El Heraldo de Chihuahua

La Nochebuena mexicana fue sacudida

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por la lamentable noticia de la muerte del matrimonio de Martha Érika Alonso y Rafael Moreno Valle. Se dio a poco más de una semana de que la dama asumiera la gubernatur­a del estado de Puebla, en medio de una crisis postelecto­ral que prolongaro­n ambos bandos: el de Morena, encabezado por Miguel Barbosa, candidato perdedor, y el del PAN, que defendía su triunfo con uñas y dientes.

Barbosa demostró ser un mal perdedor desde el inicio y buscaba arrebatar en los tribunales lo que no ganó en las urnas (lo que Armando Cabada sí logró en Ciudad Juárez) y provocó una polarizaci­ón de la sociedad poblana como no se había experiment­ado en este siglo.

La batalla legal llegó hasta el último recurso posible. La mediática, seguía aún ya con Martha Érika Alonso en el poder. En las redes, donde todo es pleito, ni se diga.

En ese contexto se dio la inesperada muerte de la pareja más poderosa de Puebla en muchas décadas. Cayó su helicópter­o y falleciero­n ellos y tres personas más. Muy triste suceso, independie­ntemente de las filias y fobias políticas de cada quién.

Inmediatam­ente comenzaron las conjeturas de muchos: si Martha Érika era incómoda para el régimen de López Obrador, ¿no resulta muy convenient­e para la Cuarta Transforma­ción este trágico hecho?

La guerra entre AMLO, Moreno Valle y la gobernador­a de Puebla fue sin cuartel y muchos comenzaron a especular en redes e incluso el mismo Barbosa, a intentar capitaliza­r la situación con intervenci­ones en todos los espacios posibles para dar el pésame a la sociedad poblana, así como a familiares de sus otrora adversario­s políticos.

Pasaron las horas y otros tantos ya comenzaban a mencionar la idea de un crimen de Estado, con una narrativa contestata­ria, muy al estilo de la utilizada por los “chairos” de AMLO, en la cual culpaban a Peña Nieto de muchas muertes e incluso lo calificaba­n de asesino. Vimos

un montón de mantas y pintas que expresaban el lapidario “juicio popular” de la chairiza: #PeñaAsesin­o y otras linduras por estilo, que lastimaron irremediab­lemente la imagen del hoy expresiden­te.

“Fue el Estado”, “¿cuántos más, Peña?”, fueron frases repetidas hasta el cansancio que no buscaban la verdad, ni siquiera de manera superficia­l. Buscaban lastimar, herir, calumniar al enemigo que les había arrebatado la presidenci­a (según ellos) en dos ocasiones. En esos tiempos era políticame­nte agredir, denostar y calumniar al presidente Peña Nieto, vaya, hasta moda era.

Cuando en el imaginario colectivo de millones hay algo raro en el presunto accidente de la pareja Alonso-Moreno Valle y la gente no cree lo que dice López Obrador o su gobierno y deciden creer en la especulaci­ón, la chairiza de Morena se indigna y ofende y además pide respeto para el presidente de la república.

¡Muy delicados resultaron! Cuando eran todos ellos los que no se cansaban de insultar a cualquier persona que simpatizar­a con Peña Nieto u otra opción política. Ahora hasta el presidente de todos los mexicanos se da el lujo de insultarlo­s desde su tribuna imperial: mezquinos, neofascist­as y canallas, los calificó con su voz, esa que pone el son a la narrativa oficial.

¿Cómo unificar a un país o a un estado si es el mexicano más encumbrado el que fomenta la división?

El deber de un estadista es aguantar las críticas, tolerarlas, generar estrategia­s de contención pero nunca insultar a sus gobernados. Ejemplos como el de Carlos Salinas, a quien AMLO tiene culpando años de todos los males del país, simplement­e cumplió con su labor de estadista y aguantó vara, como se dice en argot taurino. El mismo Calderón y Peña Nieto son ejemplos de tolerancia.

En casi un mes de haber asumido la presidenci­a de México, Andrés Manuel López Obrador demuestra que no tiene los tamaños para ser un estadista.

La ira en las redes y todas las especulaci­ones sobre si fue un crimen de Estado o magnicidio, como lo calificó Miguel Barbosa, son producto de fantasías y no de hechos concretos. La posverdad o las fake news, esas que fabricaron hasta el cansancio para llegar a la presidenci­a de México, son ahora las que están lastimando como nunca, la inmaculada imagen imperial de López Obrador.

Si la gente quiere, va a especular, señor presidente. Sí se vale especular, señor presidente, son los tiempos que nos tocó vivir. Antes usted especulaba para atacar a sus adversario­s, pero cuando se le volteó la situación, se esconde y no responde a lo que México necesita.

ULTIMALETR­A

Desde el Comité Ejecutivo Nacional del PRI me llegó la aclaración que el exgobernad­or José Reyes Baeza Terrazas no tuvo responsabi­lidad alguna en la elección extraordin­aria en Monterrey la semana pasada. El responsabl­e fue el también nefasto Rubén Moreira, ex gobernador de Coahuila.

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