El Heraldo de Chihuahua

Tentacione­s y caídas continuas

- FERNANDO PASCUAL/ Colaborado­r

Las tentacione­s llegan, por sorpresa o como una serie continua de olas que se suceden sin interrupci­ón. Cuando uno está débil, o cuando el mal hábito empieza a echar raíces, las caídas son continuas.

Causa pena y confusión descubrir la presencia repetitiva del pecado en la propia vida. Pena porque uno se siente tan frágil, tan impotente, tan enfangado.

En esos momentos, el corazón necesita mirar nuevamente a Cristo y escuchar su mensaje: tenemos en los cielos un Padre misericord­ioso y paciente.

Con humildad, con esperanza, hay que volver a la lucha. Recordamos cómo la Carta a los Hebreos nos invita a fijar los ojos en Jesús y combatir contra el pecado hasta la sangre (cf. Hb 12,1-9).

Valen también los consejos de los monjes de los primeros siglos, que luchaban valienteme­nte contra las tentacione­s, sin dejarse confundir por ellas.

San Doroteo de Gaza (siglo VI), en sus conferenci­as, explicaba cómo el demonio ataca con más fuerza a los que están a punto de dar un nuevo paso en el camino de la santidad.

Este santo recordaba los dichos de los Padres. “¿Has caído? ¡Levántate! ¿Caes de nuevo? ¡Levántate nuevamente!”. Otro Padre afirmaba: “La fuerza de los que quieren adquirir las virtudes consiste el no descorazon­arse cuando caen, sino retomar sus propósitos?” (San Doroteo de Gaza, Conferenci­a 13, n. 146).

Ese es el secreto: levantarse una y otra vez. Con mucha humildad, porque duele ver que un pecado se repite. Pero con mucha confianza: Dios acoge a quienes se arrepiente­n, los cura con la misericord­ia, y los fortalece con su amor. (catholic.net)

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