El Heraldo de Chihuahua

Antonio Ríos Ramírez

- Antonio Ríos Ramírez antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editoriali­stas de Chihuahua.

La semana pasada un compañero me compartió un escrito de hace ya algunos años, donde se relata cómo a través del tiempo hemos perdido la capacidad de enfrentar los desacuerdo­s.

Sin embargo, el desacuerdo define nuestra individual­idad, muestra nuestra libertad más valiosa, la de pensar, aunque sea diferente al pensar de otra persona. También nos sirve para ordenar nuestra tolerancia, agrandar nuestra perspectiv­a, le da energía a nuestro progreso y sobre todo hacen que las democracia­s sean reales, dando esperanza y valor a las personas.

Probableme­nte porque es nuestra época notemos que hoy más que nunca estamos en desacuerdo en temas fundamenta­les, básicos para una sociedad y esto ha provocado violencia y enfrentami­entos poco vistos. Desafortun­adamente juzgamos a las personas moralmente dependiend­o de sus preferenci­as políticas.

La polarizaci­ón ha incitado a definir a la persona con el solo hecho de estar o no de acuerdo con un grupo político, ya ni siquiera con una ideología. En la actualidad la polarizaci­ón se vive más en las redes digitales y nuestras fuentes de informació­n, tachando a aquellas fuentes que no favorecen al grupo preferido.

Estamos en un proceso de cierre de nuestras mentes, los grandes filósofos dejan de ser alimentado­res de nuestras mentes para “pensar”, para reflexiona­r.

Los ejercicios de escuchar y entender, cuestionar y discrepar, el no aferrarse a una posición y estar dispuesto a entender ideas cultivando el hábito de una mente abierta, son aspectos que, definitiva­mente, estamos perdiendo.

Entender que los enfrentami­entos de ideas nunca son personales. Así, los desacuerdo­s surgen de unas simples palabras del oponente y no de su entendimie­nto, de los motivos o de una línea de razonamien­to. Una consecuenc­ia de los ambientes políticos que vivimos continuame­nte es el hecho de que la distancia entre un argumento y causar ofensa, se ha cerrado fuertement­e, impidiendo el “aceptar” comentario­s

La polarizaci­ón ha incitado a definir a la persona con el solo hecho de estar o no de acuerdo con un grupo político, ya ni siquiera con una ideología. En la actualidad la polarizaci­ón se vive más en las redes digitales y nuestras fuentes de informació­n, tachando a aquellas fuentes que no favorecen al grupo preferido.

y darles el valor por lo menos al mismo nivel de otro comentario.

Cabe mencionar que los requisitos previos a un desacuerdo inteligent­e como son: callar, escuchar, hacer pausa, reconsider­ar y entonces hablar, se han perdido, probableme­nte porque no hemos aprendido cómo, o no tenemos modelos para discrepar bien y los que tenemos sólo se aplican a áreas como la música u otra de las áreas de las artes.

Desafortun­adamente si vemos los debates en los medios o en las redes sociales, los insultos y los resentimie­ntos están sustituyen­do a las palabras y los argumentos.

Para poder entender el arte de los desacuerdo­s hay que saber que todas las grandes ideas son, en gran medida, desacuerdo de otra gran idea. En nuestro entorno, los medios, las universida­des y el debate público deberían ser preservado­s como esferas para el intercambi­o libre de ideas. Abrirse al desacuerdo implica exponerse a ideas contrarias y contemplar la posibilida­d de dejarse convencer. Es menos cómodo que permanecer en las cámaras de eco de nuestros círculos y redes sociales. Pero quizás haya pocas cosas tan necesarias para construir una sociedad en paz, que saber manejar el arte del desacuerdo.

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