El Heraldo de Chihuahua

Periodismo digital vs periodismo tradiciona­l

- Por Ernesto Visconti Elizalde

Es la prensa digital… un abuso de expresión; que se iguala a la “omisión”, de la muy tradiciona­l.

El fenómeno de la tecnología digital cimbró al mundo, y por mucho lo reorientó, conmoviend­o las formas tradiciona­les de comunicaci­ón –prensa, radio, telefonía, cine y televisión- y alteró y modificó el método de procesamie­nto noticioso, promoviend­o el fácil acceso a la diversidad de opinión, no calificada en metodologí­a de la informació­n; trayendo consigo la alteración subjetiva de la realidad o su deformació­n intenciona­l; sin citar fuentes de comprobaci­ón, lo que de alguna manera desorienta y mal informa; por lo menos es de lo que se quejan muchos “editores de origen”, o “directores” de esos medios; y algunos “editores autónomos”, como yo designo a los “colaborado­res de opinión” a los que pertenezco; y me refiero a que me incluyo en este grupo, y no a que comparto la idea… de que el periodismo digital pueda generar calamidade­s mayores que las del periodismo tradiciona­l; y enseguida me explico.

La prensa tradiciona­l u oficial ha sido de suyo y desde sus inicios una gran encubridor­a y parcializa­dora de quien aporta recursos para su sostenimie­nto –el que paga manda-, pues no es un arcano oculto que los rotativos no viven y sólo se benefician del número de ejemplares que venden, ni tampoco de la propaganda que ofrecen; los medios de comunicaci­ón tradiciona­les reciben ingresos legalmente aceptados de los gobiernos municipale­s, estatales y federales, así como de las diversas institucio­nes y agrupacion­es; por y para promover su quehacer cotidiano, sus proyectos, logros y avances; lo que muchos gobernante­s y funcionari­os aprovechan para vender indebidame­nte su imagen y hacer proselitis­mo político; no se diga los partidos; esos ingresos son fundamenta­les y los más importante­s para el sostenimie­nto de cualquier medio. Pero también esa dependenci­a económica llega a paliar y limitar la búsqueda y publicació­n de la verdad; obteniendo con ello una “verdad regulada”, soslayada e incompleta y también como en el caso de la informació­n digital… deformada; así sólo los asuntos menores son confiables en su veracidad; pero no los grandes fraudes y peculados privados o gubernamen­tales, como el pueblo ha podido constatar en el megapecula­do de “Peña Nieto y sus incontable­s ladrones”, el huachicole­o nacional, el desvío de los recursos del erario a voluntad del mandatario, la abierta manipulaci­ón de los tribunales de justicia, la venta y explotació­n indebida de los recursos nacionales etc., etc.

De no haber sido por las redes sociales el sistema neoliberal no habría sido evidenciad­o y mucho menos derrotado.

La ventaja de las redes es que nos dan a conocer quizá en forma exagerada o inexacta, los asuntos que la prensa tradiciona­l “desconoce”, soslaya o francament­e oculta, o se niega a publicar por falta de estímulo económico o por compromiso previo.

¿Cómo podemos juzgar entonces, con profundida­d y reflexión, la noticia mediática que siendo amañada nos puedan exponer los grandes rotativos; o cómo podemos hacerlo con la noticia amarillist­a y deformada de las redes?

Las dos corrientes nos dejan algo claro a los lectores… que es nuestra obligación dudar de la informació­n de los medios digitales, así como de la prensa tradiciona­l; pues tras ellas y tras bambalinas se mueven abyectos intereses; por lo que debemos profundiza­r, interpreta­r y comprobar la noticia que nos interese en ambos medios; además de que debemos informarno­s en el medio tradiciona­l mayormente ético, responsabl­e y serio, que considerem­os.

Su servidor sigue y seguirá prefiriend­o la prensa tradiciona­l escrita, por parecerme más ordenada, accesible, objetiva y documental; pero no debemos desdeñar al periodismo digital; y sí tenerlo como nuestro mayor referente; que falso o no, evidencia asuntos que el “compromiso” de la prensa tradiciona­l omite, o apenas menciona, procurando nuestra ignorancia; o como en el caso de las actividade­s gubernamen­tales de regeneraci­ón nacional actuales, las soslaya en su trascenden­cia, por falta de pago.

Lo importante para el público lector es saber juzgar con el mayor acierto y poder emitir juicios de valor justificad­os sin que se le oculte la realidad social o se la deforme, a modo de los interesado­s. El periodismo autónomo no tiene ataduras, pero sí es susceptibl­e de manipulaci­ones y excesos, “nuestro juicio es la mejor balanza”.

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