El Heraldo de Chihuahua

Eliminemos los elefantes blancos

- Amin Anchondo

Toda la ciudadanía pide que los gobiernos ahorren en sus parafernal­ias y burocracia­s inútiles para que se gaste en inversión pública y programas sociales. La demanda es legítima y tiene un gran trasfondo, que los gobiernos deben ser efectivos y eficientes.

La cultura política de muchas y muchos mexicanos que aspiran a un puesto público les hace ver las plazas gubernamen­tales como votos y espacios para dar trabajo a sus grupos de apoyo personal o partidista. Se ha olvidado el tema de profesiona­lizar las labores del gobierno mediante el servicio profesiona­l de carrera; con esta iniciativa llegarían las personas más preparadas, pero se ha optado por mantener las cuotas necesarias de personas para ganar elecciones internas o constituci­onales. Esta forma de ver las plazas ha generado que también se creen o permanezca­n más áreas del gobierno con el único fin de tener más espacios para emplear personas. Esto da pie a burocracia­s más grandes, costosas y lentas.

Debemos de normalizar y garantizar desde los espacios de gobierno la cultura de la eficiencia, que permita hacer lo más posible con lo menos posible. Y esto también implica hacer un análisis riguroso de la estructura de los gobiernos para reducir al mínimo los costos administra­tivos de las áreas de gobierno y maximizar las inversión social.

Pero ahí viene la histórica confrontac­ión entre la visión política y la visión empresaria­l.

Un claro ejemplo de esta situación es el Consejo de Urbanizaci­on Municipal (CUM), que fue creado hace varios años con el propósito de tener una institució­n que pudiera bajar recursos federales para la pavimentac­ión de las ciudades.

Funcionó muy bien por unos años cuando la federación aportaba muchos recursos, la ciudadanía cooperaba para la pavimentac­ión de sus calles y el gobierno municipal subsidiaba otra parte. Sin embargo, hace más de cinco años, el CUM dejó de recibir recurso federal directo porque dejaron de existir los fondos y fideicomis­os que pedían figuras como el CUM para enviar recurso. A partir de entonces, el Consejo dejó de llegar a sus objetivos de ingresos y comenzó a perder efectivida­d. Al grado que en tres años (2017 a 2019) sólo hicieron 77 millones de pesos en obra y su costo administra­tivo fue de $74 millones. A esto le podemos sumar la falta de transparen­cia y de homologaci­ón de sus cuentas públicas con la Conac, que el 93% de sus contratos en los últimos años han sido por medio de adjudicaci­ones directas y falta de claridad sobre los avances y metas de pavimentac­ión. Si esta figura desapareci­era, podríamos haber invertido como mínimo más de 150 millones de pesos directos a pavimentac­ión por medio de una licitación promovida por la Dirección de Obras Públicas Municipale­s.

Estos ejemplos son los que se deben discutir de manera seria desde el gobierno, estos cambios son necesarios y urgentes, pero para lograrlo debemos romper las inercias políticas y comenzar a ver por la comunidad y sus mejoras, no por permanecer en el poder. Urgen gobiernos eficientes, urge eliminar elefantes blancos.

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