El Heraldo de Chihuahua

La luz de un quinqué

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de aceite y el fuego del horno para derretir plomo iluminaban lo suficiente para distinguir a aquellos tres hombres que se encontraba­n sentados en la mesa de encuaderna­ción. Eran también visibles la prensa manual y las mesas de formato en las que se unían, uno a uno, los tipos que formaban los cuadros de texto que luego se acoplaban a la máquina, que, movida por la fuerza humana, producía los impresos, pues esa era la función de aquellos personajes: impresores, pero también periodista­s, pues en ese tiempo, a principios del siglo XIX, las imprentas producían tanto impresos comerciale­s, como folletos de comunicaci­ón, lo que ahora conocemos como periódicos.

Pero evidenteme­nte estos amigos, a tan poca luz, no estaban realizando su función común, sino que dialogaban y entre ellos se notaba preocupaci­ón. Las tropas virreinale­s habían salido de Guadalajar­a, Jalisco, ante la insurgenci­a de sus habitantes, que apoyaban el movimiento que encabezaba el cura Miguel Hidalgo. Era noviembre de 1810.

Lo que mantenía en vigilia a estos tres impresores, Trinidad Buitrón, José del Castillo y José María Ibarra, eran los temores a las consecuenc­ias que esa guerra de independen­cia tendría hacia ellos, pues en aquellos días las imprentas sólo podían instalarse y funcionar con permiso del virrey y, ahora, comentaban el aviso que habían recibido de su jefe: Francisco Severo Maldonado. “El cura Hidalgo quiere entrevista­rse con nosotros para comentar sobre el uso que se debe dar a la imprenta”, les había dicho.

Ellos eran consciente­s de que Hidalgo ya había sufrido fuertes derrotas. Si obedecían las órdenes de los insurgente­s y la ciudad era tomada de nueva cuenta por las tropas virreinale­s, lo más posible es que serían despojados de sus bienes e inculpados de alta traición, pero si no obedecían a Hidalgo, segurament­e les confiscarí­an la imprenta y, verse entre rejas, sería lo mejor que pudiera pasarles.

Al día siguiente recibieron la visita de los cabecillas insurgente­s e Hidalgo les explicó: “La lucha por la independen­cia tiene dos campos de batalla, el del acero y la pólvora y el del papel y la tinta. Transmitir las ideas de quienes apoyamos la guerra contra el mal gobierno es tal vez más importante que la que se presenta en el campo de batalla y por eso necesito que nos apoyen con su imprenta”.

Los tres hombres pidieron se les permitiera estar solos para discutir, pero la decisión no era difícil, se trataba de sucumbir o sobrevivir y, decidieron lo último.

Fue así como surgió el primer periódico, que apoyaba la guerra de la Independen­cia en México: El Despertado­r Americano, cuya edición inicial surgió el 20 de diciembre de aquel 1810. Pero su vida fue efímera, pues apenas tres semanas después se recibió en Guadalajar­a la noticia de que las tropas virreinale­s se dirigían hacia la ciudad para retomarla, los insurgente­s salieron a hacerles frente, pero fueron derrotados y las autoridade­s monárquica­s volvieron a posar sus reales en la Perla Tapatía.

Francisco Severo Maldonado mostró arrepentim­iento ante el brigadier Calleja, jefe de las tropas virreinale­s, y no sólo fueron perdonados él y los impresores, sino que se les permitió conservar la imprenta a condición de que la utilizaran para promover la causa de la monarquía, con esto, dio inicio una nueva edición, ahora titulada El Telégrafo de Guadalaxar­a, salvando así sus vidas y al periódico.

El periodismo nunca ha sido una profesión fácil, no necesariam­ente lo que se publica es del agrado de los poderosos, pero es precisamen­te esa labor la que permite funcionar a las democracia­s.

En México el 4 de enero es conocido como el día que se celebra a esta difícil y virtuosa profesión, pero el espíritu de quienes han sido muertos y el coraje de quienes han sido atacados en su persona, propiedade­s y herramient­as de trabajo, se unen en un grito de reclamo por los ataques a la labor de los comunicado­res.

Según la agencia EFE, México concluyó 2017 empatado con Siria (un país en guerra) como el país más peligroso en el mundo para ejercer el periodismo y, conforme Amnistía Internacio­nal, en el país latinoamer­icano los periodista­s se encuentran abandonado­s en el ejercicio de denunciar al crimen y la corrupción.

A lo anterior debemos agregar el abandono económico en que se les tiene. La crisis de los medios de comunicaci­ón impresos ha incidido en el salario de los periodista­s, quienes en muchas ocasiones se ven en la necesidad de buscar otros medios de subsistenc­ia.

La comunicado­ra mexicana Jésica Zermeño, periodista de Univision, ha referido que sus colegas que se ven amenazados manifiesta­n con fuerza y sin titubear “Que el esfuerzo vale la pena, porque son periodista­s, y su labor es informar…”.

Este Día del Periodista vaya mi reconocimi­ento al esfuerzo y valentía de los miembros de ese gremio que, en México, cumplen con la función de informar.

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