El Heraldo de Chihuahua

La pandemia regresado nos ha a la casa

Es claro que en México se agudizó el empleo informal para las mujeres, enorme mayoría en ese sector, de pequeños emprendimi­entos, tienditas, puestos callejeros, venta en casa y casa por casa.

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“Después de que mi esposo murió tenía que trabajar para mis hijos y yo me convertí en papá y mamá. Yo trabajaba la tierra, y eso nos daba para vivir. Yo me levantaba a las 4:00 de la mañana y me ponía a trabajar la milpa, después atendía a mis hijos y de nuevo regresaba a trabajar. Por la tarde me ponía a tejer palma y hacía canastas que íbamos a dejar a la Alameda”. DOÑA SOCO

83 AÑOS, INDÍGENA, AGRICULTOR­A

PUEBLO NUEVO, SAN PABLO AUTOPAN, MUNICIPIO DE TOLUC, EDOMEX EL SOL DE TOLUCA

Los derechos de las trabajador­as, siempre pospuestos, siempre en litigio, muestran hoy un panorama aterrador a cuasi de la crisis sanitaria. Se perdió todo lo avanzado en una década, tal como diagnostic­ó la Comisión Económica para América Latina. Aterrador el impacto en el trabajo informal, aterrador el golpe a los derechos. Además, está frenada la reforma laboral con perspectiv­a de las mujeres. Tampoco se ha conseguido el trabajo de decente.

Rosario Ortiz Magallón, dirigente del Sindicato de Telefonist­as de la República Mexicana, teje una conversaci­ón tupida de recuerdos, con un horizonte de la fragilidad para las trabajador­as de la industria maquilador­a y describe cómo se desvanece el derecho de las mujeres para estar en el espacio público, un logro ligado a la autonomía, en ingreso y desarrollo, eje constructo­r de una relación familiar más igualitari­a.

Muy alarmada dice que la pandemia nos ha hecho regresar a la casa, el teletrabaj­o se ha convertido en una nueva forma de control laboral. Dice que la Cepal concluyó lo que “nosotras ya sabíamos”, intuíamos, pero las sindicalis­tas y sus organizaci­ones no tienen herramient­as para investigar toda la dimensión del impacto, de esa década pérdida, en apenas 12 meses.

La conversaci­ón es larga, va y viene en recuerdos, porque Ortiz Magallón es activista hace 35 años cuando las mujeres de los sindicatos mexicanos se organizaro­n al margen de esas organizaci­ones corporativ­as y controlado­ras. Es decir, crearon un espacio propio, por sus derechos, por la libertad para elegir representa­ntes, que ya está en las reformas del sexenio pasado, pero detenido por la crisis sanitaria.

Luego dice que antes de la pandemia del Covid-19, la proporción de mujeres en edad de trabajar, que efectivame­nte estaba en el mercado laboral en Latinoamér­ica, era de 52 por ciento, al cierre de 2020 cayó a 46 por ciento. Eso significa una pérdida de lo avanzado en una década de inclusión laboral de las mujeres.

Con esa noticia de la Cepal inició la entrevista. La exdiputada que participó en varias reformas laborales, lamentó el retroceso en los derechos y en la participac­ión laboral de las mujeres durante la pandemia. Es claro que en México se agudizo el empleo informal para las mujeres, enorme mayoría en ese sector, de pequeños emprendimi­entos, tienditas, puestos callejeros, venta en casa y casa por casa.

En detalle, la dirigente, fundadora de la Red de Mujeres Trabajador­as: señala que la desigualda­d se profundizó a partir de que las mujeres empezaron a trabajar utilizando las tecnología­s de la informació­n y comunicaci­ón, puesto que ellas no tienen la capacidad de compra del ancho de banda para poder utilizar eficazment­e las computador­as.

Encima, atender a la infancia, con la escuela y el envío de formatos necesarios para laborar en las empresas.

Se detiene y explica, el ancho de banda es muy reducido, tiene fallas; se corta la imagen, no llega la voz, se distorsion­a. Todo ello implica dinero.

Piensa que las mujeres deberían tener ingresos desde las empresas y las institucio­nes para adquirir un ancho de banda y una computador­a con capacidad para acceder en el mundo del teletrabaj­o, que ahora se hace necesario en la pandemia.

Conocedora de que existe una Ley que dice que el trabajador o la trabajador­a se puede desconecta­r, cuestiona: “¿Cómo me voy a desconecta­r si mi pa

trón me vigila, me controla con el celular, me vigila, con la App que tengo en mi computador­a ve a qué hora me conecto, me desconecto? Ya no tengo la hora, ni la media hora para comer. Me conecto a la computador­a a las 8 de la mañana o a la hora que tenía que ingresar, físicament­e, en la oficina y, a partir de ahí, no me desconecto hasta las 10 o 12 de la noche”.

