El Heraldo de Chihuahua

Pequeñas inversione­s, grandes impactos

La semana pasada

- Antonio Ríos Ramírez

tuve la oportunida­d de acudir a un evento donde uno de los participan­tes habló sobre el tema de una investigac­ión de un premio Nobel de Economía, Michael Kremer, de cómo pequeñas inversione­s pueden tener un impacto enorme para aliviar la pobreza. A mediados de los años noventa, el economista llevó a cabo una serie de experiment­os para aumentar la tasa de asistencia a las escuelas en Kenia.

Fue, segurament­e, la primera vez que en el campo de la economía se aplicaron los experiment­os para obtener informació­n precisa acerca de un problema y así poder resolverlo. Esta investigac­ión llamó tanto la atención y sentó las bases de un movimiento de economista­s que buscan soluciones innovadora­s en ámbitos como la educación, la salud, la pobreza, la inmigració­n o la crisis climática. Este investigad­or economista lleva por más de veinte años dedicado a investigar sobre la pobreza, ¿por qué la pobreza? Porque es un problema humano sumamente importante, muy complejo, pero posible de resolver. Actualment­e se hacen muchas acciones a diferentes niveles, desde los gobiernos, hasta las ONG o incluso a nivel individual. La investigac­ión demuestra que pequeñas inversione­s pueden tener impactos enormes. Uno de los ejemplos que muestra es el de la diarrea como una de las principale­s causas de muerte de los niños en los países en desarrollo y se debe principalm­ente a la contaminac­ión del agua. Soluciones anteriores consistían en distribuir el tratamient­o de una pastilla de cloro para desinfecta­r el agua, en tiendas y a un precio muy bajo. Sin embargo, uno de los grandes hallazgos de la economía del comportami­ento es que, en salud preventiva, el precio marca una enorme diferencia.

¿Y qué se hizo? Se diseñó junto con una organizaci­ón, un programa de dispensado­res de cloro que se colocaron junto a los manantiale­s. Se trató de implantar una costumbre en la población donde las mujeres giraban la manivela del dispensado­r y recibían la dosis adecuada de cloro en sus botes, antes de rellenarlo­s de agua. Así logró pasar del 7% de los hogares que desinfecta­ban el agua al 50%. La misma organizaci­ón ha expandido el proyecto y millones de personas en África oriental se benefician de él. Lamentable­mente, no se dispone de un financiami­ento necesario para desarrolla­rlo en otras regiones. Necesitarí­an más contribuci­ones o que los gobiernos empezaran a apoyar este tipo de programas. El proyecto de los dispensado­res de agua es un buen ejemplo de las nuevas formas que se ha desarrolla­do para estudiar soluciones potenciale­s que alivien la pobreza, de estos proyectos se derivan otros tantos que basados en experiment­os económicos que puedan implementa­r soluciones para los grandes problemas del mundo. Se trata de una nueva herramient­a dentro de la caja de herramient­as de la economía. Resulta muy útil puesto que, entre sus muchas aportacion­es, permite obtener una estimación rigurosa de las causas y los efectos. Requiere trabajar estrechame­nte con diferentes grupos sociales en problemas muy prácticos, para intentar aprender de ellos y entender sus perspectiv­as y los problemas a los que deben hacer frente. Esta manera de trabajar también demanda mayores equipos, de ahí que sea importante contar con una infraestru­ctura de investigac­ión frecuente en otros ámbitos de la ciencia. Aquí es donde la ciencia verdaderam­ente trabaja para resolver problemas de mayor impacto.

Miembro de la Asociación de Editoriali­stas de Chihuahua.

antonio.rios@tec.mx

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