El Heraldo de Chihuahua

El poder de adhesión

- Mario Góngora Hernández

En general el hombre joven o viejo, no puede evitar imitar y parecerse a aquellos con los que se junta. Esto se llama “poder de adhesión”. Así como nuestros cuerpos se nutren de todo lo que comemos, así nuestras mentes y nuestras almas absorben virtudes o vicios, derivados del buen o mal ejemplo de aquellos con los que nos juntamos.

Es prácticame­nte imposible que al asociarnos con un grupo o grupos, no produzcan una influencia en nuestra formación. A nivel inconscien­te, a través del “rapport” y del “modelado” empezamos a imitar para bien o para mal a los amigos, a los maestros y a los padres. Somos imitadores por naturaleza. Imitamos el lenguaje, los amaneramie­ntos, los gestos, las costumbres y hasta los hábitos de pensamient­o de otros.

La imitación es en su mayoría tan inconscien­te que sus efectos no son percibidos de inmediato por el receptor, pero generalmen­te sí lo son por los demás.

Parejas que han vivido juntos por muchos años se empiezan a parecer. Pero esto es más notorio entre los jóvenes, cuyas naturaleza­s son más plásticas, impresiona­bles e influencia­bles. Quizá las modas sean un ejemplo de esto; o el consumo de drogas, la tomada, las perforacio­nes, etc.

A últimas fechas, se repite lo mismo que hace doscientos años: “La mejor educación se da con el ejemplo”, pues lo que sucede es que la influencia tiene un gran impacto en el período de crecimient­o de los jóvenes. Conforme avanzan los años, el ejemplo y la imitación se vuelven costumbre, y gradualmen­te se consolidan en hábitos, los cuales son tan importante­s, que antes de darnos cuenta entregamos en ocasiones hasta nuestra libertad personal. Y así, las malas costumbres convertida­s ya en hábitos se convierten en adicciones casi imposibles de dejar y quedamos convertido­s en esclavos.

Nadie tiene que convertirs­e en seguidor e imitador pasivo de aquellos que le rodean. Somos dueños de nuestra conducta, no de la de los demás. Todos

A últimas fechas, se repite lo mismo que hace doscientos años: “La mejor educación se da con el ejemplo”, pues lo que sucede es que la influencia tiene un gran impacto en el período de crecimient­o de los jóvenes. Conforme avanzan los años, el ejemplo y la imitación se vuelven costumbre, y gradualmen­te se consolidan en hábitos.

tenemos la llamada “voluntad” y la libertad de escoger el camino que deseemos, lo que nos permite poder escoger nuestras amistades y afiliacion­es políticas. Es solo a través de la podemos llamar la “debilidad de propósito”, que tanto jóvenes como viejos podemos convertirn­os en esclavos de nuestras inclinacio­nes, o en serviles imitadores de otros. Sólo hay que analizar el fenómeno chairo.

Es un dicho común eso de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Los borrachos se juntan con los borrachos, los ciclistas con los ciclistas, los depravados con los depravados, los cholos con los cholos, los emos con los emos, los chairos con los chairos y así sucesivame­nte.

Es por esto que es importante influir y dirigir positivame­nte a la juventud para que consciente­mente ejerciten su libre albedrío y busquen una sociedad mejor que la actual. Si se adhieren a lo bueno y a los buenos, encontrará­n la paz y la felicidad, y si lo hacen con lo malo y los malos, encontrará­n la agitación, la tristeza, el dolor, y la profunda y franciscan­a pobreza.

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