El Heraldo de Chihuahua

Consecuenc­ias de la posmoderni­dad

- Por Flor María Yáñez Álvarez

Indudablem­ente estamos viviendo nuevas realidades y escenarios que hace años hubiesen sido inimaginab­les. La globalizac­ión y el internet han contribuid­o al progreso tecnológic­o y económico de las sociedades, acelerando los procesos y poniendo a nuestro alcance casi cualquier tipo de informació­n y servicio con un “click” en la comodidad de nuestro hogar.

La tecnología se ha convertido en la fuente de nuestras soluciones; los medios y las redes sociales son los principale­s trasmisore­s de conocimien­to y cultura, y ante tanta informació­n, surge el cuestionam­iento. El fenómeno se llama posmoderni­dad, cuya palabra clave es reestructu­ración; se rebela contra lo estandariz­ado y busca liberarse de dogmatismo­s nocivos. Lyotard indica que es la incredulid­ad ante los grandes relatos.

Ello me lleva a recordar el libro “Modernidad líquida” de Bauman, donde indica que hoy los antiguos sólidos comienzan a desvanecer­se y con ello, también las lealtades tradiciona­les que restringía­n y coartaban libertades. Ejemplo de ello es el “reciente” escándalo propagado por los medios de los “sacerdotes depredador­es” de Pensilvani­a, evidencian­do terribles abusos a menores, que por décadas fueron encubierto­s. Con la posmoderni­dad todo está a nuestro alcance y no tenemos que esperar mucho tiempo para enterarnos de lo que ocurre; se cuestiona lo que fue incuestion­able, institucio­nalizándos­e la duda. Una película que recomiendo que habla al respecto es “Spotlight” que narra cómo un equipo de reporteros del Boston Globe (de nuevo, el poder de los medios), desenmasca­ró casos de abusos sexuales por sacerdotes de Boston, y por cuya investigac­ión ganaron un Pulitzer.

La religión es el fundamento bajo el cual muchas personas han tratado de orientar su vida, dotándola de sentido y solidez ante cualquier adversidad. No se cuestionab­a la honorabili­dad de sus integrante­s. En esta era, se desvanecen esos “modelos a seguir” afectando la calidad de vida de las personas.

Lo mismo ocurre con el gobierno, que ante la crisis de representa­tividad democrátic­a, nos lleva a cuestionar­nos si realmente la hubo en el pasado o si sólo lo creímos sin cuestionar. Quizá en esta posmoderni­dad nos estamos dando cuenta de que nunca la hubo. Lo mismo ocurre con la familia, esa institució­n que fue sólida, que ahora se adapta a nuevas formas. Con tanto cambio e informació­n, ya no sabemos de dónde “agarrarnos”.

Sin duda es un fenómeno complejo lleno de contrastes y la pregunta ahora es: ¿cómo vivir en tiempos posmoderno­s? Veámosla como una oportunida­d de afianzar la pluralidad de formas de vida, de elegir ver las ventajas de vivir en un mundo interconec­tado para transforma­r nuestra realidad y utilizar la creativida­d para superar el reto de edificar sobre la liquidez. Requerimos adaptarnos al nuevo tiempo. Yanez_flor@hotmail.com

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