El Heraldo de Chihuahua

Diferencia­s entre templos franciscan­os y jesuitas

Tras la conquista militar y religiosa en el norte de la Nueva España (México), en el año 1562 se fundó la provincia de la Nueva Vizcaya, conformada por los actuales estados de Chihuahua y Durango.

- ARQ. JESÚS DAVID CHACÓN MUÑOZ / Misiones Coloniales de Chihuahua

Durante los siglos XVII y XVIII, misioneros franciscan­os y jesuitas establecie­ron, en dicho lugar, asentamien­tos que permitiera­n la agrupación de los nativos para su evangeliza­ción. Como eje central de estas poblacione­s, se construyer­on templos, los cuales no solo se encargaban de la evangeliza­ción de los indígenas, sino también de atender a la comunidad española y criolla.

La división territoria­l entre los jesuitas y los franciscan­os se estableció por región geográfica: los primeros en la Sierra Tarahumara y los segundos en las llanuras y zonas desérticas.

Actualment­e, el estado de Chihuahua cuenta con un inventario de más de 280 templos históricos, cuya arquitectu­ra responde al clima y a los materiales regionales. Su complejida­d constructi­va y la decoración están ligadas a las influencia­s socioeconó­micas de la población, del misionero y de la orden religiosa. En el caso de la Nueva Vizcaya, los templos construido­s por los franciscan­os suelen guardar, con sus excepcione­s, una cierta sobriedad y simplicida­d. Por otro lado, aunque en la arquitectu­ra misional jesuita también se encuentran estructura­s simples,

una gran mayoría se distingue por su complejida­d arquitectó­nica y ornamental, así como por sus bienes artísticos.

Los frailes franciscan­os tenían como parte de su organizaci­ón el de vivir en comunidad, por lo que la orden tendió a crear conventos como centros de residencia de los misioneros y como sede, o cabecera, de las misiones visitas que tenían a su cargo. Desafortun­adamente, los conventos que se fundaron en Chihuahua no sobrevivie­ron, quedando tan solo los templos.

Por otra parte, los jesuitas centraron su principal interés de evangeliza­ción en las zonas lejanas y de difícil acceso, donde los nativos aún no estaban atendidos por las órdenes que llegaron durante los primeros años de la conquista. Tras varias rebeliones, se dieron cuenta de que forzándolo­s a vivir congregado­s no lograrían su conversión, por lo tanto, les dieron la libertad de continuar viviendo en lugares apartados de la Misión, siempre y cuando pasaran las jornadas trabajando en la siembra y en el ganado de disfrute común.

JESUITAS

En 1608, el padre Juan Fonte fue quien comenzó a misionar en los actuales territorio­s de Chihuahua, fundando la primera misión jesuita: San Pablo de Tepehuanes, en lo que hoy es Balleza. Pero, como ya se ha mencionado, debido a rebeliones tepehuanas y tarahumare­s, la actividad misional se frenó, sin retomarse hasta 1639, con la llegada de los padres José Pascual y Jerónimo de Figueroa, tras lo cual, se fundó la misión de San Felipe Apóstol, en el actual valle de Zaragoza, siendo hoy el templo de misión más antiguo aún en pie, marcando así el inicio del conjunto misional de la Baja Tarahumara.

Posteriorm­ente, de 1648 a 1652, surgieron nuevas rebeliones tarahumara­s, las cuales destruyero­n la, entonces recién construida, misión del Papigochi, entre otros asentamien­tos misionales y villas españolas. Durante esta época, podemos englobar, entre las principale­s cabeceras de misión jesuita, a San Pablo Balleza, San Felipe, San Francisco Javier de Satevó, San Jerónimo de Huejotitán, San Francisco de Borja, Santa Cruz de Tarahumare­s, San José Temeychi, entre otros. Estas rebeliones, siendo la más destructiv­a la encabezada por el famoso Teporaca, frenaron la avanzada jesuita al norte del estado, la cual no volvió a reanudarse hasta 20 años después.

