Transitar por la historia social
de Chihuahua es apasionante. La historia del trabajo es parte de ella y la vida de don Francisco González García y sus compañeros jubilados, remite a una historia de trabajadores: la ferrocarrilera.
Don Francisco González García cruza la Avenida Hidalgo, columna vertebral de la colonia Industrial en la ciudad de Chihuahua. Camina como solo saben hacerlo los hombres que rasguñan las 9 décadas de edad. Camina con la dignidad de sus 89 años de vida y con la autoridad que da no solo su dilatada existencia, sino una presencia ganada a pulso en las lides laborales, familiares y de amistad. Se dirige a la glorieta “Jesús García” en donde le esperan sus amigos de todas las tardes: Héctor Blancarte, El “Pollo” Chávez”, Luis Delgado, Humberto Rodríguez, José Grimaldo, Óscar Ramírez, Rafael Vega Aguiñaga, Óscar Canales, Jaime Francisco Márquez Burrola y hasta hace poco José Luis Blancarte, quien se adelantó en el viaje sin retorno.
En este espacio se da un ambiente que refleja una verdad: “Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo”, y así, cotidianamente, el grupo al que une de alguna manera el ferrocarril muestra que la amistad es el gran vínculo entre el hogar y el mundo. Los recuerdos, las anécdotas, las bromas y desde luego los apoyos y consejos derivados de una chorcha de hombres maduros muestran que este tipo de amistad lleva a perdurar en la vejez y da para comprender que vivimos en un mundo en donde, como dice Carlos Fuentes, no existe nadie que no haya hecho enemigos pero también que ningún enemigo alcanzará la altura de un amigo.
El grupo de amigos cultiva valores de vivencia manifiestos en sus expresiones cultural y social, que sin duda les lleva a un bienestar mental, y en no pocas ocasiones la diaria interacción sirve de consuelo y bálsamo para viejas heridas que los golpes del destino les dieron en alguna etapa de su vida. En suma, las tardes de reunión en la glorieta reflejan una amistad verdadera que permite a los dignos ferrocarrileros jubilados mutua libertad, respeto a los distintos pareceres, afecto y calor sin pedir nada a cambio, y renovarla en cada reencuentro.
Ahí es donde precisamente llega tarde a tarde don Francisco González García a reunirse con sus compañeros ferrocarrileros, quienes están dispuestos a ofrecer sus recuerdos a quien los solicita y desde luego motiva a saber el cómo un grupo de trabajadores que transitaron más de 40 años en promedio en las lides ferrocarrileras, se apropiaron de los secretos de su carrera profesional; cómo recibieron, entendieron y operaron los instrumentos con los que laboraban; cómo se organizaban socialmente para efectuar su trabajo; cómo, en tanto sujetos colectivos implicados en diferentes actividades, resolvían sus ubicaciones y conflictos laborales, y cómo, a través de los procesos de creación cultural derivados del trabajo ferrocarrilero, generaron ciertas representaciones colectivas, formas de vida, sistemas de valores, pautas de conducta y otras expresiones de cosmovisión específica.
INCREÍBLE PERO CIERTO
El testimonio de éste grupo de obreros jubilados, encabezados por don Francisco, da para esto y más. En primer lugar, la información llevó a explicaciones de ciertas alternativas y estrategias sociales que los obreros ferrocarrileros de la empresa Ferrocarriles Nacionales de México desplegaron para conocer, apropiarse y transformar el entorno en que desarrollaron su trabajo. Ejemplo de esto son los testimonios de los obreros de vía que día a día construyeron caminos de hierro a la par que dinamitaban obstáculos y extraían piedra, cal, arena y muchos materiales tanto para construir y mantener las vías como para edificar oficinas y casas para los funcionarios. Por su parte los garroteros de camino, los maquinistas y conductores se apropiaron de realidades como fueron las diversas poblaciones por las que transitaron y que, en el caso de los trenes de pasajeros, identificaban con fuerte voz: “El Sauz”, “Samalayuca”, “El Sueco” y muchas más. Y no solo las poblaciones: convivieron con su gente, conocieron diversa mercancía, las rancherías, congregaciones, pueblos y ciudades a donde arribaban. Del mismo modo debieron aprender a lidiar con cargas especiales como ganado, maíz, aceites, grasas, maquinaria, y resolver la problemática de embarque y cuidado de las mercancías durante el traslado.
A buena parte de los jubilados de la glorieta les tocó enfrentar cambios tecnológicos trascendentes. Varios de los ferrocarrileros de este grupo vieron pasar el tránsito de la máquina de vapor a la modalidad eléctrica o la de diésel, la transformación del garrote para frenar los carros en formas e instrumentos más complicados y entendieron las modalidades de organización laboral y social las que estuvieron expuestos. Asimilaron la posición jerárquica correspondiente y se empoderaron de la realidad de lo que ellos denominan “cinco ramas de trabajo”: transporte, “alambres”, oficinas, talleres y trabajo de vía. Jubilados de Trabajadores de
Así mismo, don Francisco y sus compañeros ferrocarrileros muestran como su trabajo no fue una rutina aburrida, ruda, peligrosa o repetitiva. Al contrario, las tareas diarias permitieron a los obreros una dinámica participación en nuevas formas de hacer las cosas, de organizarse, de relacionarse y con ello lograr una identificación positiva, forjada en la actividad concreta que realizaron en la interacción con sus compañeros en el patio, en el camino, en el taller, en la oficina, pero también en el campo deportivo, en la iglesia, en la fiesta de quince años, en la celebración del Día del Ferrocarrilero y en las cantinas del barrio. En los espacios de trabajo se dio una socialización manifiesta en actividades de compañerismo cotidiano, como sucedió en talleres, lugar en donde a la hora de “la vianda” se reunían en torno a uno de los calentones para ofrecer su comida a todo el conglomerado. Ahí no había autoridad, se daba una interacción y comunicación en la que campeaba el buen humor y el relajamiento frente a una dura jornada de trabajo. En lo propiamente laboral, todo mundo asumía el rol correspondiente que desempeñaba en la vida cotidiana.
Todas estas actividades y decisiones son parte de una historia del trabajo, en este caso ferrocarrilera, que por razones de espacio no aborda la experiencia gremial, pero que deberá hacerse.