Rosa Luxemburg (1871-1919). Cien años de su muerte
“El total olvido en que marxistas y no marxistas, por igual, han sostenido respecto a la dimensión feminista de Rosa Luxemburg exige una inmediata reapreciación de la gran revolucionaria. Además, los actuales movimientos de liberación de la mujer deberían
El siglo XX trajo consigo cambios económicos, científicos, tecnológicos y culturales de tal dimensión, que hasta entonces la humanidad no había vislumbrado, ni siquiera imaginado, salvo en la literatura, específicamente a través de algunas de las obras de Julio Verne que se hicieron famosas en la medianía del siglo anterior. Todo se trastocó: las distancias se acortaron a través del aeroplano, el automóvil y el teléfono, surgieron las grandes ciudades con sus conglomerados industriales y una clase obrera necesitada de tomar conciencia del lugar que le correspondía socialmente y en el cual era uno de los principales protagonistas. En México no se apagaban las brasas de una revolución de carácter rural, cuando en octubre de 1917 los obreros rusos derrocaban al gobierno imperialista representado por el zarismo.
En ese contexto del nuevo mundo, donde el capitalismo avanzaba por una vía y en paralelo el movimiento revolucionario, emergió la mujer como protagonista de primera línea. En todos los países, incluyendo México, se empezaron a conocer los nombres de grandes personalidades femeninas que destacaban en la ciencia, el arte, la tecnología y, por supuesto en los movimientos sociales. Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania lograban portentosos avances en la construcción del capitalismo moderno, pero en contraparte se desarrollaba un gran movimiento socialista. El triunfo de la revolución rusa estaba demostrando que los obreros podían tomar el poder y que sí era posible la revolución mundial aplicando la teoría desarrollada por Carlos Marx, Federico Engels durante la segunda mitad del siglo XIX.
Después de octubre de 1917, Vladimir Ilich Lenin se había convertido en el gran líder de la revolución rusa. Desde su posición en el Partido Bolchevique irradiaba una influencia general en todos los países de Europa y en esa escalada revolucionario surgieron importantes liderazgos, pero entre todos se destacó el nombre de una mujer: Rosa Luxemburg, quien para entonces había acumulado gran experiencia en la organización de las masas, a la vez que se ubicaba como una de las principales seguidoras de Marx por sus importantes contribuciones a la teoría revolucionaria. Si tuviera que buscar una forma de medir su estatura a mediados del mes de enero de 1919 en que fue asesinada podría afirmar, como lo afirmo, que en ese momento del movimiento revolucionario alemán representaba el mismo nivel que Lenin en el movimiento revolucionario de Rusia.
A esa enorme mujer le dedico la fragua de este domingo, a unos cuantos días de que se cumplan los cien años en que fue vilmente asesinada, el 15 de enero del año 1919, junto con otros líderes de la revolución alemana.
LA ROSA ROJA DE LA REVOLUCIÓN
Rosa Luxemburg nació el 5 de marzo de 1871 en la pequeña localidad de Zamosc perteneciente a la Polonia dominada por la Rusia zarista que ejercía el control absoluto sobre la política y la economía, imponiendo además el ruso como lengua oficial. Fue hija de un comerciante miembro de la comunidad judía que en 1873 se estableció en Varsovia, donde ella hizo sus estudios de secundaria, sobresaliendo desde entonces por sus dotes intelectuales y por sus inquietudes sociales en favor de la justicia y contra la opresión de cualquier signo.
En 1889 viajó a Zurich para estudiar en la universidad, relacionándose con los círculos de revolucionarios exiliados rusos y polacos. Conoció, entre otros, a Leo Jogiches, con quien mantendría una relación amorosa
hasta 1907 y de militante hasta el final de su vida. Jogiches fue una de las personas que más influyó sobre ella, determinando de alguna manera su orientación vital.
En 1898 se trasladó a Alemania, donde se integró al movimiento obrero, participando en la prensa combativa, desde donde sostuvo la lucha ideológica contra las ideas conservadoras en las filas de la socialdemocracia.
