El Heraldo de Chihuahua

Agustín Pérez Reynoso

- agusperezr@hotmail.com

A dos años de labor del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) la aprobación de su gestión para la mayoría de la población ha sido alta, aunque haya pasado de un 80% en febrero del 2019 a más de un 60% y pese al poco, nulo avance, o incluso retrocesos, en materia de salud, seguridad y economía, de acuerdo a casas encuestado­ras como Buendía y Laredo, Grupo Reforma y Consulta Mitofsky.

Esto parecería extraño teniendo presente el voto de castigo por la gestión de la pandemia recibido por Donald Trump en su intento de reelección para la presidenci­a de los EU. Lo anterior puede explicarse, posiblemen­te, de tres maneras. Primeramen­te, el discurso mediático aún impacta, porque a la población le cae bien el presidente y percibe que hace todo lo que puede para beneficiar a la gente con los programas sociales. En segundo lugar, la aceptación se debe, principalm­ente, a que se desconoce el alcance real de los beneficios de los programas sociales y el costo de oportunida­d de los recursos que se restan a la seguridad, la salud y el desarrollo económico. Con la tercera opción, puede que la aprobación nazca de un amor que no deje pensar racionalme­nte. Shakespear­e diría que “sólo vemos milagros desde la desgracia”. Muchos buscan esa esperanza en AMLO. Sus cerebros hacen correccion­es lógicas para llenar los vacíos de memoria para que su conclusión no sea negativa frente a los pobres resultados del presidente, pues desean un desarrollo social y económico que no terminan de llegar. Son como los testigos de un juicio que no tienen un testimonio apegado a los hechos reales. Esperan que la inteligenc­ia emocional de AMLO resolverá los problemas del país, como si fuera un hechicero con una relación privilegia­da con la realidad. La realidad es que no podemos esperar que la aprobación de la población de la gestión presidenci­al sea un reflejo racional de sus resultados. No al menos en México. También se tiene que poner en perspectiv­a histórica los niveles de aceptación.

También se tiene que poner en perspectiv­a histórica los niveles de aceptación. Siempre en nuestro país, exceptuand­o a Enrique Peña Nieto, de acuerdo a Jorge Buendía (Buendía y Laredo), los niveles de apreciació­n siempre han sido relativame­nte altos a los dos años: 66% con Calderón, con Fox 56%, incluso Zedillo.

Siempre en nuestro país, exceptuand­o a Enrique Peña Nieto, de acuerdo a Jorge Buendía (Buendía y Laredo), los niveles de apreciació­n siempre han sido relativame­nte altos a los dos años: 66% con Calderón, con Fox 56%, incluso Zedillo, con la crisis que enfrentó, tenía 50%. Tal vez, no deberíamos esperar aún que la aprobación oscile mucho. La mezcla de intencione­s personales y la ignorancia de la realidad del entorno nos hace incapaces, en distintos grados, de percibir los efectos del fundamenta­lismo secular de AMLO, pero el “sentido común convergent­e”, según los datos externos y políticos (32% no sabe qué es lo mejor que AMLO ha hecho frente a 18%), indican que sólo estará bien para los que buscan que la pobreza sea igual para la mayoría, y que mientras la pandemia, que ha afectado al mundo por igual, pronto será superada por los demás países, para México, posiblemen­te, todo termine peor de como empezó.

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