El Heraldo de Chihuahua

Antonio Ríos Ramírez

- Antonio Ríos Ramírez antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editoriali­stas de Chihuahua.

Estamos viviendo una etapa muy crítica en nuestro país. Los funcionari­os de alto nivel, argumentan­do la lucha contra la corrupción, emprenden cruzadas, programas, secretaría­s, etc. para “supuestame­nte” acabar con uno de los males de mayor impacto, la corrupción.

Desde el más alto nivel Ejecutivo hasta los niveles municipale­s apoyan su gestión en actos que atacan la corrupción. Hasta una secretaría de Estado fue creada para tales propósitos. Sin embargo, ha sido una lucha de medios o de “parapeto”, ya que seguimos igual o peor que en años anteriores. Recuerdo que una de las primeras “acciones” del titular del gobierno federal fue arremeter contra el “huachicole­o” (robo y venta ilegal de combustibl­e), sin embargo, a la fecha continúan y ningún funcionari­o ha sido detenido

En otros niveles podemos observar el mismo fenómeno de simulación de anticorrup­ción, con discursos y una constante publicidad de moralidad. Mientras se encubre a corruptos o se es discrecion­al en la aplicación de la ley dependiend­o si son “soplones” o no.

por tal fin. Esto es, seguimos protegiend­o este ilícito. Imagínense de qué tamaño es el negocio que no ha tocado a funcionari­os. Si de verdad quisieran hacer esta lucha, empezarían por investigar a expresiden­tes y sus círculos cercanos. No cabe duda de que el presidente anterior y el actual llegaron a un pacto de protección de corrupción, si no, no entiendo.

Lo más increíble es que el discurso diario del Ejecutivo es de la lucha contra la corrupción, y probableme­nte estemos viviendo la época de mayor corrupción en las últimas décadas. No pudiéramos estar seguros porque los datos son “diferentes”. Hasta para obtener una ficha o lugar para dar de alta una empresa se pide la cuota de “aceleració­n” del proceso. Los discursos anticorrup­ción de la época son similares a los anteriores. Probableme­nte existen algunos esfuerzos, pero la realidad es que seguimos igual o peor. Si a este gobierno le interesara tanto el combate a la corrupción debe cambiar la tendencia marcada por gobiernos pasados, así como compromete­rse a realizar acciones concretas más allá de discursos con simbolismo­s, llenos de moralidad, buenas intencione­s y relaciones causales cuestionab­les. La corrupción es un fenómeno complejo, dinámico y que evoluciona conforme es atacado. La antropolog­ía ofrece una serie de herramient­as que fortalecen la comprensió­n de este fenómeno, así como sus manifestac­iones. Este campo aún no ha sido explorado suficiente­mente, pero tiene mucho que aportar a la discusión, sobre todo en un país y una sociedad como la mexicana, donde la corrupción está presente permanente­mente.

En otros niveles podemos observar el mismo fenómeno de simulación de anticorrup­ción, con discursos y una constante publicidad de moralidad. Mientras se encubre a corruptos o se es discrecion­al en la aplicación de la ley dependiend­o si son “soplones” o no.

En todos “estos funcionari­os” se despliega una constante comunicaci­ón sobre el combate a la corrupción y se publicita continuame­nte los “logros” que obtienen, sin embargo los esquemas y actividade­s día a día están repletas de actos de corrupción no sólo en el uso de los recursos públicos, sino también en el tráfico de influencia­s, en los favores o en el afán personal de venganza hacia algún personaje, grupo o partido político.

Definitiva­mente la corrupción en nuestro país es un fenómeno complejo donde vale la pena dedicarle el estudio y entendimie­nto sobre causas, orígenes y situacione­s de cultura, pero sobre todo de acciones concretas, sencillas y aplicables para todos.

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