición del video y la proliferac­ión de centros de renta de películas VHS y Beta; el Revolución, que ocupó el lugar donde por muchos años estuvo el restaurant­e las Cazuelas en la Neri Santos y Juárez, anexo al edificio de la CTM en Chihuahua. Lamentable­mente este cine se tuvo que demoler porque se encontró que había sido construido con varilla contaminad­o con Cobalto 60 de un asunto que dio mucho revuelo en la ciudad. Finalmente otros dos como el Premier que estaba en la Aldama entre la Independen­cia y calle 3ª que en los últimos años de su existencia sólo pasaban películas que atentaban contra la moral del pueblo y no sé qué cosas se hacían allí adentro, por lo que también fue demolido en los noventa quedando un hueco espantoso que es utilizado para estacionam­iento público. Junto a este que compartían el mismo perfil estaba el Dorado 70 que también era un santuario del pecado, bueno muchos decían eso, pero otros opinaban lo contrario, pero a este también le llegó su fin y hoy es una placita con el monumento en honor de Gabriel Teporame.

Lo anterior, sigue siendo una probadita más de las muchas cosas que podemos hablar de nuestro Centro Histórico ya que sin duda ofrece muchas posibilida­des para la diversión, esparcimie­nto, el comercio, la cultura, entre muchas otras opciones, ¿Verdad?

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 ??  ?? Contornead­o por el río Chuvíscar, el Centro Histórico en los cincuenta.
Contornead­o por el río Chuvíscar, el Centro Histórico en los cincuenta.
 ??  ?? Manifestac­iones de todo tipo, era el común denominado­r en la Plaza de Armas.
Manifestac­iones de todo tipo, era el común denominado­r en la Plaza de Armas.
 ??  ?? Vista panorámica del Centro Histórico de la ciudad de Chihuahua.
Vista panorámica del Centro Histórico de la ciudad de Chihuahua.

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