La odiosa comparación entre ayer y hoy
Las comparaciones son odiosas. Creo que a todos nos queda más que claro. Pero hay algo que a todos nos agrada hacer, sobre todo cuando se trata de épocas y, sin duda, cuando estamos presentes esas dos o tres generaciones ahí, en el mismo sitio donde los
El caso viene porque hace unos días una de mis sobrinas preguntó en una reunión familiar si era verdad que alguna vez tuvimos televisión en blanco y negro; a sus doce años de edad, es natural que existan cosas que no se imaginaba ni en sueños, como a nosotros nos ocurrió a esa edad, claro, con otros ejemplos.
Incluso recordamos ahí, cuando uno de mis hermanos le preguntó a mi abuelo, hace muchos años por cierto, cuánto tiempo hacía, en su juventud, para viajar de un pueblo a otro si no había vehículos automotores. Aquella respuesta nos sorprendió sobremanera, porque el abuelo le dijo a mi hermano que de Casas Grandes a Chihuahua se hacía un día de camino, en tren.
Pero regresamos a la pregunta de mi sobrina de si en nuestros tiempos había televisión en blanco y negro. “Sí”, le dijimos, pero no sólo eso: no teníamos más que dos canales para ver y los domingos había algo que se llamaba “Cine permanencia voluntaria” y el todopoderoso “Siempre en domingo”, que duraba de las cuatro de la tarde a las 10 de la noche.
“Cine permanencia voluntaria” eran dos películas todo el domingo, y ahí te podías pasar todo el día viendo una y otra vez la misma programación. “¿No había cable ni Netflix?”, preguntó mi sobrina, y al responderle que no, su reacción fue natural: “Pues qué aburrido”. “No”, le dijo mi hermana, “porque los sábados teníamos películas de Viruta y Capulina, de Pili y Mili y de Chabelo.
“Ay, ay… ¿Chabelo hizo películas?”, volvió a preguntar la sobrina. “Sí: Chabelo y Pepito contra los monstruos”, o también veíamos “Santo y Blue Demon contra
las mujeres vampiro”. ¿Y entre semana?, preguntó la para ese momento inquieta sobrina… “Entre semana el Chavo del Ocho, los lunes y muchos programas como El Túnel del Tiempo, Bonanza, El Gran Chaparral y a media tarde las mamás veían sus novelas. Pero ¿aburrirnos?: jamás, porque además como no teníamos internet, pues había muchísimos juegos de mesa que nos mantenían ocupados.
Y ahí siguió toda una larga lista de cosas que teníamos y que hoy no se tienen o no se quieren tener. Independientemente de la tecnología, en nuestro ayer hubo cosas verdaderamente hermosas y si las comparamos con hoy, sabemos que si bien no compiten, sí están en un museo de recuerdos que cada vez que hay oportunidad, salen al menos en eso, en recuerdos.
Y ahí surgen también actitudes, acciones, costumbres, prácticas y hábitos que pueden ser comparados sin ninguna intención más que saber qué teníamos y qué tenemos… qué tuvimos y qué perdimos… qué añoramos y qué nos faltó; por ejemplo, quién no recuerda aquellas tardes lluviosas de sábados en casa jugando a Serpientes y Escaleras. Pero ¡estábamos todos sentados jugando! Y… ¿hoy?...
Hoy cada quien juega en la soledad de su tablet o su teléfono celular y si antes nos sentábamos a la mesa a jugar damas chinas, hoy nuestros hijos adolescentes quieren jugar sus propios videojuegos y quizá en línea con sus “amigos” virtuales.
Antes teníamos tiempo de hablar, de jugar todos juntos, de salir a la calle y divertirnos con algo entre todos, juegos hechizos e inventados con tal de andar corriendo y brincoteando, pero jamás “enterrados” en un videojuego que hace más sedentarios a los niños y jóvenes porque no hay más ejercicio que el que hacen los dedos de las manos.
Antes comíamos papillas que mamá cocinaba con verduras de verdad, caldos de gallina y arroz frito en la sartén con manteca de puerco… y no recuerdo que nos hayan llevado alguna vez con el médico por intoxicación por ingesta de alimentos o por haber comido frutas arrancadas de un árbol del patio de la casa…
Hoy los niños quieren pizza en la mañana, pizza en la tarde y pizza en la noche, porque ya no tenemos tiempo, por la agenda de trabajo de ambos, papá y mamá, de preparar los alimentos que a nosotros nos hicieron felices; antes tuvimos tiempo de comer todos juntos, a las dos de la tarde y después cada quien a sus ocupaciones: trabajo, tareas escolares, juegos en la calle, lavar los trastes, limpiar la casa… hoy cada quien come a la hora que puede, lo que quiera prepararse y, después, Facebook, redes sociales, mensajes de texto.
Antes hablábamos entre todos personalmente, hoy la comunicación es a través del teléfono celular, el Messenger u algo más sofisticado; antes nos enviábamos saludos por carta, hoy es por correo electrónico (que por cierto, el correo electrónico también está a punto de fenecer)… antes jugábamos juegos entre todos, hoy los juegos nos juegan a nosotros de manera individual.
Las comparaciones son odiosas, cierto, pero a veces vale la pena saber si lo que tuvimos lo dejamos ir o lo perdimos por algo mejor y no estoy muy seguro si algunas de aquellas prácticas que nuestros padres nos inculcaron, se puedan rescatar para bien de nuestras actuales generaciones. No es culpa de mi sobrina el no saber que en nuestra época había televisión en blanco y negro, lo que valdría la pena hacerle saber es cuál fue el contexto de aquella época en blanco y negro y qué había alrededor de las carencias para suplirlas con convivencia..
Antes pedíamos permiso para salir, hoy nuestros hijos nos avisan (a veces) que se van; antes ofrecíamos una disculpa por alzar la voz a nuestros papás, hoy los papás pedimos perdón por levantar la voz a nuestros hijos; antes investigábamos la tarea en libros de enciclopedias o estampitas compradas (monografías), hoy nuestros hijos copian los textos de las tareas en cualquier buscador de internet.
Antes hacíamos ensayos en una máquina de escribir, hoy los ensayos son gratis en internet y nuestros hijos pueden hacer “copy” sin problemas de derechos de autor; antes llevábamos gomas para borrar errores, hoy los hijos no pueden vivir sin corrector blanco… antes éramos niños con las rodillas raspadas de tanto jugar caninas o al trompo y hoy, nuestros hijos empiezan con problemas de artritis de tanto usar las manos y sus dedos en el teclado de sus teléfonos celulares.
¿Las comparaciones son odiosas? Es posible que sí, pero muchas veces es importante rescatar aquellos recuerdos porque si dejamos pasar la historia sin compartirla a las nuevas generaciones, corremos el riesgo de borrar muchas cosas hermosas que nos hicieron felices en nuestra infancia y nuestra adolescencia. Sí, tuvimos televisión en blanco y negro… tuvimos a Viruta y Capulina, “Cine permanencia voluntaria” y pedíamos permiso para salir… hoy no estoy muy seguro a dónde van nuestras generaciones, porque ya no piden permiso… yo sólo escribo cosas comunes. ¡Buen domingo en familia!