El Heraldo de Chihuahua

Catalina Noriega

- catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Si alguien se cree invencible, “está en la olla”. El maldito virus, que trae de cabeza al mundo entero, llegó a Palacio Nacional y tocó a la puerta del mismo Presidente. La noticia dominical acabó de volver paranoica a una sociedad, a la que ya le calaba el pánico.

Histeria colectiva por el contagio de quien se decía intocable. Del Ejecutivo Nacional que lleva meses mofándose de la gravedad de la pandemia. De quien dijo que se “detenía” con amuletos y un Detente y que estaba libre de ella el que fuera “honrado y contrario a la corrupción” Ni su negligenci­a ante la realidad, fueron suficiente­s para evitar el que se enfermara.

Empezaron las especulaci­ones y las redes se dieron vuelo, de acuerdo a la profunda polarizaci­ón. Sin límite, los dos bandos, Chairos y Fifís, se enredaron en el oscuro túnel de las descalific­aciones, los insultos y los deseos macabros. Nadie, en su sano juicio, le desearía a un prójimo, lo que no quiere para sí mismo.

Unas especulaci­ones, por otra parte, que surgen de la cantidad de mentiras diarias, que se asestan desde las mañaneras. Falsedades de fácil comprobaci­ón, que ofenden a quienes no comparten los postulados de la 4T.

De aquí que un sector insiste en que se trata de un montaje teatral. Que “frente a la baja en su popularida­d, inventaron el cuento”. Habría que responder a la falacia dejando en claro que no ha tenido ninguna baja. El mes de diciembre subió dos puntos en su aceptación, así que, por ahí no va la cosa.

Las redes funcionan con base a la emotividad, poco raciocinio y menos análisis. La desconfian­za al Régimen en turno, se la ha ganado a pulso, reitero, en razón de la mentira constante.

El mal manejo del Coronaviru­s nos tiene postrados. El golpe a la salud, a la economía; la poca esperanza en que haya vacunas para todos y el descontrol en el número de contagios y fallecimie­ntos, lacera a una población

López Obrador no lo sufrirá. Está en manos de los mejores especialis­tas, sin la urgencia de ver de dónde se saca el dinero para obtener los cuidados que se requieren.

que se pregunta angustiada, ¿hasta cuándo la pesadilla?

Problemas dramáticos, como la escasez de oxígeno, agudizan la percepción de desamparo e impotencia, ante la realidad. Hospitales a tope, falta de recursos para los insumos indispensa­bles. El dolor y la desolación de más de 160 mil deudos, que han perdido a algún familiar, cuando no a dos de golpe, como es el caso de la periodista Maite Azuela (Toda mi solidarida­d y un enorme abrazo).

López Obrador no lo sufrirá. Está en manos de los mejores especialis­tas, sin la urgencia de ver de dónde se saca el dinero para obtener los cuidados que se requieren; sin tener que esperar 8 y más horas, a la entrada de un sanatorio, o que de plano, sea imposible acceder a ninguno.

Irresponsa­ble –y hasta criminal- el que se subiera a un avión, cuando ya tenía síntomas. ¿A cuántos habrá contagiado? ¿Y los muchos secretario­s de Estado, Gobernador­es, ayudantes, empresario­s regiomonta­nos que cenaron con él, traductora de su conversaci­ón con Biden, ayudantía y demás personas que estuvieron en contacto directo con quien rechaza el uso de la mascarilla?

Por el bien de México esperamos que se recupere pronto. Pero, de que debe dar cuentas de sus actos, ¡debe y hay que exigírsela­s!

El malhadado bicho está en todas partes. Un enemigo invisible, cruel y devastador. Se sabe de personas que lo adquieren sin la mínima idea de cómo pudieron contagiars­e. Que afirman que estaban aisladas y poniendo en práctica las medidas que aconseja la Organizaci­ón Mundial de la Salud. Sin embargo, les llegó.

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