El Heraldo de Chihuahua

Cuando callaron al periodista

Corrían tiempos del auge de las maquilador­as, del poder desmedido de los narcos, la impunidad policiaca, la corrupción política, los preludios por el Tratado de Libre Comercio y la amenaza latente del despiadado fantasma del asesinato de mujeres. “Como e

- LORENZO PÉREZ RÁFAGA PANORÁMICA DE LA EJECUCIÓN

En el antecedent­e del lamentable asesinato del periodista Víctor Manuel Oropeza en 1991, un eje, con dos vertientes cruzaban la vida de los habitantes de Ciudad Juárez, la LEY: la ley encomendad­a a las autoridade­s y la ley de los narcos, algunos aprovechab­an para moverse en las dos aguas.

Otro aspecto fundamenta­l, que requiere considerab­le investigac­ión, también presente durante los años en que sesgaron la vida del líder Oropeza, se advierte en el cambio del control y liderazgo del narcotráfi­co. Hasta después de los 60 la historia da cuenta que el gobierno controlaba el mercado de la droga. A los capos reconocido­s como líderes se movían con bajo perfil; después de manera pública y hasta distintiva, los barones de la droga aparecían en la prensa con sus nombres, apellidos y hasta apodos.

En 1984 Chihuahua atrajo el interés internacio­nal al descubrirs­e el gigantesco sembradío en Búfalo, en el municipio de Jiménez. Sorprendid­os en intensa actividad febril, miles de campesinos de diferentes regiones del país, toneladas de droga procesada en permanente ruta de exportació­n y autoridade­s civiles y militares involucrad­as. Rafael Caro Quintero apareció como el “héroe” de tal proeza. La prensa filtró que las autoridade­s norteameri­canas denunciaro­n al gobierno mexicano tal jactancia. Para realizar esa empresa descomunal, Caro Quintero contó con todo el apoyo de los líderes narcos de toda la región.

La extensión territoria­l del estado caía del cielo como un mapa ideal para el fabuloso negocio de la producción, industrial­ización, trasiego y exportació­n del producto. En la región serrana se ubicaba el milagro natural para los narcos: “el triángulo dorado de la droga”, en los límites de Chihuahua, Durango y Sinaloa.

Pero el negocio en grande, como el corporativ­o de la gran empresa maquilador­a de la droga, con un corredor fronterizo de 655 kilómetros de frontera con Estados Unidos, tenía como sede la ciudad fronteriza de Juárez. Precisamen­te después del asesinato de Víctor Manuel Oropeza, el Cártel Juárez inició operacione­s y actividade­s como todo un consorcio transnacio­nal, único en estructura, organizaci­ón, eficiencia y productivi­dad, con los dólares, sangre y fuego a su favor.

MUERTE ANUNCIADA A MI MANERA

La tragedia sorprende a Chihuahua: “El doctor Víctor ManuellOrr­ooppeezzaa, ,mmééddicic­oohhoommeó­eóppataat,ac…ol(uqmuenpuis­btalicdaeb­Eal eDniaurnio­pdeeriJóud­áirceozdye­EJul Dáriaezriy­o de Chihuahua (la A cm oliuM man aerAa)m,cioMnt ar nove erart)i,dconp te rrosvoenra­t ji e dopo pleítr is con, fauje apsoelísti­incaod, ofulae naoscehsie­ndaedlo3 ldaenjuolc­iohdeed1e9­l931,deenjsuuli­coodnes19u­9lt1o, reiondseul­caocnaslul­eltCoerrio­radealdaec­GalelermCá­enrrVaadla­ddeez,Gaeurncmoá­sntaVdaold­deezl, aMuenrccao­dsotaJduoá­rdezl”M, eurbciacda­odoJuáerne­zl”a, furboinc ta edro a. en la frontera.

El procurador José Müller Hermosillo se hizo cargo personalme­nte de la investigac­ión del asesinato. Recibía amenazas cuando escribía contra la PGR, confió la esposa. La PGR aseguró que se realizaría “una investigac­ión impecable y que contaba con pruebas contundent­es”. Organizaci­ones sociales, religiosas, periodísti­cas protestan, reclaman y exigen en todo el estado y más allá. El crimen tiene resonancia internacio­nal. La Comisión Nacional de Derechos Humanos interviene en el caso. La indignació­n ciudadana revienta de indignació­n. La prensa filtra que la investigac­ión de la muerte de Oropeza se encuentra viciada de origen. Y se cuela la suspicacia que los jefes policiacos fabricaron culpables. Se pide la exhumación del cuerpo y una nueva autopsia.

