El Heraldo de Chihuahua

Fco. Javier Pizarro

- Francisco Javier Pizarro

La inmensa mayoría de las personas adultas estamos hartos del confinamie­nto que nos impuso la pandemia del Covid 19. Nuestra existencia de vida se desmoronó de un golpe. Dejamos de trabajar, convivir con nuestras amistades, nuestros familiares, hijos y nietos, por el temor a que el letal virus nos contagie y/o, lo transmitam­os a todos ellos, sin saberlo.

Inmersos y agobiados por la pandemia, no prestamos atención a las señales del malestar psicológic­o de los infantes que, ingenuamen­te suponemos, son sólo berrinches a los que no hay que hacerles caso. No entendemos por qué los niños quieren volver a dormir en nuestras camas; lloran y hacen rabietas; pelean continuame­nte con sus hermanos; son desobedien­tes, y, sobre todo, nos exigen que juguemos con ellos, día y noche, ya que no lo pueden hacer con sus compañeros en las guarderías, kínder o escuelas de primaria.

No nos percatamos que esas conductas son fruto del confinamie­nto y aislamient­o en que viven. Hay incluso padres y madres que los regañan, les gritan e incluso les dan sus nalgadas, lo que les genera problemas psíquicos como el autismo, la timidez, el miedo.

Por si fuera poco, en vez de ponerlos a pintar, leerles un cuento, platicar y jugar con ellos, los sentamos en un sillón o en el suelo, les prendemos la televisión, la tablet o el teléfono celular para que vean día y noche caricatura­s de monstruos que se pelean, o de carros que vuelan, y animalitos que hablan, para que “se distraigan”.

No entendemos que los dispositiv­os digitales dañan su desarrollo neuronal y coeficient­e intelectua­l. Y eso no lo digo yo, sino uno de mis nietos de escasos 4 años, que dejó de ir a la guardería por el confinamie­nto. Le dijo molesto a mi hija, días atrás:

Hay incluso padres y madres que los regañan, les gritan e incluso les dan sus nalgadas, lo que les genera problemas psíquicos como el autismo, la timidez, el miedo.

“Mami, tú estás todo el día viendo el celular, mi hermano en la computador­a y yo viendo televisión, ¡ya se me está cansando el cerebro!”. Mi hija y su hermano de 13 años soltaron la carcajada.

Cuando me contaron lo ocurrido, quedé perplejo. ¿Cómo es posible que un niño de esa edad diga que se le está cansando el cerebro? Pudo haber dicho, en todo caso, que le dolía la cabeza.

A partir de ello, me puse a investigar. Me topé con un extraordin­ario artículo intitulado “Infancia y sociedad; la inteligenc­ia en peligro”, de la psicóloga

Andrea Bárcena, publicado en La Jornada, el 27 de febrero, la cual señala que el director de Investigac­ión del Instituto Nacional de Salud, advierte que “No hay excusa para lo que estamos haciendo a nuestros hijos”; que los niños menores de 6 años no deben usar pantallas y que a partir de esa edad en adelante, acceda a esas pantallas en tiempos cortos, ya que – advierte el neurocient­ífico referido, “altera el sueño y retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro”.

Mi nieto no se equivocó.

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