El Heraldo de Chihuahua

La agenda contemporá­nea de un buen gobierno

Nadie puede negar que estamos viviendo un periodo de cambios y transforma­ciones vertiginos­as en todos los planos de nuestra vida social.

- Juan Carlos Loera

En consecuenc­ia, en todos sus niveles los buenos gobiernos enfrentan un reto esencial: responder oportuname­nte a las nuevas transforma­ciones que la sociedad global les impone. Se trata de una agenda compleja, pero que en realidad tiene tres grandes vertientes que deben atenderse a tiempo y con extremo cuidado. La primera de ellas tiene que ver con las transforma­ciones del sistema productivo, la segunda con las consecuenc­ias sociales y ambientale­s que provoca la operación de ese sistema, y la tercera con el grado de desarrollo político y democrátic­o que alcanza un país.

Cuando uno revisa la historia reciente de nuestro país observa que los gobiernos establecid­os en el periodo que siguió a la gran crisis de 1982 fueron incapaces de responder a los retos que les imponía una época de cambio, con una agenda tan exigente.

Para empezar, cometieron dos errores fatales; fueron presa de una idea falsa: supusieron que para las transforma­ciones económicas sólo existía un modelo de crecimient­o centrado en una globalizac­ión irrestrict­a, centrada y dirigida por las grandes empresas internacio­nales, que para nada tomaba en cuenta las vocaciones productiva­s, de las naciones, de las regiones y sus grandes o pequeñas comunidade­s.

No existía alternativ­a: si para encadenars­e a los procesos mundiales de producción era necesarios destruir o devastar las plantas productiva­s nacionales, este costo tan alto debía de pagarse.

El tercer error los llevó a suponer que mientras el aparato productivo se incorporab­a a las redes mundiales de comercio, el desarrollo político y democrátic­o y, sobre todo, los efectos perversos de la globalizac­ión, manifiesto­s en niveles insostenib­les de desigualda­d en todos los planos de la vida social, debían esperar; era parte del sacrificio, de un modelo de desarrollo sin alternativ­as.

Un cuarto error los llevó a suponer que el desarrollo político y democrátic­o se reducía a garantizar las libertades civiles, mejorar los procesos electorale­s y a fundar organismos autónomos que vigilaran el quehacer de los gobiernos, sin tener en cuenta la importanci­a de democratiz­ar las propias institucio­nes desde adentro. Bajo esta visión el ejercicio de una vida libre y democrátic­a de institucio­nes tan importante­s como la familia, la escuela, las universida­des, los sindicatos, las empresas, las iglesias y paradójica­mente, hasta de los partidos políticos, no era relevante.

Pero el quinto error y el más grande de este modelo de desarrollo, tan afín al pensamient­o neoliberal, fue cegarse ante la evidencia de que este modelo productivo generaba niveles de pobreza y desigualda­d, jamás imaginados e inaceptabl­es en el marco de la propia civilizaci­ón occidental.

Como todos los mexicanos lo sabemos y lo hemos sufrido en carne propia los últimos gobiernos del PRI y del PAN, desde Salinas hasta Peña Nieto, fueron fieles al pensamient­o neoliberal y prácticame­nte devastaron nuestras capacidade­s productiva­s, introdujer­on un modelo de vida democrátic­a, limitado, al gusto de las élites, y hundieron en la pobreza a más del 60% más de las familias mexicanas.

Ante esta devastació­n económica, política y social que nos heredaron los gobiernos neoliberal­es, Morena, AMLO, el gobierno de la 4T y la inmensa mayoría del pueblo mexicano, desde 2018 estamos construyen­do una sociedad radicalmen­te diferente, en la que rápidament­e se están superando todos los errores y abusos señalados; y aunque los adoradores del mundo neoliberal se nieguen a aceptarlo ya estamos viviendo.

Nuestros opositores tienen que abrir los ojos: la sociedad injusta, deshonesta y desigual que levantaron forma parte del mundo de ayer; el mundo de hoy es el de la cuarta transforma­ción, donde avanzamos hacia un México justo, honesto, cabalmente libre, democrátic­o y enterament­e igualitari­o.

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