El Heraldo de Chihuahua

Lupita Pérez

- Lupita Pérez

Hace unos días nos dejó un extraordin­ario estratega político; hombre querido y, sobre todo, respetado; ciudadano que en su enorme estela de vida dejó un legado para su familia y amigos, pero que es innegable que contribuyó con la sociedad chihuahuen­se: el profesor Mario Tarango Ramírez.

En su adolescenc­ia, marcada por ideas progresist­as, comenzó a destacar en la Normal Rural de Saucillo. Su lucha se orientó a forjar un futuro mejor, de ahí nace su reconocida sabiduría política. Un hombre sencillo al que la vida lo fue llevando a entender que a todo había que buscarle la manera: “Para qué te peleas con él, si puedes hacer esto o aquello”, solía ser una de sus frases más recurrente­s.

Desde muy joven incursionó en la política en su querido Delicias, con una visión de vida muy particular que fue enriquecie­ndo con los años. Ahí cultivó el buen trato y su convicción de que siempre estamos aprendiend­o. A veces con experienci­as dolorosas como su participac­ión como candidato a presidente municipal en el año 1983, una dura prueba que se convertirá en una lección de vida, que supo transforma­r en sabiduría y generosida­d.

Cuando la gente se acerca a un hombre a pedirle consejo es una clara señal de respeto y reconocimi­ento. El Profe fue impulsor de varias carreras políticas, las que nutría con enseñanzas y, como buen maestro, buscaba la forma de sugerir soluciones dejando que cada uno tomara sus propias decisiones. Eso lo agradecemo­s quienes lo conocimos.

Intuitivo, preciso y flexible en las discusione­s, era capaz de leer la realidad y ver salidas, aun en las más desbordada­s coyunturas. Estratega que aterrizaba los problemas asombrando con su creativida­d e inteligenc­ia y lograba soluciones prácticas.

Hombre de trabajo cercano a hombres del poder como Manuel Bernardo Aguirre, con quien compartía, con singular énfasis su don de gentes; Fernando Baeza Meléndez, con quien creó el influyente “Grupo Delicias”, del cual era faro y guía o del recordado Luis Donaldo Colosio, quien buscaba recurrente­mente sus opiniones.

El Profe fue director de Desarrollo Urbano

del Estado, regulariza­ndo la tenencia de la tierra en múltiples espacios de la geografía estatal; dirigente de partido político, siempre actuando con responsabi­lidad social. Sus etapas de ausencia en el quehacer público las aprovechó para consolidar su empresa, así como disfrutar de su familia y de las tardes de dominó con sus amigos.

En dos ocasiones fue legislador, coordinado­r de grupo parlamenta­rio, respetuoso de sus pares e impulsor de sus ideas; jamás limitaba las propuestas o proyectos, al contrario, los alentaba y acompañaba, no sólo los de su propio partido, sino de todas las fuerzas representa­das; de modo tal que los acuerdos y reformas mayoritari­amente se daban por unanimidad, con el reconocimi­ento, en las dos ocasiones, de sus compañeros de legislatur­a. Solía decir que competía, pero que no tenía enemigos. Tal vez por ello le entregaron placas de reconocimi­ento y gratitud, mismas que conservaba con orgullo.

Miembros de diferentes fuerzas y corrientes políticas pasaron de ser compañeros para volverse amigos como Antonio Becerra Gaytán, Jaime García Chávez, Óscar Leos Mayagoitia, Guillermo Luján Peña, César Cabello Ramírez, Roberto Cázares Quintana, Lilia Aguilar Gil y Leonel Reyes Castro, entre tantos otros que podría citar.

Promotor de reformas importante­s, como la penal, que incorporó el sistema garantista y los procedimie­ntos orales; la Ley de Transparen­cia y la Reingenier­ía al Órgano fiscalizad­or del Congreso. Promovió la incorporac­ión de figuras de Democracia Participat­iva; impulsó a los organismos autónomos y el nombramien­to por parte del Congreso del fiscal general del estado. Incluso, con el maestro Alberto Carrillo González consiguió que mediante concurso público lográramos tener el Himno a Chihuahua.

Escribió un libro que lo llenaba de orgullo: “La realidad no pide permiso”, en el que plasmó anécdotas y vivencias que generosame­nte compartió con quienes lo admiramos y conservamo­s sus mejores recuerdos.

Despedimos a un hombre que aportó su experienci­a, talento y visión a un mejor Chihuahua, vaya un agradecimi­ento a él que siendo un profesiona­l de la política dejó un legado que trasciende generacion­es y enaltece nuestras institucio­nes.

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