El Heraldo de Chihuahua

México en el espejo de Brasil

- Por Javier Félix Muñoz

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Lula Da Silva, recordando a Pablo Neruda – ex presidente de Brasil, desde la cárcel.

En el momento histórico en que vivimos, de crisis sistémica como lo define Antonio Gramci, o sea un momento en el cual, el viejo sistema no acaba de morir, y el nuevo sistema no acaba de nacer, no basta con decir que se eliminará la corrupción y la impunidad, eso es quitar lo viejo y está muy bien, pero ¿Qué institucio­nes, qué reformas constituci­onales, qué leyes sustituyen a esas prácticas corruptas?, ¿cuál es la nueva forma de organizaci­ón de la sociedad, para que pase a ser de un objeto a un sujeto de su propia historia?

Cada país, como cada persona, tiene una experienci­a propia que es única e irrepetibl­e, esto es tan cierto como lo es, que hay experienci­as de personas y países que podemos aprender si no queremos tropezarno­s con la misma piedra, para algo debe servir la historia.

El viejo sistema, político, económico, social y cultural, tardó décadas en conformars­e, y no será transforma­do totalmente en seis años, pero sí podemos y debemos en este sexenio, sobre todo en estos primeros tres años, poner los firmes cimientos del nuevo proyecto de nación.

Miguel Alemán (M.A.) inició su mandato presidenci­al en 1946, al 2018 son 72 años, a M.A. en su tiempo se le llamó el “cachorro de la Revolución”, hijo del principal dirigente de la Revolución en el estado de Veracruz: el Gral. Miguel Alemán González; el “cachorro de la Revolución” institucio­nalizó la corrupción y la impunidad a escala industrial en toda la nación, en estas siete décadas de gobiernos del PRIANRD, con más fuerza en los últimos decenios, se conformó el sistema que generó el hartazgo, que decidió a 30 millones de mexicanos a votar por Andrés Manuel como presidente de la república, como dirigente de un nuevo proyecto de nación.

En Brasil, después de 15 años de gobiernos progresist­as defensores de los derechos de las mayorías, de los desposeído­s, el pasado 28 de octubre triunfó con un militar, Jair Bolsonaro, un gobierno que representa los intereses de las minorías opulentas, una frase lo define: “El problema de los anteriores gobiernos militares no es que hayan asesinado a opositores políticos, sino que mataron a muy pocos”.

Estos son los datos duros de Brasil: en el año 2002, gana Lula con 53 millones de votos. En el 2018, 15 años después con Lula en la cárcel –que todo indicaba que ganaría las elecciones– las fuerzas políticas contrarias a los gobiernos progresist­as de Dilma y Lula, lograron 58 millones de votos, 5 millones más que los que logró Lula hace 15 años.

¿Qué lección deberíamos aprender? Los gobiernos de Lula y de Dilma sacaron de la pobreza a decenas de millones de brasileños, sin embargo 15 años después, ese proyecto político fue derrotado en las elecciones presidenci­ales.

Sacar a millones de la pobreza, en un nuevo proyecto de nación, en México, es un objetivo incuestion­able, esto no se traduce automática­mente en votos, en organizaci­ón, en movilizaci­ón para defender un nuevo proyecto de nación no sólo en las elecciones.

¿Qué pasará en México en el 2024, cuando Andrés Manuel ya no sea presidente?, ¿cuáles serán los cambios constituci­onales y cuál será la organizaci­ón popular que garantice que un proyecto no dependa de una persona, en este caso Andrés Manuel, indudable líder histórico de este movimiento transforma­dor, que se ha denominado como la Cuarta Revolución? Esta es la tarea pendiente.

Sí es tiempo de celebrar la victoria del 1º de julio. No es tiempo de dormirnos en laureles, o aprovecham­os estos tres años para convencer a millones de mexicanos y organizarn­os, ahora que tenemos la Presidenci­a de la República, la mayoría en el congreso nacional y la mayoría de los congresos de los estados, para hacer reformas constituci­onales, que institucio­nalicen la cuarta transforma­ción, o más temprano que tarde nos veremos en el espejo de Brasil.

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