Buzón privado
El diputado federal Efraín Rocha declaró que está abierta la posibilidad de un proceso de regularización para unidades de procedencia extranjera, las cuales han sido ingresadas a México, vía la corrupción que inicia desde las aduanas hasta llegar a comunidades como Cuauhtémoc y la región, en donde circulan con cierta tolerancia por parte de las autoridades locales.
La gran cantidad de este tipo de vehículos demandan una acción inmediata, pues durante años las autoridades han sido omisas en este sentido, afirmando que es la Secretaría de Hacienda o la industria automotriz, la que impide que se tomen medidas en este sentido. Mientras tanto miles y miles de autos entran por las fronteras de México con los Estados Unidos de Norteamérica, al parecer sin que nadie haga nada.
Aunque pareciera ser sólo una cuestión de seguridad, los autos chuecos implican varias aristas, obviamente la más sensible son aquellas familias que deciden invertir el patrimonio en ello, pensando sólo en que son más baratos y dejando de lado lo que implica tener un automotor con estas características.
Para empezar, ¿de dónde se financian estas cadenas de tráfico de autos chuecos? Desde luego el crimen organizado figura entre las primeras opciones, ya que, con ello, pueden lavar el dinero de otras actividades, también ilícitas, es por ello que quienes compran un auto chueco, deben pensar antes si deben invertir dinero bueno al malo.
Cuando sólo se piensa así, suena muy frío el asunto, pero hablar de crimen organizado no es tampoco cosa sencilla, pues se involucra tráfico y venta de drogas, asesinatos, violaciones, robo, entre otros delitos, de los que se nutre la red criminal, así que la próxima vez que piense en que sólo se compra un auto barato, quizá sea momento de reflexionar por qué es así y de dónde salió el dinero para traficar con él.
Si se piensa un poco, los autos chuecos parecen ser el “guachicol” de Cuauhtémoc, pues el llamado “pueblo bueno” los compra por necesidad, argumentan, sin embargo con ello se sigue fomentando la vieja y tan vigente práctica de la corrupción, en fin, que no dejamos de imprimir el romanticismo en algo tan bajo como el delito.