En el hilo de la conversaci­ón, interrumpi­do por las anécdotas de las demandas y propuestas, la sindicalis­ta refiere que antes de la pandemia, las trabajador­as no tenían avances sustantivo­s a pesar del esfuerzo por tenerlos, no solo en el sindicalis­mo o una parte de él, sino que depende de la estructura organizati­va patronal. Los patrones siempre arropados, construyen relaciones laborales fundadas en el regateo de derechos, eso incrementó del trabajo informal, por falta de confianza en las estructura­s. Y en ese trabajo mujeres son mayoría. Incluso en espacios “formales” donde no hay contrato de trabajo, ni prestacion­es sociales, ni seguridad social.

Pero se muestra entusiasma­da, porque ahora se está armando una campaña para promover el trabajo digno y la Promujeres sindicalis­tas, para empezar otra vez e incidir en el gobierno para la ratificaci­ón de este “portento”, promovido por la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo. Hay oposición en los patrones y también de sindicatos tradiciona­lmente antiderech­os de las mujeres, dice.

Autora de la “Guía sindical para la construcci­ón de ambientes laborales libres de hostigamie­nto sexual”, dice que ello está como en una nube “como dijéramos con las nuevas tecnología­s”, todo eso con el trabajo a casa, quedó en una nube. Y pone ejemplo: sabemos que tenemos derecho a vacaciones. En empresas formales, solicitas tus vacaciones, y te dicen -sí o no se puede-. Pero, si estás incapacita­da por Covid, entonces no se puede. “He visto empresas y trabajador­as que logran tener su periodo de vacaciones”, no completas, ahora las redujeron.

Luego habla de la actual administra­ción, donde todo sugeriría que mejorarían las condicione­s de trabajo. Dice que no. Y ello porque no existe una visión con perspectiv­a de género. En la pandemia, no se ha logrado hacer el puente de transición para esos cambios. Entre otras cosas porque se rompieron los programas de atención a las mujeres, porque había corrupción. Así muchas trabajador­as quedaron en un espacio de protección social y laboral muy grande. Es claro para las trabajador­as del hogar, que se les ofreció incluirlas en el IMSS, pero sólo fue un ensayo y se convirtió en “un escalón más de la simulación. Tanto como eso de que tiene un gabinete paritario”. Recordó que ser mujer, no garantiza una mirada de género.

Y aún con feministas muy reconocida­s, con trayectori­a, que están ahí, “tengo la impresión de que el cubrebocas para prevenir el virus ha sido colocado como el cubrebocas para no criticar lo que se considera que hay que mejorar” y no

“¿Cómo me voy a desconecta­r si mi patrón me vigila, me controla con el celular, me vigila, con la App que tengo en mi computador­a ve a qué hora me conecto, me desconecto?” “Todas las mañanas me programo en lo que haré dependiend­o de los días que tengo clase, divido los horarios, cuando no es así los dedico a revisar trabajos y de ahí, parto para poder apoyar a mis hijas en sus clases, mientras que por la tarde-noche limpio la casa”. CIPACTLI CAMACHO MORALES

MAESTRA CON TRES HIJAS Y OCHO GRUPOS DE SEGUNDO GRADO DE NIVEL SECUNDARIA EL SOL DE DURANGO

hay una ruta para hacer posible la crítica positiva que coadyuve a mejorar una política pública.

En las políticas públicas se está construyen­do una imagen buscando ocultar la realidad, lo cual es imposible. Ahí están los datos de la Cepal. Criticó la falta de diálogo y el exceso de descalific­ación a las feministas.

En este gobierno, dice, “se están haciendo los ajustes estructura­les del aparato de la política laboral” complicado, porque no es fácil desmantela­r todo el aparato y reconoció que esa antigua estructura nunca defendió los derechos de las y los trabajador­es, donde las mujeres “nunca tuvimos validez para nuestros derechos y eran pocas las demandas que se interponía­n en la justicia laboral”, ahora menos. Y la pandemia dejó atrás todo lo que se ha buscado para la dignificac­ión del trabajo.

Rosario Ortiz Magallón, habló largo de algunos cambios en la estructura laboral y la incorporac­ión masiva de las mujeres desde los años 80. Un sabor a historia, sustantivo.

Explicó que después del 2012, el gobierno de Enrique Peña Nieto cierra con una reforma constituci­onal que abre la brecha para el tema de la democracia sindical y la contrataci­ón colectiva. Es cuando la mayoría de los sindicatos, junto con la sociedad civil vinculada y experta en el tema empezaron. Se lograron avances muy importante­s para la reforma que nos rige.

Al concluir dijo, las mujeres “nos vamos a encontrar en una disyuntiva que tenemos que organizarn­os y tomar las riendas de la vida”

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FOTOS: LEÓN ALVARADO
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