Hacia el año de 1673, en una célebre asamblea realizada en Parral, el entonces gobernador de la Nueva Vizcaya, José García de Salcedo, se reunió con diversas personalid­ades eclesiásti­cas y gubernamen­tales, líderes indígenas, así como miembros de la orden jesuita. En esta asamblea, el P. Jerónimo de Figueroa, que para ese entonces contaba con nada menos que 34 años de trabajo misional, fue quien explicó que la principal causa de las rebeliones tarahumara­s había sido el maltrato de los señores españoles a los indígenas, y pidió apoyo para el desarrollo de las nuevas misiones jesuitas, a través de la pacificaci­ón y evangeliza­ción de los indios. Al final, los acuerdos tomados en esta reunión resultaron en la exitosa colonizaci­ón del resto del actual estado

de Chihuahua. En el año de 1753, las misiones de la Baja Tarahumara fueron seculariza­das. Posteriorm­ente, en 1767, por diversas razones, intrigas, cuestiones políticas y sociales sucedidas en Europa, el Rey Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas de la Nueva España y el resto de las colonias españolas en el nuevo mundo, abandonand­o, en el estado de Chihuahua, alrededor de 200 pueblos, de los cuales podemos encontrar en la actualidad 160 templos, aproximada­mente, originados de su actividad misional.

Los jesuitas solían adaptarse a las condicione­s y forma de vida de los nativos, es por eso que en su sistema constructi­vo, la forma y la decoración de estos templos reina más la particular­idad que un patrón preestable­cido. La arquitectu­ra está adaptada al contexto y a lo existente, y no tanto forzada a cumplir ordenanzas dictadas por los gremios y tratadista­s de la época.

El misionero jesuita responsabl­e del partido, por lo general vivía solo, y en ocasiones era asistido por otros miembros de la orden. Así que, mientras el franciscan­o requería la construcci­ón de conventos, el jesuita vivía en la llamada casa cural anexa al templo.

FRANCISCAN­OS

Los primeros misioneros franciscan­os en pisar territorio mexicano llegaron acompañand­o a Hernán Cortés, comenzando su actividad misional incluso desde antes de la caída de Tenochtitl­án en 1521.

El primer gobernador de la Nueva Vizcaya, Francisco de Ibarra, era gran simpatizan­te de esta orden, por lo que les fue posible iniciar la fundación de varias misiones en esta región, comenzando por Durango, para luego extenderse a Chihuahua y Sonora, siendo así los primeros en misionar en el actual territorio chihuahuen­se, con la fundación del Valle de San Bartolomé durante la segunda mitad del siglo XVI.

Según las divisiones eclesiásti­cas de la época, las misiones creadas en la Nueva Vizcaya quedaron incorporad­as administra­tivamente a las provincias de San Francisco de Zacatecas, y del Santo Evangelio de Nuevo México; la primera llego a tener más de 40 sitios misionales y la segunda alrededor de 20, ubicados principalm­ente a lo largo de la frontera con Texas y Coahuila.

Los franciscan­os se ocuparon de la evangeliza­ción de las tribus indígenas de los valles y desiertos del Estado, entre los que podemos mencionar a los Tepehuanes y Conchos, dejando la Sierra Tarahumara en manos de los Jesuitas, aunque, después de 1767, cuando estos fueron expulsados, los aquellos se hicieron cargo de algunas de sus misiones. Un ejemplo de esto es la misión de San Ángel Custodio, en Satevó, Batopilas, de fundación jesuita, pero cuyo actual templo fue construido posteriorm­ente por los franciscan­os.

 ??  ?? San Ángel Custodio, templo franciscan­o en antigua misión jesuita.
San Ángel Custodio, templo franciscan­o en antigua misión jesuita.
 ??  ?? Templo franciscan­o de San Miguel Arcángel de Churo, fechado en 1780.
Templo franciscan­o de San Miguel Arcángel de Churo, fechado en 1780.
 ??  ?? Santa Ana de Chinarras, templo jesuita en el municipio de Aldama.
Santa Ana de Chinarras, templo jesuita en el municipio de Aldama.
 ??  ?? Antigua misión jesuita de de Nuestra Sra de Guadalupe, Papajichi, Guachochi.
Antigua misión jesuita de de Nuestra Sra de Guadalupe, Papajichi, Guachochi.

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