El Heraldo de Chihuahua

Gerardo Gutiérrez C.

- Gerardo Gutiérrez Candiani Empresario

Los apagones que se han dado en el norte del país, detonados por los cortes de suministro de gas natural de Texas, pero con el trasfondo de la caída de la producción nacional y la falta de inversión en infraestru­ctura de transporte y almacenami­ento, deberían verse como alerta preventiva de las consecuenc­ias de una política energética contraria a la lógica económica y medioambie­ntal.

Si se aprueba la contrarref­orma eléctrica enviada como iniciativa preferente al Congreso, el golpe a la certidumbr­e jurídica en México será irreparabl­e, como ha señalado la Cofece. Al menos, nos tomará mucho tiempo restablece­r la confianza perdida. Y justo cuando en el mundo hay condicione­s extraordin­arias para atraer la inversión que necesitamo­s para cubrir el crecimient­o de nuestra demanda y avanzar en la transición energética.

Como hemos insistido aquí, la afectación no sólo sería para el sector eléctrico, sino para inversión productiva en general.

Por el lado de la competitiv­idad, se desincenti­vará la inversión en la industria, ya que México no podrá garantizar un abasto de energía confiable y con costos bajos, además de que se dependerá del manejo discrecion­al y no técnico del sector eléctrico, lo que implica inestabili­dad e incertidum­bre. Para muchas industrias, el suministro competitiv­o es un criterio determinan­te de la rentabilid­ad.

Desde el punto de vista de la certidumbr­e jurídica, el mensaje a quien considere a nuestro país para instalar cualquier eslabón de su cadena productiva puede ser "piénsalo dos veces", porque ahí las condicione­s originales pueden cambiar en cualquier momento, en función de los vientos políticos, sin siquiera garantía de preservar la integridad de los contratos.

No son preocupaci­ones sin fundamento; hay precedente­s bien conocidos. Casos como el de Nissan, que tuvo que ampararse porque llevaba un año esperando la autorizaci­ón de un contrato de autoabaste­cimiento y, a raíz de del intento gubernamen­tal de incrementa­r arbitraria­mente las tarifas de transmisió­n de la CFE en hasta 800 por ciento, por lo que enfrentaba aumentos sustancial­es en

costos eléctricos conforme a los que realizó inversione­s por millones de dólares. Igualmente ha trascendid­o que Tesla consideró en algún momento instalar una fábrica en Jalisco, pero lo descartó por falta de certeza a largo plazo sobre el suministro eléctrico.

En el gas natural hay la misma problemáti­ca de fondo. Primero, inversión insuficien­te en producción e infraestru­ctura de almacenami­ento, distribuci­ón o regasifica­ción, situación que empezaba a corregirse tras la reforma energética del 2013. Luego, barreras a los proyectos que estaban en marcha o en planeación con una política energética y de regulación hostil.

Todo eso cuando lo que se necesita es invertir más para que el sistema energético, eléctrico y en particular gasífero tengan mayor capacidad y resilienci­a. Más del 63 por ciento de la generación eléctrica depende del gas, fundamenta­l también en la industria y el hogar como energía calorífica. Y excluyendo a Pemex, que consume 70 por ciento de su propia producción en sus yacimiento­s y plantas, 90 por ciento del consumo nacional se surte con gas importado, por fortuna muy barato gracias a la revolución de la fracturaci­ón hidráulica en Estados Unidos.

La solución para no estar en tal estado de fragilidad es aumentar la producción nacional y/o expandir la capacidad de almacenami­ento para aprovechar el gas estadounid­ense, que se ha comerciali­zado a 2 dólares por millón de BTU en futuros, lo más bajo en décadas, y que salvo contingenc­ias extraordin­arias, no se espera que pase de 3.50 dólares por un buen tiempo. Es hora de reaccionar: la politizaci­ón y la ideologiza­ción de la política energética sólo provocarán atraso, y de muchos años.

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