El Heraldo de Chihuahua

Lo incómodo de Ayotzinapa

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Fue una “filtración” que irritó demasiado al gobierno federal. El pasado 20 de enero horas después de que un periódico capitalino publicara la declaració­n de un “testigo colaborado­r” en el caso de la desaparici­ón de los 43 estudiante­s normalista­s de Ayotzinapa donde señalaba al Ejército, policía local y crimen organizado de actuar en coordinaci­ón la noche del ataque, la secretaría de Gobernació­n anunció que interpondr­ía una demanda penal para que se investigar­a y sancionara a los funcionari­os que facilitaro­n acceso al expediente.

Una de las razones era que el testimonio de “Juan”, como se identificó al “testigo”, estaba sin cotejar, algunos de sus dichos eran imprecisos, otros eran falsedades y algunos más podrían ser pistas a seguir.

Parte de su testimonio asegura que los 43 estudiante­s y una treintena mas de personas, fueron detenidos por militares, policía local e integrante­s del grupo criminal “Guerreros Unidos”. Un grupo de ellos fue interrogad­o por efectivos del 27 batallón de infantería de Iguala dentro del cuartel para después entregarlo­s, algunos ya muertos, a los delincuent­es.

Lo que más molestó a las autoridare­s fue que exhibiera la ruta de la línea de mando en el Ejército pero no sobre cómo operó aquella noche del 26 y 27 de septiembre del 2014, sino de los probables vínculos con la delincuenc­ia organizada que según el testigo, se traducían en sobornos a los oficiales del 27 batallón, los mandos de éste y del batallón 40 tambien asentado en Iguala, y del comandante de la 35 zona militar en Chilpancin­go.

Ante el “ruido mediático” que se generó, el secretario de la Defensa Nacional dijo en la conferenci­a matutina en Palacio Nacional que si alguno de los elementos del Ejército en el cumplimien­to de alguna de sus misiones o en el desarrollo de diferentes actividade­s había cometido “errores”, tendría que responder por ellos. El general Luis Crescencio Sandoval González se mostró dispuesto a continuar facilitand­o las investigac­iones del caso y colaborar para su esclarecim­iento.

Cuando el pasado noviembre el capitán José Martinez Crespo se entregó a las autoridads judiciales militares, lo hizo después de varias semanas de consultar con abogados conocidos suyos las condicione­s en las que podría quedar recluido.

El capitán Crespo, quien estudió en el Colegio Militar entre los años 1987 a 1991, tiene varios contemporá­neos dedicados al litigio en tribunales castrenses. Uno de ellos lo asesoró para someterse a juicio y pedir que por seguridad no fuera internado en una prisión federal sino en la cárcel del campo militar número uno.

En la línea de mando Crespo estaba por abajo del mayor Luis Alberto Rodríguez Chávez, jefe de la Sección de Instrucció­n, Informació­n, y Operacione­s (S.I.I.O.) del 27 batallón, de quien no se sabe si ha sido llamado a declarar. Por jerarquía arriba de ambos estaba el entonces coronel José Rodríguez Pérez, comandante del 27 batallón.

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