En 1905 Rosa se regresó clandestinamente a Varsovia para incorporarse al movimiento revolucionario que había estallado en Rusia. Muy pronto ocupó su puesto en la dirección del movimiento polaco, integrándose de lleno a las grandes movilizaciones obreras. Al año siguiente pasó una temporada en Finlandia, donde trabajó intensamente con Lenin y otros dirigentes bolcheviques, dándose el tiempo para escribir Huelga de masas, partido y sindicatos, texto en el que sistematizó la experiencia de los obreros rusos en el movimiento de 1905
En 1914, a punto de estallar la guerra, la mayoría de los diputados del Partido Social demócrata alemán apoyaron al gobierno, traicionando la postura del movimiento internacionalista. Uno de los pocos representantes que se opusieron fue Kart Liebknetch, quien se erigió como líder natural del antibelicismo. Junto con él, Rosa Luxemburg y otros dirigentes socialista fundaron el “Grupo Internacional” que luego adoptó el nombre de “Liga Espartaquista”, donde ella se distinguió por la manera en que denunciaba los intereses de la burguesía en la guerra, desplegando una oratoria precisa y profunda llamando al proletariado a la desobediencia masiva. Pronto fue señalada por la policía que la acusaba, entre otras cosas, de incitar a los soldados a desobedecer a sus jefes.
Entre los años de 1915 y 1918 pasó buena parte de su vida en la cárcel, donde aprovechó el tiempo redactando varios textos como “La crisis de la socialdemocracia”, que se convirtió en el manual para la formación de los obreros revolucionarios. También escribió desde la cárcel “La revolución rusa”, donde desarrolló sus ideas sobre el bolchevismo ruso y las primeras acciones que se aplicaron desde el momento de la toma del poder en octubre de 1917. Este escrito contiene su total apoyo solidario con el movimiento bolchevique, a la vez que en su contenido se refleja la triple dimensión de su pensamiento que se define en su postura: socialista, demócrata y revolucionaria, sin embargo esta importante obra se publicó hasta 1922 cuando ya habían pasado tres años de su muerte.
En noviembre de 1918 es derrocado el kaiser Guillermo II, la agitación se generalizó en Alemania, se proclamó la República de Weimar. Las condiciones para la revolución socialista han llegado. El gobierno quedó en poder de los social demócratas moderados que se habían unido a la guerra. En su nueva condición como gobierno, los traidores pactaron con el ejército nacional y con los “freikorps”, cuerpo paramilitar que se había integrado con soldados veteranos que habían formado parte del ejército del Kaiser y que se caracterizaban por el odio rabioso contra los socialistas.
El 1 de enero de 1919 la Liga Espartaquista logró la formación del gran frente de unidad con los grupos socialistas más numerosos y experimentados. Rosa Luxemburgo se distinguió en la primera línea de organización. A punto de estallar la huelga general se rompieron todas las formas legales, se reprimió sin piedad a las organizaciones obreras con la consigna de sofocar a como diera lugar el movimiento.
La represión se concentró inicialmente contra los dirigentes, Rosa y Karl estaban señalados como los principales instigadores y desde los primeros días de diciembre pasaron a la clandestinidad. El día 15 de enero durante la noche, fue tomado el domicilio donde se encontraban. Frente al comando de asalto, Rosa tomó algunos libros, los metió en una valija y se dejó conducir tranquilamente, pensando que la llevarían a la cárcel, como había sucedido en ocasiones anteriores. Los soldados informaron a sus superiores y se les ordenó que los entregaran a los jefes de los freikorps, quienes golpearon salvajemente a los dirigentes espartaquistas, primero con las culatas de los rifles en la cabeza y cuando ya se encontraban caídos, los remataron a balazos. Arrastraron los cuerpos ensangrentados hasta el puente Landwerd. El cuerpo de Rosa fue levantado por los paramilitares que enseguida lo lanzaron al río. Tres meses pasaron hasta que aparecieron los restos destrozados en las aguas sombrías.
