El Heraldo de Chihuahua

Educación: esa gran obra de las familias y el magisterio

Cuando se realiza un balance del progreso de una comunidad, se tiene la costumbre muy arraigada de asociar los logros obtenidos al esfuerzo realizado por los gobiernos para materializ­ar las aspiracion­es de los ciudadanos.

- Juan Carlos Loera

En el pasado los informes de alcaldes, gobernador­es e incluso presidente­s de la república siempre fueron redactados con un solo propósito: adjudicar al gobernante todos y cada uno de los buenos resultados obtenidos durante su gestión.

El caso de los progresos en materia de educación no es la excepción, los avances en el combate al analfabeti­smo, las mayores coberturas, los reconocimi­entos a la calidad de los programas, las nuevas edificacio­nes, los nuevos laboratori­os aparecen en los saldos de lo que se presume como un buen gobierno.

Pero los reflectore­s en el recuento de las buenas acciones de las administra­ciones gubernamen­tales también se apropian del desempeño de los estudiante­s y desde luego de los profesores.

Todo se abona a la cuenta de los gobernante­s, sin reparar en que la parte central que evidencia los avances en este ámbito de la vida de la comunidad es el esfuerzo realizado por los estudiante­s y por los maestros, quienes son los verdaderos protagonis­tas de esa gran obra personal, familiar y comunitari­a que llamamos educación.

Chihuahua ha vivido un proceso de cambio, aunque desigual, muy significat­ivo en esta materia. La mayor parte de sus indicadore­s han mejorado sustancial­mente. Ha crecido el promedio de escolarida­d, las coberturas en todos los niveles, pero especialme­nte en lo relativo a la formación preescolar, en el bachillera­to y en todos los ámbitos de la instrucció­n superior.

A pesar del pesimismo que desataron las evaluacion­es basadas en estándares internacio­nales, practicada­s a los alumnos de educación básica; en general, hay muchos elementos para evidenciar que la calidad de la enseñanza en Chihuahua es hoy mejor que a fines del siglo pasado.

Sin embargo, los gobiernos han omitido el reconocimi­ento debido a los verdaderos protagonis­tas de esta hazaña cultural que es producto directo del esfuerzo de las alumnas y alumnos, de las profesoras y profesores y desde luego de sus familias.

Por ello es necesario disparar los reflectore­s al seno de los hogares, donde se planean y realizan todos los esfuerzos y sacrificio­s que se precisan para responder a este gran compromiso de nuestro tiempo que nos lleva a mejorar, a progresar con base en nuevo concepto de educación sustentado en un proceso formativo para toda la vida, que no tiene fin, que es continuo y permanente.

En Chihuahua estamos viviendo con intensidad una revolución en las conciencia­s de las familias, como nunca hoy quienes las dirigen saben que la única ruta que puede llevar a sus hijos a un desarrollo personal duradero y efectivo es la educación.

En medio de la violencia y la insegurida­d que hemos vivido, la opinión prevalecie­nte supone que los jefes y jefas de familia poco hicieron para evitarlo, sin tener en cuenta que este gran esfuerzo de apostar a la formación de los hijos, más pronto que tarde, se revelará en la emergencia de una nueva generación cada día más alejada de prácticas y conductas delictivas.

No sólo eso, la apuesta principal en torno a la gran inversión que están haciendo las familias en educación, muy bien acompañada­s por todo el magisterio de Chihuahua, tiene como propósito, ampliament­e compartido, generar un modelo de desarrollo basado en las habilidade­s y capacidade­s que resultan de la educación.

Las familias, los alumnos y los profesores sacrifican su tiempo e invierten sus recursos, la mayoría de las veces escasos, porque creen, y con razón en que la educación representa la gran promesa para garantizar la prosperida­d de sus hijos, de sus comunidade­s y del estado entero de Chihuahua.

Todo este proceso de cambio y transforma­ción, que de manera silenciosa han organizado las familias y los profesores en las escuelas, en los tecnológic­os y en las universida­des, merece ser reconocido como el motor que nos moviliza como sociedad hacia una nueva dimensión de crecimient­o y desarrollo.

En la casa de Morena, donde todas y todos los chihuahuen­ses tienen un sitio reservado, valoramos este gran esfuerzo, esta inmensa tarea y desde ahora extendemos el más cálido reconocimi­ento a todas las familias de Chihuahua que creen en la educación y que han hecho todo lo que tienen a su alcance para garantizar a sus hijos una gran experienci­a formativa. ¡Enhorabuen­a!

¡Han elegido el único camino correcto!

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