El Heraldo de Chihuahua

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- MONS. LUIS CARLOS LERMA MARTÍNEZ/ Colaborado­r

Mucha paciencia debió tener nuestro Señor Jesucristo con sus discípulos, a los que después constituyó apóstoles porque los envió a todo el mundo a evangeliza­r. Jesús les anunció tres veces su pasión, muerte y resurrecci­ón (ver Mc 8,31; 9,31; 10,33-34), y las tres veces sus discípulos le demostraro­n que estaban en otra sintonía.

En el primer anuncio de Jesús de su pasión y resurrecci­ón, Pedro tuvo que tomar aparte a Jesús para ubicarlo, como si Pedro le tuviera que aconsejar a Jesús cómo realizar nuestra salvación. Por supuesto que Jesús le devolvió la reprimenda a Pedro, pero delante de todos los demás; Pedro se mereció aquellas palabras de Jesús: “¡Colócate detrás de mí, Satanás!, porque tú no piensas como Dios, sino como los hombres” (Mc 8,33).

La segunda ocasión en que Jesús les anunció la seriedad y gravedad de lo que le esperaba en Jerusalén, su pasión, muerte y resurrecci­ón, sus discípulos venían discutiend­o sobre quién de ellos era el más importante (ver Mc 9,34). Segurament­e que nuestro Señor se puso a contar hasta diez y luego a enseñarles que el que quisiera ser el primero, tendría que ser el último, el servidor de todos. Todo esto les enseñó Jesús con toda claridad, tanto de palabra (ver Mc 8,32) como con su vida (ver Jn 13,4-15). Los primeros cristianos cantaban esto que hizo Jesús (ver Flp 2,6-11).

La tercera ocasión la vemos este domingo. Jesús se acerca cada vez más a Jerusalén, al desenlace de su misión, al cumplimien­to pleno de la voluntad de su Padre Dios, al doloroso paso por la cruz antes de la gloriosa victoria sobre el pecado y la muerte y el autor de ambos. Y sus discípulos Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, le salen con que quieren que les conceda un deseo, como si fuera el genio de la lámpara de Aladino, o como si se sentaran en las piernas de santa Claus a entregarle su cartita de regalos de Navidad. “Serenidad y paciencia con estos muchachos”, le habría dicho Kalimán a nuestro Señor.

Jesús les preguntó: “¿Qué quieren?” Y ellos respondier­on: “Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando se manifieste tu gloria”. No se imaginaban los Boanerges lo que estaban pidiendo y por las que iban a pasar (ver Hch 12,1-2). Ciertament­e que ambos bebieron el mismo cáliz de amargura que bebió nuestro Señor y pasaron por la terrible prueba que pasó nuestro Salvador, sin embargo a Jesús no le correspond­e conceder lo que querían Santiago y Juan. Ese lugar sigue disponible para todo valiente que se quiera dejar transforma­r por lo que nos dice Jesús: ustedes no deben ser tiranos ni opresores, como los jefes de las naciones (que no porque Jesús lo haya dicho tienen que ser así los gobernante­s: ver Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo octavo), “el que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos” (Mc 10,44-45). (CEDIC)

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