Un año antes de su muerte, el 24 de diciembre de 1917, encontrándose en prisión, Rosa le escribió con gran optimismo a Sophia Liebknetch: “Es mi tercera Navidad tras las rejas, pero no lo tome a tragedia. Yo estoy tan tranquila y serena como siempre. (...) ahí estoy yo acostada, quieta y sola, envuelta en estos múltiples paños negros de las tinieblas, del aburrimiento, del cautiverio en invierno (...) y en ese momento late mi corazón con una felicidad interna, indefinible y desconocida. Yo creo que el secreto no es otra cosa más que la vida misma: la profunda penumbra de la noche es tan bella y suave como el terciopelo, si una sabe mirarla”.
Rosa fue una extraordinaria representante del pensamiento y la acción revolucionaria por el socialismo en Europa. Trató con todas sus fuerzas de que se evitara la primera guerra mundial que ocasionó estragos de 1914 a 1918. Junto con Karl Liebneck fue la más importante exponente de las posiciones internacionalistas y antimilitaristas en el Partido Sociodemócrata Alemán. Fue una apasionada y convincente crítica del capitalismo y extraía de este análisis la fuerza de su acción revolucionaria. Llena de esperanzas, se congratulaba por la revolución rusa. Sin embargo, permaneció crítica y despierta como demócrata revolucionaria: en forma visionaria se opuso a la deformación stalinista de la revolución bolchevique.
Durante toda su vida perteneció a las minorías discriminadas, esta situación se debió, en parte a su nacimiento y destino. Aunque no tenía ningún vínculo con la religión, por ser judía sufrió la hostilidad fanática del antisemitismo. Por otra parte, fue atacada por su deseo de vivir con autodeterminación, contra los prejuicios que regían a la sociedad de su época. Estudió y alcanzó los grados más elevados en la universidad, en un momento en que las mujeres todavía eran cuestionadas por desempeñar alguna función pública, incluso entre algunos militantes de los partidos de izquierda.
Su destino estuvo vinculado de manera inseparable al desarrollo del movimiento proletario alemán y a las luchas entre sus distintas tendencias que finalmente derivaron en la división funesta de la socialdemocracia. Fue fundadora del Partido Comunista alemán (KPD) y en su personalidad reunió de manera impresionante el compromiso político con su realización como persona.
Sin hacer concesiones y con voz poderosa defendió sus convicciones. Era de temperamento caluroso y apasionado, capaz de conquistar a todos los que se le aproximaban sin prejuicios, pero a la vez, causaba intimidación a quienes no se sentían a su altura. Ella consideraba la sociedad socialista como una forma de vida humana en comunidad, donde todas las causas de la guerra y de la barbarie deberían ser eliminadas, su profundo deseo de paz hizo que defendiera el socialismo con toda pasión. En uno de sus más emblemáticos postulados sostenía que “libertad es siempre la libertad de aquellos que piensan diferente”.
La revolucionaria alemana Clara Zetkin, una de las amigas que mejor conoció a Rosa, en la profundidad de su pensamiento y sus convicciones escribió después de su muerte:
“En el espíritu de Rosa Luxemburgo el ideal socialista era una pasión avasalladora que todo lo arrollaba; una pasión, a la par, del cerebro y del corazón, que la devoraba y la acuciaba a crear. La única ambición grande y pura de esta mujer sin par, la obra de toda su vida, fue la de preparar la revolución que había de dejar el paso franco al socialismo. El poder vivir la revolución y tomar parte en sus batallas, era para ella la suprema dicha (...) Rosa puso al servicio del socialismo todo lo que era, todo lo que valía, su persona y su vida. La ofrenda de su vida, a la idea, no la hizo tan sólo el día de su muerte; se la había dado ya trozo a trozo, en cada minuto de su existencia de lucha y de trabajo. Por esto podía legítimamente exigir también de los demás, que lo entregaran todo, su vida incluso en aras del socialismo. Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”.
Páginas de la historia y la cultura del estado de Chihuahua Número: 1280