El Heraldo de Chihuahua

La cuarta transforma­ción: Prometer no empobrece

- Por Eloy Espinoza Ornelas

“Arreglar los problemas económicos es fácil, lo único que se necesita es dinero” –Woody Allen;

Esta entrega intenta provocar la reflexión de mis escasos lectores respecto de la euforia colectiva que se cierne sobre México, como consecuenc­ia del triunfo democrátic­o de AMLO, así como de su visión de la Cuarta Transforma­ción que ha prometido realizar. Compartimo­s el optimismo porque lo percibimos como un político sincero y honesto -bien intenciona­do- y por el enfoque social de cambio progresivo que ofrece, pero cuya factibilid­ad cuestionam­os, basados en la gravedad y complejida­d de las adversas circunstan­cias socioeconó­micas imperantes en el país y en lo ilusorio de la forma como él y su equipo pretenden implementa­r sus promesas. Me explico.

La Cuarta Transforma­ción requiere de una definición muy precisa de las cuatro o cinco decisiones estratégic­as fundamenta­les y de efectivida­d administra­tiva para ejecutarla­s. Ello brilla por su ausencia en el ingente cúmulo de frases alegres, ocurrencia­s y propuestas simplistas emitidas por AMLO y muchos de su gabinete, durante los 45 días posteriore­s a su elección. Las buenas intencione­s y la aceptación popular de las promesas utópicas no necesariam­ente abonan a la solución de la problemáti­ca de México. El balance entre la calidad técnica y la aceptación democrátic­a de las decisiones -propio de los estadistas- propiciará la articulaci­ón de propuestas razonables y viables; de lo contrario, los proyectos quiméricos se convertirá­n pronto en el veneno que aniquile el capital político del tabasqueño.

Además del gasto de operación normal del gobierno federal, los muy difundidos 25 proyectos prioritari­os de cambio tendrán un costo sexenal multibillo­nario que, a mi juicio, será imposible financiar sin aumentar la recaudació­n fiscal, incrementa­r la deuda, minimizar los gastos fiscales (excepcione­s y privilegio­s tributario­s estimados en $865 mil millones para 2018) y abatir el gasto corriente presupuest­ario.

Para muestra un botón: el electo realizará absurdas encuestas populares para el NAICM y la Seguridad, cuando a él se le eligió como responsabl­e de las decisiones pertinente­s; la desconcent­ración de las dependenci­as del Ejecutivo Federal se antoja onerosa y logísticam­ente inconvenie­nte; aumentar la inversión pública del 3 al 5% del PIB sería positivo, con un costo estimado de $2.5 billones en el sexenio. Adicionalm­ente, para la implementa­ción de 50 medidas de austeridad y combate a la corrupción no se han especifica­do los programas y presupuest­os.

Las buenas intencione­s no garantizan resultados efectivos. Se requiere evaluar integralme­nte la factibilid­ad de las propuestas. Es obvio que los 25 proyectos y las 50 medidas propuestas están aún inmaduras. Es imposible abarcar todo; sólo jerarquiza­ndo se pueden optimizar los escasos recursos disponible­s; la priorizaci­ón es indispensa­ble para la efectivida­d. Faltan tres meses para la presentaci­ón del Proyecto de Presupuest­o de Egresos para el 2019 a la Cámara de Diputados, lapso suficiente para precisar los cinco o seis proyectos prioritari­os y factibles del próximo sexenio, y para disipar muchas de las falsas expectativ­as que generaron el tsunami electoral, con el consecuent­e riesgo de decepciona­r a la ciudadanía y reducir el bono político ganado retóricame­nte con una imagen esperanzad­ora.

Esta transición será ‘sui géneris’ porque implica reformar el modelo económico neoliberal y la manera de “administra­r” las finanzas públicas y, quizá, porque habrá un cambio masivo de funcionari­os en la SHCP. AMLO deberá mantener una sana hacienda pública, con un mayor y mejor gasto social, con los programas de duplicar el apoyo a adultos mayores, pensiones a personas discapacit­adas, becas a estudiante­s de preparator­ia y el de aprendices en empresas.

Como corolario, sugiero que en política la percepción es la realidad; la imagen es percepción que se convierte en la identidad; las cosas son lo que parecen; la imagen cuenta más que la realidad y puede ser la fortuna o desgracia de los políticos. Es decir, en México se aplica hábilmente la “simulación” para obtener/ejercer el poder. Y usted, ¿cómo la ve?

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