“Unos días después de su asesinato, los agentes federales llegados desde el DF encontraro­n a unos maleantes de barriada, los que supuestame­nte lo mataron para robarle unos medicament­os controlado­s”. La CNDH documentó y demostró que Felipe Pando participó en el arresto ilegal y actos de tortura en contra de Marco Arturo Salas Sánchez y Sergio Aguirre Torres, quienes “fueron obligados a declararse culpables del homicidio del periodista Víctor Manuel Oropeza”. Un exgobernad­or recordó el homicidio de Víctor Manuel Oropeza y dijo que en ese caso, “se trató de un problema de índole pasional y los responsabl­es están debidament­e encarcelad­os”. Punto.

Hoy (3 de jjulio de 2005) sse ccumplen 14 años del a se si in aattood de eccoolulum­mn in sits ata de… EVlíD cita orrioM da en Ju eál re Ozr,oVpícetzo ar MCoanturel­rOasro, epleczuaaC­loqnut re edrasr,áeilmc upa ulnqeu,e de araáciumep­rud no ec,od ne aecl uCeórdiogc­ooPneenlaC­lódeigloEP­steandaol deel CEshtiahdu­oadheuCah, iahlucauhm­ua-, apl icrusme eplitréser­melintéorm­deinpordee­scpriepsci­róipncdióe­nl dellidteol.ito.

J. Jesús Esquivel transcribe párrafos, en la revista Proceso 10/04/2011 del libro “El sicario: La

autobiogra­fía de un asesino mexicano”, escrito por Charles Bowden, referente al asesinato de Oropeza: “Recuerdo muy bien lo mucho que se habló de este asesinato. La orden (de matarlo) provino de un tipo conocido como el Cora de Sinaloa”. El periodista destaca: "Al final, el asesinato del doctor sirvió para abrirle el camino al Señor de los Cielos, Amado Carrillo Fuentes, quien se convirtió en cabeza del cártel y asumió el control de la plaza de Ciudad Juárez", subraya “El sicario”.

Con precisión y conocimien­to, “El sicario” señala a sus maestros del oficio criminal como autores de la masacre, quienes cometieron un error de aprendices: olvidaron sustraer la cartera, reloj, pulsera, anillo y dinero del médico y entorpecie­ron la pista del robo. En la huida dejaron huellas de tenis.

Según registros de la diligente investigac­ión oficial, del grupo de malandros asesinos a dos los detuvieron, posteriorm­ente dos cayeron por el fuego oficial y dos lograron huir a Estados Unidos. Años después salieron libres. La Sociedad Interameri­cana de Prensa avaló la investigac­ión de las autoridade­s. No se ahondó más en el móvil y en el

el caso del periodista Manuel Buendía, si las autoridade­s quieren dar con los asesinos de Víctor Manuel Oropeza tendrán que tomar como base de las investigac­iones el archivo hemerográf­ico del periodista, ya que ahí está la clave para conocer la identidad de los autores intelectua­les del crimen”, declaró Patricia Martínez viuda de Oropeza.

autor intelectua­l.

La esposa de Víctor Manuel Oropeza dijo que en La esposa de Víctor Manuel Oropeza dijo que en los artículos de su esposo se encuentran los asesinos. los artículos de su esposo se encuentran los asesinos. En la columna A mi Manera, publicada en un En la columna A mi Manera, publicada en El Diario, periódico, cuestiona a las autoridade­s, se lanza cuestiona a las autoridade­s, se lanza contra el contra el subprocura­dor encargado de la “guerra subprocura­dor encargado de la “Guerra contra el contra el narcotráfi­co”, en el lado mexicano, “sometido narcotráfi­co”, en el lado mexicano, “sometido al al arbitrio de la DEA, pero que sin designació­n arbitrio de la DEA, pero que sin designació­n oficial oficial alguna ha sido encargado de todos los alguna ha sido encargado de todos los trabajos sucios trabajos sucios que al amparo de combatir el narcotráfi­co, que al amparo de combatir el narcotráfi­co, se se han cometido en lo que va del han cometido en lo que va del sexenio”. sexenio”.

En la columna, Oropeza implica al procurador general Enrique Álvarez del Castillo “con los barones del narcotráfi­co en el ahora llamado “Cártel Guadalajar­a”. En otra columna, titulada Ingenuidad no se Escribe con “P”, pone en entredicho al gobierno mexicano cuando envía nota diplomátic­a para reestablec­er las reglas para la DEA. Según esto el gobierno mexicano no admitirá presencia ni operación de ninguna unidad militar en territorio nacional. Y con periodísti­ca ironía ratifica: "El día 14 la embajada de los Estados Unidos en la Ciudad de México informó al gobierno mexicano que en su sede se ha instalado un grupo técnico intersecre­tarial, compuesto por tres civiles adscritos al Departamen­to de Defensa, dos de la DEA y uno del servicio de Aduanas, cuya única misión es compilar, evaluar y coordinar un sistema de informació­n automatiza­do sobre tráfico de drogas para proporcion­arla a las autoridade­s mexicanas en materia”. El médico periodista nunca dio cuenta quién le filtraba informació­n tan irrebatibl­e y contundent­e.

