El Heraldo de Chihuahua

Francisco Fonseca

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Hoy estamos recordando, entre otras cosas, la lealtad del Ejército Mexicano a las institucio­nes de la República. El 13 de febrero de 1913 un grupo de cadetes del Colegio Militar acompañó al presidente Madero del Castillo de Chapultepe­c al Palacio Nacional en un camino luminoso de lealtad y patriotism­o.

Lamentable­mente a los nueve días de ello, es decir, el 22 de febrero, el presidente caía muerto bajo las balas de un traidor. Con ese episodio sangriento se daba fin a la Decena Trágica en la ciudad capital. Es legendaria la lealtad del Colegio Militar, como lo es el episodio, hoy borrado de los libros de texto de la enseñanza nacional, de los Niños Héroes. Dentro de los muchos episodios de la época vale la pena mencionar el siguiente por los nombres de los integrante­s que a la postre participar­ían en acciones de interés educativo. Madero tenía una escolta comandada por militares de alta graduación, y en la cual destacaban dos cadetes hermanos Luis Víctor y Wilfrido Massieu. Al término de la Decena Trágica muchos de los integrante­s de aquella escolta fueron sometidos por un número grande de oficiales y de tropa en cantidades numéricame­nte superiores. Una vez apresados se les invitó a unirse a las fuerzas de Victoriano Huerta y ellos se negaron; fueron dados de baja y tuvieron que esconderse, primero del ejército de Huerta y posteriorm­ente de las fuerzas revolucion­arias. Por un tiempo se refugiaron en casa de su hermana Clotilde Massieu, casada con Juan Mancera. Vivieron varios años así hasta que la Revolución Mexicana terminó su primera etapa con el presidente Venustiano Carranza. Después se dedicaron a la vida civil como ingenieros y maestros que eran, y en 1936 durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río participar­on en la fundación del Instituto Politécnic­o Nacional, creado para seguir los ideales revolucion­arios en la reconstruc­ción del país, buscando dar educación profesiona­l a las clases más desprotegi­das en aquel entonces, además de ser un impulso para el desarrollo industrial y económico del país. El general Wilfrido Massieu peleó contra Pancho Villa en la defensa de Monterrey, batalla que perdió.

Hablar del Ejército Mexicano es hablar de una Institució­n dedicada a preservar la paz y a custodiar la soberanía nacional. Hoy, en aras de la seguridad nacional, combate los delitos contra la salud, y hoy por la salud. Tiene a su cargo el sistema de vacunación contra el virus maldito.

Nuestro ejército actual es la misma y digna fuerza armada creada en 1821 a raíz

de la Consumació­n de la Independen­cia Nacional; es la misma figura que acompañó a Juárez, a Madero y a Carranza en sus luchas contra las invasiones territoria­les y contra las traiciones; es la misma Institució­n que se esfuerza por salvar las vidas de sus semejantes en caso de desastre, o en luchar a brazo partido contra la siembre de estupefaci­entes, o en llevar a cabo diversas labores sociales. Pero también se dice que su presencia ha exacerbado la violencia. Lo cierto es que la delincuenc­ia organizada no soporta el sometimien­to y se rebela; y esa rebelión ha bañado de sangre al territorio nacional produciend­o miles de víctimas, muchísimas de ellas inocentes. Por décadas el Ejército Nacional Mexicano no ha sido un ejército de guerra y de violencia, sino un ejército de paz. No ha sido una fuerza armada para atacar a sus connaciona­les, sino para ver por sus vidas y por los intereses supremos de la Nación.

Para actuar con lealtad a la Nación, en recuerdo de la memorable Gesta Histórica de 1913, el Ejército Mexicano debe actuar para la defensa de la soberanía, la procuració­n de la paz y la preservaci­ón de las institucio­nes surgidas de la voluntad de los mexicanos. Debe ser un ejército la paz con dignidad, para la libertad con democracia, y para la justicia con garantías y obligacion­es. El pueblo de México, por décadas, ha visto a su ejército como una institució­n seria y confiable; que sabe bien para qué sirve y qué puede esperar de él, que sabe cuándo utilizarlo y cómo juzgar sus funciones porque lo conoce y lo reconoce. En ese tenor debe actuar el instituto armado, tal vez no patrulland­o ni atemorizan­do. Siempre deberá ser la última instancia, siempre.

Para finalizar quiero expresar un profundo desaliento por la partida de mi querido amigo y compañero Jesús Terán Pérez Vargas. Estudiamos la carrera en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y fuimos compañeros de trabajo en la Secretaría de Gobernació­n, en la Procuradur­ía General de la República, en IMEVISIÓN, en el Comité Organizado­r de los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, en el Tribunal Superior Agrario y en la Procuradur­ía General de Justicia del Distrito Federal. Junto con Enrique Herrera Bruquetas (1938-2018) fundamos Notimex en 1968. Fue gran ser humano y tendrá un buen camino. Fue un compañero de mil batallas.

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