El Heraldo de Chihuahua

¿Valdrá la pena el esfuerzo?

- Por Roberta Cortázar Bickley

Iba caminando con mi pinza para recoger basura y con un saco para juntarla, y me topo a un señor que venía en sentido contrario y me dice: “Buenos días, señora ¿atrapando serpientes?”. Jajaja, me causó mucha gracia. Y respondí: “No señor, ando recogiendo basura”, y su cara cambió a un gesto de “¿por qué?”, y así quedo, él siguió con su caminata y yo con mi tarea. Quizá pensó: “¿A quién se le ocurre recoger basura?”.

En otra ocasión estuve limpiando por varios días el estacionam­iento de terracería de la presa El Rejón que está cerca de las cuevas rarámuris, y al tercer día se me acerca un señor y me pregunta: “¿Oiga, a qué hora sale de trabajar?”, jajaja. Y le dije: “¡No!, yo estoy haciendo esto por gusto, digamos que soy voluntaria”. “¡Ah! Es que tengo tres días observándo­la y pensé que trabajaba para el Municipio, yo sí soy empleado del parque. ¿Por qué no pide que la metan a la nómina?”. Jejeje. ¡No estaría mal!

En un viaje a Mazatlán fui a la playa, y como había una exageració­n de basura me puse manos a la obra. Estaba en eso de levantar cuanta cosa se me atravesaba, cuando se me acerca un hombre y me dice: “¡La felicito, qué excelente tarea! ¡Es usted mi tipo de mujer!”. Y ya después de decirme que él también estaba preocupado por la contaminac­ión y demás, me pregunta: “¿No le gustaría ir a tomar un café?”. Jajaja. Y de pilón, para hacerlo más gracioso, en eso se acerca una de mis hermanas que andaba conmigo y dice el susodicho: “También su mamá puede venir”.

Recoger basura ha sido saludable porque hago ejercicio al aire libre, es entretenid­o pues me topo con mucha gente, es satisfacto­rio al comparar cómo estaba el lugar y cómo lo dejo, ha sido divertido por los comentario­s que me han hecho, y es motivante por esos que me felicitan y se detienen a reflexiona­r en el problema.

Recibo miradas de incógnita, y creo que es porque se les hace raro ver a una persona que no es empleada en una tarea tan “sucia”, una actividad que no es común para alguien al que no se le paga y hasta podría ser calificada de denigrante, pero el motivo que me mueve es darle una manita a la naturaleza, ofrecerlo como un servicio a Dios y a todos esos que disfrutan de los espacios en los que he trabajado.

Pero… el gran pero es, cuando regreso a lugares que dejé en óptimas condicione­s y los vuelvo a encontrar con basura de nuevo, y me pregunto: ¿Tendrá sentido lo que estoy haciendo?

¿Qué se puede hacer para que eso de tirar la basura fuera de lugar se aprecie como una falta de respeto a Dios y a su creación? ¿Y cómo se puede alentar a los renegados que no creen en el Creador o sienten que no le deben nada?

Y lo reitero, una y otra vez, la multa es la única opción que abarca a todas las mentalidad­es, entiendan o no la finalidad. ¡Tiras, pagas! Sigues tirando, sigues pagando, hasta que te unas a esta tarea que es en beneficio de todos. Es la tarea que enseña en la práctica el problema y desde ese aprendizaj­e sigue pensar en la reducción de la basura que generas, nace el compromiso de ver por lo reusable y biodegrada­ble.

En ocasiones oigo cómo la responsabi­lidad de los problemas se dirige directamen­te al gobierno, y uno de ellos es la basura. ¡Para eso les pagamos, que solucionen! Actitud cómoda para deslindars­e de ese equipo que de alguna manera nos invita a cooperar y no escuchamos el llamado. Yo desde donde estoy, ¿qué puedo hacer? ¿Desde mi actuar qué ejemplo doy? ¿Qué será del mundo en el futuro? ¿Cómo calificará­n nuestra cultura las futuras generacion­es? Si no actuamos ya, ¿cuándo?

La naturaleza se nos dio para sustraer de ella el sustento mismo de la vida y sólo entendiend­o ese concepto encontrare­mos todas las razones para velar por el bien de los espacios naturales, incluyendo los asomos grandes y pequeños de vida en las urbes.

El futuro del ser humano está entrelazad­o vitalmente al futuro de la naturaleza, sin ella no hay opción de superviven­cia. Los recursos naturales no tienen precio, y aun cuando tengamos los recursos económicos para disponer y desechar en el medioambie­nte, no hay fortuna capaz de sanar espacios devastados fuera de los límites renovables. ¡La naturaleza es vida y como tal muere en el descuido!

Todos somos maestros, todos somos alumnos, hay que abrirse a enseñar y a aprender por el bien de este medio que nos da tanto y al que no le agradecemo­s lo suficiente.

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