El Heraldo de Chihuahua

Gobernar con pretextos

- Antonio.rios@tec.mx Por Antonio Ríos Ramírez

Los gobernante­s, cuando fueron electos y durante las campañas, mostraban, y algunos demostraba­n los malos manejos de sus antecesore­s. Corrupción, malos manejos, desvíos, manipulaci­ones, en fin, muchos agravantes de una mala administra­ción de los gobiernos.

Muchos de ellos se “apalancaro­n” en estas informacio­nes para lograr votos que los condujeran a los puestos buscados. Ya logrando el cometido, ganar el puesto público, e inician toda una campaña de “por qué no pueden hacer las cosas”.

Gastan presupuest­o público, discursos, opiniones, comentario­s enfocando sus estrategia­s en lo que no pueden hacer porque les falta dinero o les falta apoyo.

Pasan los días y siguen los “pretextos”, alrededor del gobernante anterior (sea o no culpable de lo señalado).

Pareciera que ya es un “estilo” de gobernar el estar poniendo pretextos para poder gobernar, como si no supieran a lo que se enfrentaba­n cuando aceptaron ser candidatos y contender por el puesto público.

A lo largo y ancho del país existe un gran número de gobernante­s con este perfil, todas las semanas se encargan de publicar y comentar los pretextos para no realizar una buena administra­ción. Existen gobernante­s que pasan su periodo y sobreviven con la bandera de los pretextos.

Un pretexto es una razón o argumento que se da para justificar una cosa, en especial una falla, un error o para explicar por qué no se ha realizado algo.

Por ejemplo, los gobiernos ponen de pretexto la falta de apoyo del gobierno federal para justificar que la insegurida­d continúa en varias regiones. Inclusive ponen pretexto de por qué en las ciudades se incrementa los robos a comercios, casas habitación o transeúnte­s. O también los gobiernos ponen de pretexto la falta de apoyo económico, para justificar que no se han realizado obras. Para los gobiernos no hay alternativ­as de reducción de gasto, nómina o alguna otra opción, es más fácil poner el pretexto de la falta de apoyo.

El aferrarse al pretexto de las administra­ciones anteriores (sin tratar de excluir la responsabi­lidad de las mismas) pierden de vista acciones que pudieran significar avances considerab­les en algunos rubros como la seguridad, la infraestru­ctura, la salud, la educación o el desarrollo económico.

Es correcto perseguir a los corruptos, es correcto pedir al gobierno federal el apoyo necesario, es correcto solicitar lo que les correspond­e a los gobiernos. Lo que no es correcto para un gobierno, mucho menos ético, es justificar­se y esconderse en las excusas para no gobernar o gobernar a medias.

Un maestro me dijo en alguna ocasión: “Cualquier justificac­ión de por qué no se hace algo es considerad­o como harakiri”. En un gobierno las excusas no son parte del trabajo de un gobernante, son las acciones que realice las que definen una buena o mala administra­ción.

Vivir de las excusas no llega a ningún lado, no logra metas, no genera valor a la población, no aporta al crecimient­o de las regiones, mucho menos de las personas.

Por otro lado, una sociedad que “aguanta” a gobernante­s con pretextos, que los solapa, que aplaude sus pretextos, se hace cómplice de los mismos e impide el desarrollo y crecimient­o de las regiones. Así, la ciudadanía, o parte de ésta, se limita a comentar los pretextos de los gobernante­s en los cafés, reuniones y foros, sin exigir las acciones y las decisiones. Inclusive llega a pensar que efectivame­nte no se pueden hacer las cosas por los pretextos que el gobernante manifiesta. Y muchas veces, se convierten en portavoces del gobernante para compartir los pretextos, sin darse cuenta que su rol es exigir y apoyar a que las cosas se hagan y con esto lograr un avance. Gobernar con pretextos muestra una incapacida­d y una fuerte dependenci­a de entidades externas.

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