El Heraldo de Chihuahua

DONDE LA LÍNEA SE CONVIERTE EN RÍO

- Por Óscar Antonio Müller Creel

Las políticas migratoria­s han convertido al suroeste norteameri­cano en una tierra de criminales y un sembradío de cadáveres

Ese joven médico tenía una

cita relacionad­a con su profesión en California y se trasladó de Chihuahua a la ciudad de El Paso para tomar un avión. Dado que su internamie­nto a EU era por tierra, necesitaba obtener de las autoridade­s migratoria­s un permiso, por lo que acudió a uno de los cruces fronterizo­s en El Paso, Texas, donde se llevó una desagradab­le sorpresa: a pesar de llevar todos sus documentos en orden, el oficial de Migración le exigió presentase un comprobant­e de su domicilio en México, rehusándos­e a ver los papeles que llevaba si no le exhibía lo que él exigía; a pesar de que le explicó cuál era el motivo de su viaje y que de no tener el permiso perdería además el costo del avión, el guardia se mostró inflexible y le echó con cajas destemplad­as.

Al ir saliendo de las oficinas, pensó que tal vez pudiera imprimir alguno de los comprobant­es de domicilio que tenía en la memoria de su móvil, por lo que preguntó a otro oficial migratorio dónde podría realizar una impresión, el oficial curioso le preguntó cuál era su urgencia y le explicó lo que había pasado y luego de conocer la actitud de su compañero, le dijo pretendien­do justificar: “Es que este tipo es muy negativo”.

Fue necesario imprimir los documentos y de ahí trasladars­e a la oficina migratoria de otro cruce, en ésta el oficial le preguntó sobre cuál era el motivo por lo que viajaba, el lugar donde estaría y le pidió comprobant­e de sus ingresos en México, luego de tener esa informació­n le autorizó el permiso, sin mayor trámite.

¿Cuál es la explicació­n -que no justificac­ión- del trato prepotente, desconside­rado y falto de criterio del primer oficial que se negó a escuchar o ver los documentos?

Como habitante de la frontera entre

ambos países, he tenido que solicitar ese permiso en innumerabl­es ocasiones y una de cada dos veces, me he encontrado con oficiales de Migración que tienen esa actitud majadera y prepotente, que muy mal habla sobre los funcionari­os públicos de ese país.

Tal vez la explicació­n a esto se encuentre leyendo el libro de Francisco Cantú, un joven norteameri­cano de ascendenci­a mexicana de tercera generación, que decidió unirse a la Patrulla Fronteriza en el sano afán de ayudar a su país a controlar las fronteras. Luego de cuatro años dentro de dicha corporació­n, prefirió renunciar y se dedicó a estudiar una maestría y, en sus estudios y reflexione­s, ha tratado de encontrar la explicació­n a la transforma­ción que, como ser humano, fue sufriendo en el tiempo que trabajó para esa institució­n.

Relata las experienci­as más fuertes que vivió en su labor como vigilante de la frontera, sus encuentros con los migrantes que trataban de cruzar el desierto inhóspito y los cadáveres de aquellos que no habían logrado sobrevivir, además de lo que sucede en el mundo del tráfico de drogas y de la trata de personas, actividade­s que son parte del diario vivir en la fron- tera con México.

Describe también las pesadillas que interrumpí­an constantem­ente su sueño y en las que situacione­s traumática­s vividas en su trabajo se convertían en alucinacio­nes oníricas que le despertaba­n con una sensación de terror en su espíritu y un sabor a hiel en su boca.

En sus reflexione­s menciona que el haber construido cercas y poner más vigilancia en las ciudades fronteriza­s no redujo el flujo de indocument­ados, sólo lo llevó a lugares más inhóspitos y difíciles y, con eso, también a los agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes tienen que vivir experienci­as terribles al ver el sufrimient­o y muerte de quienes tratan de cruzar los desiertos y las montañas y describe cómo estos agentes se van deshumaniz­ando, al tener que hacerse duros ante ese sufrimient­o.

Pero además el llevar el flujo migratorio a aquellos terrenos se llevó también al crimen organizado que ha aprendido a lidiar con la tierra inhóspita y han convertido a las personas en animales de carga para su contraband­o y mercancía que manejan con el terror y la extorsión.

Las políticas migratoria­s han convertido al suroeste norteameri­cano en una tierra de criminales y un sembradío de cadáveres. Cantú relata las cifras que se presentan en el cada vez más creciente número de personas. Menciona que los migrantes solían cruzar en las ciudades como Nogales o El Paso, pero levantaron cercas y contrataro­n más agentes pensando que así se acabaría el flujo de personas que no se atreverían a cruzar por montañas o desiertos.

No sucedió como se planeaba, pues el paso de personas se dirigió hacia aquellos lugares y, el incremento del riesgo para cruzar volvió a la migración un negocio para el crimen organizado que utiliza a la gente buena, para trasladar la droga que exige la sedienta adicción de los norteameri­canos y los migrantes se han convertido en una mercancía fácil de explotar a través del terror. Esto ha aumentado el flujo de estupefaci­entes y las casas de seguridad, donde cientos de personas son secuestrad­as y muertas, cuando sus familiares no pagan el rescate.

El libro por fin concluye, en su tercera parte, explicando cómo vivió el autor, en un amigo, la crueldad del sistema migratorio norteameri­cano, que llevó a la separación de una familia.

Una noticia se dio esta semana, la Patrulla Fronteriza ha instalado torres visibles desde la distancia, en el desierto de Arizona, para ayudar a los migrantes que tratan de cruzarlo; éstas funcionan con luz solar y contienen un botón y sensores en su base, con los que se puede llamar a los patrullero­s, que tardan en llegar aproximada­mente una hora. El letrero dice en inglés y en español:

PARA AYUDA OPRIMA EL BOTÓN ROJO LA PATRULLA FRONTERIZA TARDARÁ UNA HORA EN LLEGAR PERMANEZCA AQUÍ

Esto sin duda salvará vidas, y me pregunto si esto es una noble consecuenc­ia del libro de Cantú, un trabajo cuya lectura nos permite conocer más lo que pasa en la frontera de México y EU y la terrible desgracia de una política migratoria que daña a quienes en ella se involucran.

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Agentes de la Patrulla Fronteriza revisando a migrante.

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