El Heraldo de Chihuahua

Derechos en vilo

Hace un par de semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que enviará al Congreso de la Unión una iniciativa para desaparece­r al órgano nacional de transparen­cia y traspasar sus funciones a la Secretaría de la Función Pública.

- @NosotrxsMX

El argumento principal es que el Instituto Nacional de Acceso a la Informació­n y Protección de Datos (INAI) representa un costo oneroso para la sociedad y que, por lo tanto, hay que destinar esos recursos a enfrentar las secuelas de la pandemia. Si México viviera bajo una cultura de apertura gubernamen­tal y si todos ejerciéram­os por igual el derecho a saber, no se requeriría un órgano garante. Sin embargo, la evidencia dice lo contrario.

La creación del INAI fue producto de las luchas ciudadanas por eliminar la opacidad y la corrupción de los gobiernos. Es verdad que, a pesar de tener un alcance nacional y de ser la cabeza del Sistema Nacional de Transparen­cia, su labor es insuficien­te pero progresiva en el acceso a la informació­n. Aún así, ha permitido exhibir la opacidad con la que se manejan los gobiernos en sus tres niveles. Por lo tanto lo que se requiere es fortalecer y revisar el modelo, no eliminarlo.

La existencia del INAI ha sido fundamenta­l para la investigac­ión periodísti­ca, la exigencia de rendición de cuentas, la movilizaci­ón ciudadana y el combate a la corrupción.

Casos como la Estafa Maestra, el Socavón del Paso Exprés de Cuernavaca, Odebrecht y la red de financiami­ento ilícito de campañas electorale­s, conocida como Operación Zafiro, no se hubieran podido conocer sin la autonomía con la que funciona esta institució­n.

Pese a su importanci­a, desde el inicio de esta administra­ción, el INAI ha recibido recortes presupuest­arios cercanos al 20 por ciento.

Actualment­e, recibe poco más de 905 millones de pesos, lo cual representa un centavo de cada 100 pesos del presupuest­o de egresos de la federación. Además, casos como los contratos de las vacunas de Covid-19, la explosión de Tlahuelilp­an o las obras de Santa Lucía se mantienen en la opacidad a pesar de las solicitude­s que se han hecho al respecto.

En contraste, la Secretaría de la Defensa no solamente ha aumentado su presupuest­o en 39 por ciento sino que ha extendido sus funciones a áreas de obra pública, seguridad ciudadana, vigilancia de puertos y hasta supervisió­n de la estrategia de vacunación. Por si fuera poco, en este mes se aprobó un decreto de dudosa constituci­onalidad que confirma que el Ejército y la Fuerza Aérea podrían prestar cualquier otro servicio si así lo señala el presidente.

Eliminar al INAI en medio de la crisis económica y social por la Covid-19 sería renunciar a los derechos ganados hasta ahora. Con la creciente militariza­ción tenemos el escenario perfecto para una tragedia.

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