Desde el techo de su iglesia, este sacerdote logró superar las limitaciones de la pandemia
SEGUIDO POR VENTANAS Y REDES
Si la gente no puede venir a la iglesia, la iglesia irá a la gente, pensó el sacerdote Juan López, que cada domingo de confinamiento en Perú se encarama al tejado de su parroquia a medio construir y, con un improvisado altar y una potente megafonía, oficia su misa contra viento, marea... y pandemia.
Las misas del padre López se han vuelto la gran atracción de los domingos de cuarentena para Tomayquichua, un tranquilo y apacible pueblo de poco más de mil habitantes en el corazón de los Andes, en la céntrica región de Huánuco, que es una de las más afectadas de Perú en esta segunda ola de la Covid-19.
"Si ahora están prohibidas las misas y las reuniones, siempre tiene que haber formas y maneras de llegar a la gente. La cosa es encontrarlas", explica a Efe el padre López.
"En la vida hay muchos obstáculos, pero siempre hay salidas. En ese sentido, yo dije que el techo no puede ser de ninguna manera motivo para que deje de predicar", añade.
Desde lo alto de la Iglesia de Santa Rosa
de Tomayquichua, la vista es de vértigo y obliga a caminar muy cuidadosamente sobre la estructura cóncava de la bóveda central, un ejercicio de equilibrio para evitar una fatal de caída de 13 metros de altura, pues las cornisas del edificio carecen de elementos para agarrarse.
Allí la panorámica es total, se ven todas
Sobre la cúspide del frontis de la iglesia aparece cada domingo puntualmente a las 10.00 de la mañana el padre López y su voz se expande hasta los confines de Tomayquichua para que nadie en el pueblo se quede sin seguir la misa desde sus casas. "Habrá aproximadamente cien personas desde techos, balcones, puertas y ventanas, pero la gran mayoría me sigue a través de las redes sociales", cuenta el padre, que desde su propio teléfono móvil transmite en vivo las homilías. La del último domingo fue vista por más de 3.700 personas.
"Ellos están muy contentos, pero también preocupados porque hay domingos que el viento es fuerte y da miedo, pero ahí estamos con la gracia de Dios y con un par de piedras en los bolsillos para que el viento no me haga ningún daño", bromea.
Pese a sus trucos para no salir volando, el viento sí le juega malas pasadas en su mesa plegable convertida en altar, pues el menor soplo le mueve las páginas de la Biblia y le desordena el mantel que a duras penas logran retener los otros elementos básicos para la misa.
"Aparte del peligro que trae consigo subirse al techo, me cae todo el sol encima y termino la misa mojadito, pero con la satisfacción de llegar a la gente, atenderla y fortalecerla dentro de esta situación que pasamos en el mundo", valora el clérigo.
IGLESIA SIN ESCALERAS
Desde que llegó en 2009 a Tomayquichua, el padre López se ha hecho conocido en toda la región de Huánuco, no sólo por sus misas desde las alturas, sino por su empeño en construir su iglesia y sobre todo ahora por visitar a los enfermos de Covid-19 para darles apoyo moral y espiritual.
Un sismo obligó a derribar la anterior iglesia y desde 2011 el padre lleva invertidos más de 2 millones de soles (unos 550.000 dólares) en construir el nuevo templo que aún no termina.
Cada año realiza hasta seis actividades grandes para recaudar fondos que permitan seguir la construcción, y en ellos suele reunir anualmente unos 100.000 soles (unos 27.500 dólares) pero con la pandemia los trabajos se han detenido.
"Pensaba acabarla en 2022, pero con esto será algunos años más. Como sigue en construcción, tengo que trepar para dar misa en el techo porque todavía no están las escaleras completas", indica.
Para llegar al techo utiliza una escalera desde el campanario, donde aún tiene pendiente de instalar la cúpula y la cruz.
“Si están prohibidas las reuniones, tiene que haber formas de llegar a la gente”