El Heraldo de Chihuahua

La odiosa comparació­n entre ayer y hoy

Las comparacio­nes son odiosas. Creo que a todos nos queda más que claro. Pero hay algo que a todos nos agrada hacer, sobre todo cuando se trata de épocas y, sin duda, cuando estamos presentes esas dos o tres generacion­es ahí, en el mismo sitio donde los

- Por José Luis García

El caso viene porque hace unos días una de mis sobrinas preguntó en una reunión familiar si era verdad que alguna vez tuvimos televisión en blanco y negro; a sus doce años de edad, es natural que existan cosas que no se imaginaba ni en sueños, como a nosotros nos ocurrió a esa edad, claro, con otros ejemplos.

Incluso recordamos ahí, cuando uno de mis hermanos le preguntó a mi abuelo, hace muchos años por cierto, cuánto tiempo hacía, en su juventud, para viajar de un pueblo a otro si no había vehículos automotore­s. Aquella respuesta nos sorprendió sobremaner­a, porque el abuelo le dijo a mi hermano que de Casas Grandes a Chihuahua se hacía un día de camino, en tren.

Pero regresamos a la pregunta de mi sobrina de si en nuestros tiempos había televisión en blanco y negro. “Sí”, le dijimos, pero no sólo eso: no teníamos más que dos canales para ver y los domingos había algo que se llamaba “Cine permanenci­a voluntaria” y el todopodero­so “Siempre en domingo”, que duraba de las cuatro de la tarde a las 10 de la noche.

“Cine permanenci­a voluntaria” eran dos películas todo el domingo, y ahí te podías pasar todo el día viendo una y otra vez la misma programaci­ón. “¿No había cable ni Netflix?”, preguntó mi sobrina, y al responderl­e que no, su reacción fue natural: “Pues qué aburrido”. “No”, le dijo mi hermana, “porque los sábados teníamos películas de Viruta y Capulina, de Pili y Mili y de Chabelo.

“Ay, ay… ¿Chabelo hizo películas?”, volvió a preguntar la sobrina. “Sí: Chabelo y Pepito contra los monstruos”, o también veíamos “Santo y Blue Demon contra

las mujeres vampiro”. ¿Y entre semana?, preguntó la para ese momento inquieta sobrina… “Entre semana el Chavo del Ocho, los lunes y muchos programas como El Túnel del Tiempo, Bonanza, El Gran Chaparral y a media tarde las mamás veían sus novelas. Pero ¿aburrirnos?: jamás, porque además como no teníamos internet, pues había muchísimos juegos de mesa que nos mantenían ocupados.

Y ahí siguió toda una larga lista de cosas que teníamos y que hoy no se tienen o no se quieren tener. Independie­ntemente de la tecnología, en nuestro ayer hubo cosas verdaderam­ente hermosas y si las comparamos con hoy, sabemos que si bien no compiten, sí están en un museo de recuerdos que cada vez que hay oportunida­d, salen al menos en eso, en recuerdos.

Y ahí surgen también actitudes, acciones, costumbres, prácticas y hábitos que pueden ser comparados sin ninguna intención más que saber qué teníamos y qué tenemos… qué tuvimos y qué perdimos… qué añoramos y qué nos faltó; por ejemplo, quién no recuerda aquellas tardes lluviosas de sábados en casa jugando a Serpientes y Escaleras. Pero ¡estábamos todos sentados jugando! Y… ¿hoy?...

Hoy cada quien juega en la soledad de su tablet o su teléfono celular y si antes nos sentábamos a la mesa a jugar damas chinas, hoy nuestros hijos adolescent­es quieren jugar sus propios videojuego­s y quizá en línea con sus “amigos” virtuales.

Antes teníamos tiempo de hablar, de jugar todos juntos, de salir a la calle y divertirno­s con algo entre todos, juegos hechizos e inventados con tal de andar corriendo y brincotean­do, pero jamás “enterrados” en un videojuego que hace más sedentario­s a los niños y jóvenes porque no hay más ejercicio que el que hacen los dedos de las manos.

Antes comíamos papillas que mamá cocinaba con verduras de verdad, caldos de gallina y arroz frito en la sartén con manteca de puerco… y no recuerdo que nos hayan llevado alguna vez con el médico por intoxicaci­ón por ingesta de alimentos o por haber comido frutas arrancadas de un árbol del patio de la casa…

Hoy los niños quieren pizza en la mañana, pizza en la tarde y pizza en la noche, porque ya no tenemos tiempo, por la agenda de trabajo de ambos, papá y mamá, de preparar los alimentos que a nosotros nos hicieron felices; antes tuvimos tiempo de comer todos juntos, a las dos de la tarde y después cada quien a sus ocupacione­s: trabajo, tareas escolares, juegos en la calle, lavar los trastes, limpiar la casa… hoy cada quien come a la hora que puede, lo que quiera prepararse y, después, Facebook, redes sociales, mensajes de texto.

Antes hablábamos entre todos personalme­nte, hoy la comunicaci­ón es a través del teléfono celular, el Messenger u algo más sofisticad­o; antes nos enviábamos saludos por carta, hoy es por correo electrónic­o (que por cierto, el correo electrónic­o también está a punto de fenecer)… antes jugábamos juegos entre todos, hoy los juegos nos juegan a nosotros de manera individual.

Las comparacio­nes son odiosas, cierto, pero a veces vale la pena saber si lo que tuvimos lo dejamos ir o lo perdimos por algo mejor y no estoy muy seguro si algunas de aquellas prácticas que nuestros padres nos inculcaron, se puedan rescatar para bien de nuestras actuales generacion­es. No es culpa de mi sobrina el no saber que en nuestra época había televisión en blanco y negro, lo que valdría la pena hacerle saber es cuál fue el contexto de aquella época en blanco y negro y qué había alrededor de las carencias para suplirlas con convivenci­a..

Antes pedíamos permiso para salir, hoy nuestros hijos nos avisan (a veces) que se van; antes ofrecíamos una disculpa por alzar la voz a nuestros papás, hoy los papás pedimos perdón por levantar la voz a nuestros hijos; antes investigáb­amos la tarea en libros de encicloped­ias o estampitas compradas (monografía­s), hoy nuestros hijos copian los textos de las tareas en cualquier buscador de internet.

Antes hacíamos ensayos en una máquina de escribir, hoy los ensayos son gratis en internet y nuestros hijos pueden hacer “copy” sin problemas de derechos de autor; antes llevábamos gomas para borrar errores, hoy los hijos no pueden vivir sin corrector blanco… antes éramos niños con las rodillas raspadas de tanto jugar caninas o al trompo y hoy, nuestros hijos empiezan con problemas de artritis de tanto usar las manos y sus dedos en el teclado de sus teléfonos celulares.

¿Las comparacio­nes son odiosas? Es posible que sí, pero muchas veces es importante rescatar aquellos recuerdos porque si dejamos pasar la historia sin compartirl­a a las nuevas generacion­es, corremos el riesgo de borrar muchas cosas hermosas que nos hicieron felices en nuestra infancia y nuestra adolescenc­ia. Sí, tuvimos televisión en blanco y negro… tuvimos a Viruta y Capulina, “Cine permanenci­a voluntaria” y pedíamos permiso para salir… hoy no estoy muy seguro a dónde van nuestras generacion­es, porque ya no piden permiso… yo sólo escribo cosas comunes. ¡Buen domingo en familia!

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico