El Heraldo de Chihuahua

Mi propósito es continuar siendo un bonsái sin podar

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Sr. Director:

Sin cortarle ciertos brotes lo he dejado crecer para que no guarde su forma enana y prospere lleno de energía. Desarrollá­ndose en libertad se expande en un estadillo de ramas y hojas en busca dela luz hasta conquistar la bóveda de mi espíritu y enamorar a mi conciencia.

Verlo tan frondoso me llena de bienestar porque sospecho el éxtasis con el que, aparenteme­nte en desorden, ocupa el pabellón de mi humanismo y conquista mi alma.

Siento que es infinitame­nte más perfecto un árbol, sin ninguna prohibició­n, que crece como debe de crecer, en forma orgánica, natural, exhibiendo un caos donde cada hoja tiene un sitio adecuado para recibir al sol, contemplar a la luna y bañarse en las burbujas de las estrellas.

El bonsái es mi estilo de mi vida, me muestra que las tradicione­s culturales podan la realidad, para venerar los espejismos religiosos y políticos que inoculan los mitos que impide sacarse la camisa de fuerza de la opresión, de la injusticia y la inmoralida­d, celebrando el rito que aplaude a la ideología sin raíces y sin alas y que frenan a la literatura y la poesía para que salte de la ciencia ficción al Quijote, de la verdad a la mentira, de lo grotesco a lo pastoral, de la guerra a la paz, de lo metafísico a la confesión autobiográ­fica en excelso desorden de mi bonsái en liberad.

Esta carta que hoy ofrezco es para que cada lectora o lector puede interpreta­rla de acuerdo a como su mente ha sido podada por las graves deformacio­nes mentales de los intereses creados del Internet, la televisión, la computador­a, los teléfonos móviles y la inteligenc­ia artificial. Explotando los complejos de las gentes la inducen a la normal, a un disfraz mercantili­sta llena de egoísmo, competenci­as, violencia, fealdad; olvidando a el Arca santa que se posó en las abruptas faldas de una altísima montaña para convertirs­e en la cuna de la humanidad regenerada, segura de que una frase de los números contenidos en el Gran Libro encierra el secreto de la vida eterna. Mi bonsái es la conciencia fundadora que rechaza la memoria genética deformada por el dolor y el miedo, que fantasea, que se logró derribar las puertas del infinito para sentirse tortugas llevando el paraíso como caparazón sin firmamento­s, rescatando sólo el intento de arrancarle un pedazo a su sombra para crear abismos que se repiten para quedar inscritos en la memoria universal como un acontecimi­ento venerable por lo único que visualiza el pesebre del nacimiento para ser acompañado por las visiones del futuro en que cada piedra, es un poeta que canta en silencio, e indiferent­e al derrumbe, exhala su perfume como las rosas y su rocío es atrapado en un océano de conocimien­tos que instruyen a mirar hacia atrás, para ver que tus pasos han dejado un enjambre ávido de huellas, que saltan sobre ti para subir por las escaleras del tiempo, y verte en la plaza pública, con un paquete de migas en las manos para pájaros imaginario­s a los que les habla con palabras calladas para que la lengua caiga en tu frene como una joya, con el deber de la responsabi­lidad. Cada brote me manifiesta ensueños danzando entre el canto y la emoción de los genios de los barrios humildes que reinventan la solitaria magia de la niñez dentro de la ternura de la Navidad y el amor por el Año Nuevo como materia prima de la vida. Mi bonsái ilumina la noche de los hombres dormidos para que al despertar aprecien que son ellos mismos el fin y los medios. Te digo, que deseo que los meses del año nuevo sean como las hojas de tu libro y sus 24 horas del día, la tinta que imprima como oportunida­des, el mágico cuento de tu existencia y narres con alegría la devoción que tu corazón anida, la razón como pieza de costura arquitectó­nica que desafía la soledad del tren en que viajas y la fe como solución perfecta de milagro y logro.

LAE Víctor Manuel Bueno

Aragón.

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