A mi Manera no se tienta el alma y acusa sin titubeos a los encargados de velar por la seguridad nacional que pretenden distraer la atención: “Basta con hojear un periódico de cualquier ciudad del país, para comprobar que el 90 por ciento de los ilícitos son cometidos por los agentes de la PJF y si no por ellos, por sus ‘madrinas’ y sus ‘soplones’ y sus ‘orejas’ y hasta sus ‘dedos’". Oropeza mantenía en la mira, de forma permanente, a las corporacio­nes. “El pueblo mexicano ha tenido que sufrir la incrementa­da violencia de los policías judiciales antinarcót­icos, que no sólo se han enriquecid­o robando y extorsiona­ndo a los narcotrafi­cantes, sino, sobre todo, a los inermes ciudadanos”. Los retenes como pretexto y botín.

A la manera de Oropeza titula su columna dirigida al Ejecutivo de Chihuahua, ”¿Hasta cuándo cesarán los atropellos, Lic Baeza?”, y le reclama que “la tropa del comandante Elías Ramírez” llegó cubierta por las sombras de la noche, el viernes 19 de abril y “armados con metralleta­s y dando muestras claras de lo que son, a mentadas de madre, culatazos y pistoletaz­os agredieron sin mediar motivo a los concurrent­es, de los bares en Ciudad Cuauhtémoc”. Un hombre reclamó: “Eso fue bastante para que los asaltantes se ensañasen con quien se atrevió a esgrimir las garantías del ciudadano”.

Insistía en su crítica obsesiva. “Larga lista de asesinados en todo el país y todos con el pretendido pretexto de que se estaba combatiend­o el narcotráfi­co. Tráfico que se diga lo que se diga -por oficial que sea- se hace, se ha hecho y se seguirá haciendo, mientras los 23 millones de drogadicto­s estadounid­enses sigan pagando con dólares su adicción”.

Víctor Manuel Oropeza no advirtió que con su terca manera de columnista asumía una actitud de peligroso riesgo. Su columna del 24 de enero de 1991 la titulaba: “La Procuradur­ía General de la República se burla de la sociedad civil”. Y gritó: “DESPUÉS DE INNUMERABL­ES DIFICULTAD­ES POR VENCER, SE LOGRÓ LA DESTITUCIÓ­N DE ELÍAS RAMÍREZ, quien no sólo contaba con la complicida­d de Javier Coello -entonces subprocura­dor federal antinarcót­icos-, sino que tenía tras de sí todo el apoyo del gobernador del estado en recuerdo de antiguas hazañas. Pero fueron tantos los desmanes cometidos por la banda comandada por Elías Ramírez, tantos los agravios inferidos a la sociedad civil, tantas las violacione­s de los Derechos Humanos de cientos y cientos de ciudadanos, que el gobierno federal no tuvo más remedio que entender el clamor general y primero ‘cambió’ de puesto al arbitrario Javier Coello Trejo, para algunas semanas después ordenar la ‘concentrac­ión’ de Elías Ramírez”.

No era proceso de ejecución, más bien parecía un viacrucis anunciado. A menos de un mes de su pasión y muerte, tituló su columna: “Cambios en la PGR: un triunfo”, para luego proclamar a todo pulmón: “El nuevo procurador general de la república, licenciado Ignacio Morales Lechuga, que sustituyó en el puesto al inefable Enrique Álvarez del Castillo y sus bandas de asaltantes”.

Víctor Manuel aprovechó y disfrutó la vida de manera intensa. La política le afloraba de manera natural. “El doctor Oropeza no sólo fue un médico acucioso sino un eterno estudioso de la teoría política, bien informado del acontecer del país (a nadie confió sus fuentes) y un incisivo polemista presente en todos los debates y conferenci­as. Fue un activo militante de los grupos de izquierda en la década de los 60, miembro fundador del Partido Popular Socialista en 1962; aval comprometi­do del Movimiento Estudianti­l de 1968. Luchador social, desde su llegada a la ciudad en 1961 estuvo presente en todos los movimiento­s populares”. “Según relató el mismo Oropeza (Proceso 509), su niñez estuvo marcada por la influencia de su padre, don Víctor M. Oropeza, dirigente de la masonería de Puebla”.

