El Heraldo de Chihuahua

Pedro Peñaloza

- Pedro Peñaloza pedropenal­oza@yahoo.com @pedro_penaloz

El nuevo presidente de Morena ha cumplido bien su cometido: nombrar los candidatos a gobernador­es, mediante encuestas que no se sabe quién las hizo. Sólo los incautos o fanáticos ignoran que el “dedazo” vino de Palacio Nacional. Sí, como se hacía en los gobiernos que tanto critican. Es previsible que la rebelión de los perdedores será acallada y no prosperará, así es el poder despótico. Quizá veamos a esos mismos morenistas abanderand­o a otros partidos. Las conviccion­es y los ideales poco valen. Como solía suceder. El déjà vu. Tercer acto. Un joven imberbe ejerce su derecho a vacacionar en una playa, sin embargo se le “olvidó ” que es el principal promotor de la estrategia sanitarist­a del gobierno y quien insiste en poner en práctica restriccio­nes en la movilidad.

La palabra es el espejo de la acción. Solón Primer acto. Un ciudadano que vive en un palacio, que cuenta con todos los servicios, los cuales son sufragados por las contribuci­ones de una masa de cumplidos terrícolas y, además, recibe un salario muy superior al ingreso de la mayoría de la población, se enlaza en su cuenta de Facebook o Twitter, para informar que sembrará un arbolito en un lugar que no es de su propiedad. Es tierno su discurso y habla de las propiedade­s del ahuehuete. Esparciend­o miel verbal. Sin embargo, ese mismo sensible “sembrador” no ha dudado en destruir la flora y la fauna para poner en marcha un cuestionab­le y cuestionad­o tren, y tampoco en afectar el medio ambiente con energías contaminan­tes mediante sus proyectos prioritari­os.

Segundo acto. Un partido que es todo menos partido, lleva a cabo un proceso demoscópic­o para nombrar a sus dirigentes (presidenci­a y secretaría general). El desaseo en la jornada es notable. Dos candidatos se disputaron el poder: por un lado, un remiso militante multicolor, saltimbanq­uis y especialis­ta en el oportunism­o; por otro, un empleado grisáceo, dispuesto a obedecer a sus jefes (AMLO y Ebrard) sin ningún reparo. El nuevo presidente de Morena ha cumplido bien su cometido: nombrar los candidatos a gobernador­es, mediante encuestas que no se sabe quién las hizo. Sólo los incautos o fanáticos ignoran que el “dedazo” vino de Palacio Nacional. Sí, como se hacía en los gobiernos que tanto critican. Es previsible que la rebelión de los perdedores será acallada y no prosperará, así es el poder despótico. Quizá veamos a esos mismos morenistas abanderand­o a otros partidos. Las conviccion­es y los ideales poco valen. Como solía suceder. El déjà vu. Tercer acto. Un joven imberbe ejerce su indiscutib­le derecho a vacacionar en una playa mexicana, sin embargo se le “olvidó ” que es el principal promotor de la estrategia sanitarist­a del gobierno y quien ha insistido en poner en práctica restriccio­nes en la movilidad. Su jefe máximo lo defendió, diciendo que “ha trabajado mucho”. Impecable mensaje que no dirigió a los miles de médicos y enfermeras. Es claro, que, con estos ejemplos se puede formular una pregunta llena de candidez: ¿existe alguna diferencia entre el gobierno actual y las práctica del pasado? El autoritari­smo y la doble moral de Andrés Manuel López Obrador supera cualquier desplante de otros dirigentes anteriores; es más, ejerce una mezcla de perorata nacionalis­ta/nostálgica mezclada con políticas económicas neoliberal­es dando prioridad a la estabilida­d macroeconó­mica, compensada con un fuerte gasto en progrmas asitencial­istas para navegar con las desiguldad­es. Sí, no nos extraña, son simples simuladore­s.

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