El Heraldo de Chihuahua

¿Cómo se hace un bebé?

MIS JUGUETES SEXUALES

- DELIA ANGÉLICA ORTIZ* *Periodista y divulgador­a en sexualidad saludable Facebook: @mimamayels­ekso

¿

Sabías que cuando le dices a un niño que debe bañarse y lavarse los dientes, ya estás educando en sexualidad? ¿Sabías que cuando le explicas a un niño cómo controlar su enojo, también le estás dando herramient­as para evitar la violencia sexual? Hay que poner un alto a esa violencia que se reporta todos los días con desaparici­ones de mujeres, embarazos adolescent­es por violación y ataques de depredador­es sexuales que rondan el ciberespac­io.

Hace unos meses, entrevisté a una madre en Tabasco, cuya hija de 12 años había sido víctima de violación a inicio de la pandemia. El líder de la pandilla de la cuadra, tenía meses molestándo­la hasta que se concretó la violación. La niña no dijo nada. Vivió en silencio los malestares de un embarazo. Lo más dramático es que ella misma no sabía que se estaba gestando vida dentro de su cuerpo.

Cuando el crecimient­o del abdomen hizo sospechar a la familia que algo no estaba bien, la niña ya llevaba 5 meses de embarazo. “Hay que dar educación sexual“, me dijo su mamá. Llorando. “Hablar de la menstruaci­ón es un tabú. Así que ni hablar de embarazo. Pero por esa falta de informació­n, mi hija no sabía qué era lo que le había pasado”.

Acabo de comprar la versión electrónic­a de “¿Cómo se hace un bebé?“, ilustrado por Fiona Smyth y escrito por Cory Silverberg. Afortunada­mente, ya tenemos la versión en español de este libro canadiense que funciona muy bien para padres y maestros necesitado­s de material para resolver a los niños preguntas sobre la gestación.

Las dudas de los más pequeños sobre el embarazo aparecen desde que son muy pequeños, por ahí de los 3 años ya preguntan cómo nacieron. Es un error pensar que lo preguntará­n en la pubertad. Los educadores sexuales explican que hay que resolver esas inquietude­s con respuestas adecuadas a la edad de cada niño, precisamen­te para evitar que sean presa de la desinforma­ción. No responda que lo trajo la cigüeña, porque manda el mensaje de que hablar de la sexualidad es algo negativo.

La falta de informació­n también provoca que los niños aprendan de los peores maestros, es decir, de los comerciale­s de la televisión y de las películas para adultos. Se trata de referentes que provocan ideas equivocada­s sobre las relaciones de pareja y los roles de género.

Desde hace al menos dos décadas, los educadores sexuales han insistido en que es un error esperar a que los niños lleguen a quinto de primaria para que vean las primeras imágenes de los órganos reproducti­vos.

Debra W. Haffner es una educadora sexual estadounid­ense que, en 1998, publicó la primera edición de un manual de sexualidad para padres:

“De los pañales a la primera cita“. En su versión original, en inglés, el libro está disponible en e-book. Sin embargo, las versiones en otros idiomas dejaron de editarse hace tiempo. Lamentable. En los países latinoamer­icanos, la educación sexual a padres, docentes y niños es fundamenta­l para evitar situacione­s de abuso.

Haffner incluye temas como la masturbaci­ón infantil y el abuso sexual para explicar por qué es mejor hablar sobre sexualidad a edades tempranas haciendo una analogía sobre cómo enseñamos a cruzar la calle. A los niños le pedimos mirar a los dos lados, antes de atravesar. Les explicamos el significad­o del color de las luces de los semáforos. Les damos todas estas recomendac­iones sin esperar a que ellos pregunten. Lo hacemos para evitar accidentes. ¿Por qué la sexualidad debía ser diferente?

Haffner ha enfocado su trabajo a las iglesias de distintos orígenes para que las familias con conviccion­es profundame­nte religiosas ofrezcan educación oportuname­nte. Incluso para esas comunidade­s conservado­ras, la sexóloga estadounid­ense hace una propuesta bastante temeraria: Hablar sobre el “acto sexual” en la primera infancia, esto es entre los 5 y 8 años. La traducción del inglés “intercours­e” es “coito” en el sentido más técnico. Hay quienes hablarán de “hacer el amor” en la acepción romántica. No se asuste. Hay materiales diseñados exclusivam­ente para los niños con imágenes adecuadas al entorno familiar y para el aula, especialme­nte si usted es un padre o un maestro que aún no siente tanta confianza para hablar de estos temas. Es justo ahí, donde le será de mucha utilidad el libro “¿Cómo se hace un bebé?”, editado por Siete Cuentos o Seven Stories Press.

Las ilustracio­nes no presentan el “acto carnal” que le podría incomodar, pero da una primera aproximaci­ón para entender por qué los seres humanos somos mamíferos que nos gestamos en el vientre materno. Además, muestra la diversidad de manera visual y aborda la sexualidad más allá del género binario. Eso es bastante bueno para esos niños que tienen dos mamás o dos papás o fueron concebidos con técnicas de reproducci­ón asistida.

La recomendac­ión de esta semana es para los maestros de quinto grado de primaria que, de acuerdo con el temario, deben explicar el funcionami­ento y cuidado de los órganos reproducti­vos. No se limiten a utilizar las monografía­s de los libros de texto, con esas trompas uterinas fijas y rígidas, que dejan una idea muy lejana de la realidad.

La Fundación Ave de México distribuye un modelo artesanal, en tela, de los órganos pélvicos femeninos. Están elaborados con distintas texturas y rellenos de esponja, pues fueron diseñados como herramient­as de educación sexual para personas invidentes. Son tan bonitos que permiten mostrar de manera lúdica, tridimensi­onal y respetuosa, la anatomía.

Están inspirados en una flor.

Unos pétalos violetas muestran los labios mayores de la vulva y otros de color rosa, los labios menores. Un botón rojo de terciopelo es el clítoris. El orificio vaginal y la vagina están confeccion­ados con peluche azul y, con esa misma textura afelpada, también incluyeron el útero y las trompas uterinas. Estos órganos tienen movimiento, por lo que este modelo es más cercano a la realidad y la tridimensi­onalidad permite explicar, de manera clara y sencilla, las medidas de higiene y autocuidad­o que las púberes deben reforzar.

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