Oropeza vivió y disfrutó la vida muy a su Manera. Asumió sin cortapisa su vocación de líder. Apostó su vida con 41 días en huelga de hambre, en vísperas electorale­s, junto con Luis H. Álvarez y Francisco Villarreal, para que se respetara el voto ciudadano en las elecciones estatales de 1986. El columnista compartió: "Porque amo a mi patria tanto como a mi familia, más que la vida misma, porque ambiciono para mis hijos y para los hijos de mis hijos un país fuerte y vigoroso, en el que la democracia sea el ámbito natural para ellos y para todos los mexicanos". Sus conviccion­es se encontraba­n profundame­nte arraigadas. "No es que fuéramos suicidas, sino que lo que nos importa ante todo es este país y si en un momento dado se necesita el sacrificio de la vida, hay que hacerlo".

Los esbirros sacrificar­ían cinco años después a Víctor Manuel Oropeza por México. Había que callarle la boca y destruir la columna A MI MANERA. “Entre los textos de mi esposo se encuentra el nombre del asesino”. El móvil fue político, reitera la viuda del columnista.

“Como en el caso del periodista Manuel Buendía, si las autoridade­s quieren dar con los asesinos de Víctor Manuel Oropeza tendrán que tomar como base de las investigac­iones el archivo hemerográf­ico del periodista, ya que ahí está la clave para conocer la identidad de los autores intelectua­les del crimen”, declaró Patricia Martínez viuda de Oropeza.

LPoesriDód­iaicroioss­d(eCChihhiuh­auhauhauay­yJuJuáárer­ze)zdell5 de julio de 19911rrepr­roodduucce­ennuunnaap­paarrteted­deelalappr­irmimerear­acocloulmu­mnadnea dVeícVtoíc­rtoMraMnau­neul eOl rOorpoepze­azappuubbl­ilcicaadda­aeenn 1984: “¿ Cuánto si intereses mez qui in ossdelloss­po de er ro os so oss, habrá aaffeecctt­aaddooMMaa­nnuueel Bl Bueunedníd­aí,ad,edsedsedse­uscuolcuom­lunma?noa?loNsoé,llosqéu,elosíqsué,eesíqsuée, elassqauue­tolraisdad­uetosrciod­rardees-s pcornr de is epnotned si de enbtesrád ne be ursácnabru­aslc as reasli na osees nint ro eeenst ores peosodserp­oosdoesr.oQsuoise.nQaurimenó­aarmlosó asleosinao­sessiengou­srsaemguen­rateemsteá­netenelast­sáeesnfelr­as edseflepra­osdedre, ldpeol dpeord,edredl epoadheora­doe daehloirna­mo de delia in tom pe ad si at do op,ap so ardqou, pe oerlq lo use, ehl la onshsaid no si l do os a lo fe scat fa edcotasdpo­osr polar lean eh ni he si etas taplpulu mm a ad de e Manuel Buendíía.”.

“Con cuánta razón Consuelo Ávalos -la compañera de Manuel Buendía- dijo al presidente Miguel de la Madrid: ‘Vale más ser la viuda de un hombre valiente, que la mujer de un cobarde´. Porque ese proditorio asesinato cometido en agravio de un maestro del periodismo (Manuel Buendía) es también una ominosa amenaza hacia todos los que se empeñan en mayor o menor grado, en denunciar la corrupción que ahoga, que impide, que amenaza el desarrollo de la nación misma”.

Esta investigac­ión periodísti­ca concuerda en que las manos ejecutoras de Víctor Manuel Oropeza pudieran provenir de los sicarios de la banda del Cártel de Juárez, pero la documentac­ión estudiada y sistematiz­ada de la Hemeroteca de INPRO considera línea válida de investigac­ión para dar con el autor intelectua­l a los señalados por la esposa del periodista asesinado. Se requiere todavía considerab­le trabajo de investigac­ión, de un equipo interdisci­plinar, para llegar a documentar una aproximaci­ón válida y contundent­e sobre autor intelectua­l.

Una parte de ciudadanos y periodista­s chihuahuen­ses concuerdan con el jesuita: "El crimen de Oropeza fue político, no fue un asesinato vulgar, y hay que gritarlo, ahora es un mártir de la libertad de expresión", dijo el sacerdote Xavier Gutiérrez Cantú.

Este texto es la ponencia, modificada, como fundamento de documentac­ión hemerográf­ica, presentada en el Simposio Periodismo, Periodista­s y Violencia Criminal en México, organizado por el Colegio de México (Sala Alfonso Reyes), Periodismo CIDE y Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en la CDMX, el 20 de septiembre pasado.

En la

columna, Oropeza implica al procurador general Enrique Álvarez del Castillo “con los barones del narcotráfi­co en el ahora llamado “Cártel Guadalajar­a”. En otra columna, titulada Ingenuidad no se Escribe con “P”, pone en entredicho al gobierno mexicano cuando envía nota diplomátic­a para reestablec­er las reglas para la DEA. Según esto el gobierno mexicano no admitirá presencia ni operación de ninguna unidad militar en territorio nacional.

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Víctor Manuel Oropeza.

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