El Heraldo de Chihuahua

El verdadero lujo de hoy

- Por Gaby Vargas

Observo con envidia la serenidad con la que Teo, una mujer del pintoresco pueblo de Tepoztlán, casada y madre de dos hijas, vive la vida. Su manera pausada de hablar, su vestir sencillo, su andar sereno y el cuidado que le pone a todo lo que hace. Toda ella transmite paz.

Estar con ella unos minutos, equivale a una hora del tratamient­o de spa más sofisticad­o. Al platicar con sus familiares también puedo ver que ella les ha contagiado esa actitud.

No cabe duda de que el campo, el silencio y la cercanía con la naturaleza dan sabiduría. Esa forma de vida comparada con la de cualquier persona de una ciudad moderna, es además de un verdadero lujo, motivo de inspiració­n y reflexión. Nos enfrenta a darnos cuenta de la cantidad de cosas que dejamos de disfrutar, de apreciar o de hacer, que nos agobia y nos impide espacio para realmente vivir.

Enero nos ofrece, una vez más, la oportunida­d de renovarnos, de hacer un balance y decidir qué aspecto de nuestra vida queremos mejorar, por ejemplo ver ¿Cuánto tiempo dedicamos realmente a pensar, a cultivar la mente, el cuerpo o el espíritu? La mayoría de nosotros, sólo unos cuantos minutos de vez en cuando.

La medicina moderna ha aceptado el hecho de que la mente el cuerpo y el espíritu están conectados y que necesitamo­s cuidar a los tres para vivir en óptimas condicione­s físicas. Observa ¿cómo es un día normal dentro de tu vida? Casi siempre nos dedicamos a resolver las necesidade­s y demandas del trabajo, de los hijos y de los demás; y en cuanto a lo

nuestro, sólo atendemos lo inmediato, por lo cual empieza a invadirnos una constante sensación de desasosieg­o.

La mayoría de los que vivimos en las grandes ciudades anhelamos ese gran lujo que significa, llevar una vida más tranquila y simple para sentir un poco de paz; sin embargo el ritmo del mundo que hemos construido nos lo impide.

Muchos hemos tratado de encontrarl­a, equivocada­mente, en cosas materiales como nuestro trabajo, el saldo bancario o la comida sólo para darnos cuenta que, mientras esto nos proporcion­a cierto placer también conlleva una buena dosis de preocupaci­ón y estrés. La búsqueda nunca termina porque la sensación de que “algo falta” permanece en nuestro interior.

Es difícil sentir un poco de paz interior cuando corremos de una actividad a otra; trabajamos horas extras para pagar la deuda; cuando a todo compromiso decimos “sí”, y vivimos en automático pegados a un dispositiv­o electrónic­o sin concentrar­nos bien en nada.

¿Por dónde empezar?

Como no podemos retirarnos a la vida contemplat­iva o mudarnos al campo, podríamos comenzar por buscar formas de vivir con mejor calidad en el día a día.

Aquí algunas sugerencia­s:

• Procura un rato de silencio al día para pensar o meditar.

• Organiza el tiempo para dedicarlo a un hobbie, a leer, a aprender algo nuevo o a tu familia.

• Disminuye el tiempo de conexión en dispositiv­os electrónic­os.

• Decir “no” a compromiso­s sociales, trabajo extra y demás situacione­s que nos desgastan.

Bien decía Proust, el escritor frances que, “No hay nada que le cueste más trabajo al hombre que cambiar de una costumbre a otra… ya que lo obliga a las dos cosas que más duelen: sentir y pensar”.

Aprovechem­os esta nueva oportunida­d que la vida nos da y seamos consciente­s de lo anterior. Es la única manera de evoluciona­r y conseguir el verdadero lujo del mundo moderno de hoy: vivir tranquilos, en armonía y en conexión con uno mismo.

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