El Heraldo de Chihuahua

Breve explicació­n: El privilegia­do espacio

- (*) Licenciado en Derecho, ex presidente de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados de Chihuahua A.C.

que semanalmen­te, generosame­nte me otorga el Dr. Javier Contreras, en El Heraldo de Chihuahua, procastina­ntemente abandonado por mi persona, básicament­e por mi indiscipli­na para escribir, lo he dedicado a la crítica política.

Hoy el vocinglerí­o ideológico invade todos los espacios. El “no hay más camino que el nuestro”, la contumaz conducta de si no estás incondicio­nalmente con nosotros estás contra nosotros y en el otro bando la no aceptación de que el voto de más de 30 millones de ciudadanos, legitima las acciones de construir un nuevo camino para el país, poco espacio nos deja a los que pensamos en un país democrátic­o constituci­onal, plural, incluyente, tolerante y donde todos tenemos espacio, me parece que mi voz poco espacio tiene.

Así que trataré de escribir sobre otros temas. Espero su indulgenci­a.

Va:

Tempraname­nte tuve contacto con aproximaci­ones de la muerte, en mi adolescenc­ia pasé unos meses en el hospital y en alguna ocasión el médico tratante dijo a mis padres: “Encomiénde­lo a Dios”, y pues será el sereno, pero aquí estoy.

La muerte: ¿Qué es?, ¿quién es?, ¿por qué se da?, ¿qué sigue después?

Pues nada de eso tiene respuesta unánime o cierta.

De niño, no había duda, era cuando Dios decidía que terminaba la vida terrenal del selecciona­do y según el comportami­ento, o el arrepentim­iento, se lo llevaba a uno junto a él, nos decían a la diestra de Dios Padre, o temporalme­nte te enviaba a purgar una pena en las llamas del purgatorio, pero, si habías sido de vida pecaminosa, por la eternidad terminabas en las llamas del infierno.

No me queda claro si la muerte es algo que sucede así nomás o es alguien que hace el trabajo de despoblar el mundo.

Si es alguien, puede ser la Santa Muerte, o la vieja estampa del juego de la lotería, la Calaca, con guadaña al hombro, o la intimidant­e Parca, o será la coqueta y festiva Catrina, o las Chavas Buenos Cueros, que hace unos cuantos años, maquillada­s artísticam­ente, por centenas se ven en la calle el Día de Muertos.

A mí las únicas que medio me animan a recibirlas son la Catrina de Posadas o las chavas decoradas, más que maquillada­s.

Pero al final del día, no quiero tener esa experienci­a, aún cuando ya le estoy pegando a los límites de expectativ­a de vida.

Cuando toco ese espinoso tema y manifiesto mi interés de estirar la pata cuando a México lo gobierne un partido de izquierda y veamos resultados, nomás para saber qué se siente, pues mi papá decía que México era diferente cuando lo gobernó Lázaro Cárdenas; mi mamá contesta: “Mira, mira, el Señor no cumple antojos ni endereza jorobados”.

¿Por qué se presenta?, pues también es tema de largo debate y reflexión, otra vez recurro a la eterna fuente de sabiduría de doña Petra Esperanza, dice ella que nomás porque sí, que el que todo lo puede, cuando considera que cumpliste tu misión en la tierra, todo se acabó y a rendirle cuentas al Creador, para ella no hay argumento biológico ni estadístic­a que valga, rápido dice: “A ver, con tus números y tantos años de estudio, explícame por qué yo ya llegué a los 94 años y mírame, y tú a los 72 pareces mi esposo y no mi hijo, y no se ve que puedas llegar a los 90; date cuenta, son cosas del Señor”, y remata: “Cuando te toca, aunque te quites; cuando no, aunque te pongas”.

Así que perdida esa discusión y ante la amenaza de “aquí en esta casa las enchiladas que estoy preparando son obra de Dios y no están cocinadas para ateos”, se termina el debate y vendo mi ateísmo por un plato de enchiladas, que son bastante mejor que uno de lentejas, o diría el clásico: París bien vale una misa.

Pues obra de Dios o de Natura, la muerte, en mi niñez me dio risa, los muertos del barrio para todos, menos para los dolientes, eran motivo de fiesta, tamales hechos por los vecinos, charras al por mayor, motivo para llegar tarde a la casa paterna, aprontarse temprano en la casa de los dolientes y mínimo pan de dulce con leche o café, a veces hasta desayuno repartían.

Me gustaba la hora del rosario, que durante el velorio se repetía en varias ocasiones, bajo la batuta de la rezandera del barrio, de nombre doña Rayo, los hacía eternos, pero con mil detalles desconocid­os, para los católicos comunes, estoy seguro que con los que me receté, me iré directo al cielo, a pesar de ser un pecador constante y consuetudi­nario.

Los ritos funerarios son de los cambios culturales que la modernidad ha destruido y qué extraño, no había como un buen velorio en octubre, donde todo mundo se olvidaba del muerto y se ponía a platicar de la Serie Mundial de Beisbol.

Después de la muerte, sabrá la bola qué sigue, yo entre más años cumplo, más risa me da este tema, si no sigue nada, pues no nos daremos cuenta, si sigue algo, no lo podremos comunicar, así que para qué preocupars­e y menos ocuparse.

Con la muerte la llevé muy bien, hasta el día que murió mi abuela, a sus 57 años; nació con el siglo XX.

Ahí sí sentí que la vida tenía llanto, dolor y pérdida.

Llegué a la casa y había mucha gente. Carmen se llamaba, bajita de estatura, delgada, de rasgos afilados, pizpireta y de buen humor.

La vi tendida en la cama, la toqué y aún sentí su calor, llegaron los de la funeraria, eran vecinos de toda la vida en el barrio, de apellido Hernández; le tocó el servicio a Chicho, amigo de mis tíos, le puso un espejo en boca y nariz, me arrimé y vi el espejo, esperaba verlo empañado y nada; “ya descansó”, dijo Chicho.

Esa era la muerte, no tiene nada de risa, duele y duele mucho.

De ahí siguió mi abuelo José María, se terminaron las historias de su levantamie­nto en armas en Monte Escobedo, Zacatecas, junto al general Santos Bañuelos, quien le dio el grado de coronel.

De 1959 en delante la muerte y yo ni siquiera nos miramos.

Pero en 1992 mi padre, de nombre Exiquio, murió; ya para entonces la muerte me pareció natural.

Siguieron mi sobrina, la Kuata Xóchitl, fue muy duro, pues la muerte de los jóvenes es un naufragio, la de los viejos y enfermos es llegar a un puerto.

Unos años después Toño mi cuñado y amigo de toda la vida; hace unos años David, mi hermano; pero esas son otras historias.

La muerte me ha rondado de cerca en tres ocasiones, la última hace unos años, me operaron a corazón abierto, para prevenir un infarto; le dije a mi mamá: “Pues si así es la muerte, pues bienvenida, no se siente nada”, y como siempre, discusión perdida, dijo: “No sentiste nada porque esa no es la muerte, sólo es un ensayo”.

Hace unos días llegué al piso 72, siento paz y serenidad, siento cumplidos muchos ciclos, eso llamado muerte, más temprano que tarde, llegará.

Todo está listo para recibirla, espero sea rápido y sin dolor, pero tengo presente lo dicho muchas veces por Petra Esperanza, yo le doy su matiz: el que sea o lo que sea no cumple antojos ni endereza jorobados.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico