El Heraldo de Chihuahua

Historias de corrupción e impunidad

- Por Aída María Holguín Baeza

Aunque la corrupción es un acto que segurament­e existe desde la aparición del Homo sapiens, es difícil saber a ciencia cierta cuándo fue qué se volvió algo tan común.

Cuenta la historia que, en el caso de México, la corrupción ya era un tema relevante desde los tiempos del imperio azteca, porque, tratándose de una estructura social tan grande, no faltaba quien quisiera abusar del poder o incumplir sus responsabi­lidades para cometer actos de corrupción.

Si bien en aquellos tiempos la corrupción era imperdonab­le y severament­e castigada, al analizar la historia es posible identifica­r que la impunidad se originó en el momento en el que Hernán Cortés llegó y abusó del poder que

le otorgó el rey Carlos I de España (Carlos V del Imperio Romano Germánico) y no fue castigado por ello. Desde entonces, la corrupción y la impunidad se fueron convirtien­do en hábitos públicos tan cotidianos que han carcomido a la sociedad y al país, llevándolo casi al punto del colapso.

Tratándose pues de problemas históricos y tan arraigados a la vida de México, no son sencillos de erradicar como, en su momento, el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, así quiso hacerlo creer (y muchos se lo creyeron).

Que quede claro que es plausible que el presidente López Obrador quiera acabar con la corrupción; sin embargo, como dice la vieja y conocida frase: “A grandes problemas, grandes soluciones”. Es decir, se requieren verdaderas soluciones que vayan más allá de lo simplista y totalitari­sta, como hasta ahora han sido.

Y es que, en definitiva, otorgar el perdón (argumentan­do que lo mejor es el “borrón y cuenta nueva”) a los políticos corruptos del pasado o, peor aún, apoyar o rodearse de ellos no es -en lo absoluto- una solución (a eso se le llama impunidad). Tampoco lo es cerrar los ductos de Pemex ni lo es cancelar o determinar la viabilidad de obras y proyectos a punta de consultas “patito”.

Por esas y muchas historias más, es imprescind­ible que el presidente López Obrador reconsider­e la forma en la que actúa. De lo contrario, en un futuro no muy lejano sus “soluciones” resultarán contraprod­ucentes; tal y como ya se advirtió en el reciente Foro Económico Mundial de Davos (al que, por cierto, no asistió el presidente): México está en riesgo de caer en una trampa en su lucha por acabar con la corrupción.

Finalizo en esta ocasión citando lo dicho alguna vez por el historiado­r, político y actual presidente de Angola, João Lourenço: “La corrupción ocurre porque hay impunidad. Esa es la razón por la cual la corrupción está generaliza­da en todos los niveles”.

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