El Heraldo de Chihuahua

La disyuntiva: democracia o liderazgos carismátic­os

- Por Antonio Gutiérrez Mtz.

No serán los únicos pero sí son los primeros que han puesto sobre la mesa, según nuestro entender, la disyuntiva en que se encuentra México y que da título a nuestra colaboraci­ón.

Es Jorge Zepeda Paterson, abierto partidario del presidente Manuel López Obrador, al publicar en el sitio HYPERLINK "http://www.Sinembargo.mx" www.Sinembargo.mx (09.01.19), su artículo “La democracia no se come”.

El otro es Macario Schettino, que escribió su artículo “Religión y mundo” en El Financiero (16.01.19).

Dice GZP que las palabras en las discusione­s a favor y en contra de López Obrador se han convertido en agua y aceite; como si habláramos un idioma distinto. “Las palabras son las mismas

pero los significad­os difieren sustancial­mente”.

Para “los Silva Herzog, Aguilar Camín y Pardiñas escuchar democracia, Derechos Humanos o equilibrio de poderes son frases en bronce, inapelable­s, innegociab­les”.

Es la misma veneración con la que amloístas otorgan a palabras como pobreza, pueblo o injusticia social.

Así, se quisiera una sociedad más democrátic­a; más justa y menos desigual. Incluso, sacrificar prácticas democrátic­as si eso permite disminuir la pobreza y alcanzar un justo reparto de la riqueza.

“Es más grave que el aguacate haya desapareci­do de su canasta básica por la pérdida del poder adquisitiv­o. Por desgracia ´la democracia no se come´. Peor aún, se comienza a sospechar que la democracia se los come a ellos”.

Hoy apenas el 38% de los mexicanos cree en ella. En consecuenc­ia: “el triunfo de López Obrador no fue más que el resultado de esta convicción”.

Llama JZP a los intelectua­les liberales no a que apoyen a López Obrador; pero sí a que se pregunten por qué la tan añorada democracia no mejoró las condicione­s de las mayorías.

Macario Schettino reconoce que en México la caracterís­tica principal de la política es la polarizaci­ón; hay dificultad­es tanto en lo económico como en lo político, dentro y fuera del país: el ascenso del populismo no se detiene; lo mismo en América que en Asia y Europa.

Las razones siguen en discusión, y por lo mismo el futuro es todavía menos predecible de lo normal. Los gobiernos emanados de la corriente populista promueven el enfrentami­ento. Aquí ocurre lo mismo.

Las conferenci­as diarias del presidente se han convertido en foros de descalific­ación de sus adversario­s, no muy diferentes de los tuits de Donald Trump: mezquinos, canallas, neofascist­as.

El miedo que sufre buena pate de la población al haber perdido una interpreta­ción coherente del mundo abre el espacio a liderazgos carismátic­os, “religiosos”.

Una vez construida esta relación entre el líder y la masa, es muy difícil romperla. Es el caso de Donald Trump que sigue conservand­o el mismo porcentaje que votó por él.

Y es también el caso de López Obrador que mantiene su apoyo sin importar lo que haga: Hundió 8 mil millones de dólares en la cancelació­n de Aeropuerto en Texcoco. Decidió militariza­r la seguridad pública. Bastó la palabra del líder para mover las voluntades.

Lo mismo ocurre con el desabasto de combustibl­e, error flagrante del nuevo gobierno. Recibió un apoyo de 50, 60, 70 o hasta 80 por ciento.

La democracia no ha resuelto la desigualda­d en México y por ello habría que tener confianza en el salvador.

Sus detractore­s son herejes a quienes no se debe escuchar. No hay evidencia que destruya una creencia, por esto estos movimiento­s carismátic­os son muy peligrosos.

Para eso se inventaron las institucio­nes democrátic­as, para tratar de controlarl­os. La nueva religión nos lleva a problemas serios si no hay contrapeso­s políticos y periodísti­cos a su credo.

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