Dignidad humana
Diariamente leemos noticias sobre violencia, muertes, robos y desigualdades, resultado de la realidad social que vivimos, que pareciera hemos normalizado.
Ante hechos de esa naturaleza, en ocasiones no percibimos la realidad objetiva y opinamos con prejuicios y estereotipos, tal como ocurrió con la tragedia recientemente acaecida en Tlahuelilpan. El robo de gasolina no es nuevo, pero adquirió relevancia al circular el video de la explosión (principalmente en redes sociales), pues es ahora donde rápidamente se mueve la información. Eso dio la pauta para que inmediatamente, y quizá sin mucha reflexión, surgieran lamentables comentarios condenando severamente a la población, como si se merecieran lo ocurrido para “ver si aprenden a no robar”. Con ello, se constató que gran parte de nuestra sociedad es intolerante, profundamente injusta y que atropella la dignidad humana. Y como ese evento, constantemente ocurren cientos de más que provocan lo mismo. Se ha tratado de encontrar culpables y la ironía es en que al tiempo en que es el hombre la víctima de tal violencia, también es el perpetrador de la misma. Pero debemos ir más profundamente en el análisis de por qué la gente decide hacer esas “sandeces”, más allá de disfrutar bañarse en gasolina para robarla, como mucha gente opinó.
Las necesidades humanas crean pobreza y vulneran a las personas. Se habla sobre el derecho a la salud, alimentación, trabajo, educación, seguridad y libertad de expresión, pero la realidad es que no se cumplen, quebrantándose la dignidad humana (que se antepone a cualquier derecho) y finalmente, humilla a las personas, que en el afán de satisfacer esas necesidades, hacen lo que sea para tratar de vivir mejor. Eso una causa directa de la violencia como consecuencia de esa desigualdad. Lo cierto es que vivimos en un país donde no hay equidad social y la justicia es precaria. Todo ello abre las puertas a la corrupción, y sobre todo, deja entre ver la insatisfacción de necesidades, que el Estado debiera garantizar. Así, el Estado debiera respetar esa dignidad, lo que crea un dilema, pues aunque es su “protector”, también es su principal violador. El presidente Roosevelt dijo que una verdadera libertad no puede existir sin seguridad económica, esto entendido como comida, salud, empleo u educación. Las personas necesitadas no son personas libres.
Lo sucedido en Tlahuelilpan es una lección difícil, para todos, de que debemos recobrar la dignidad en la sociedad y para ello, se deben promover los medios necesarios para que el individuo se realice, en libertad, y paulatinamente, este tipo de eventos no vuelvan a ocurrir.