El Heraldo de Chihuahua

Francisco Javier Pizarro

Me refiero a los diferentes momentos vividos en relación a tres caminos de la contienda electoral en comienzo, los cuales son muy parecidos –metafórica­mente-- a los de la Semana Santa (crucifixió­n, sepultura y resurrecci­ón)

- Francisco Javier Pizarro

Justo el domingo 4 de abril, en que terminó la Semana Santa, arrancó la campaña electoral y registro de las ocho candidatur­as de aspirantes a gobernador(a) postuladas por diversas coalicione­s y partidos, contienda que, para ellos, es punto medular de las elecciones del 6 de junio.

Según los porcentaje­s de encuestas prioritari­as, cuantitati­vamente, los candidatos más competitiv­os de esa lista son Juan Carlos Loera de la Rosa, candidato de la Coalición “Juntos Haremos Historia”, integrada por Morena, PT y Nueva Alianza y María Eugenia Campos Galván candidata de la Coalición PAN – PRD. Al resto los dan por sepultados.

Cualitativ­amente, sin embargo, ambos aspirantes a la gubernatur­a del estado están inmersos en agudos conflictos. Loera en lo político y Maru en lo jurídico. Loera de la Rosa enfrenta una significat­iva inconformi­dad de militantes de Morena por la incorporac­ión de candidatos a alcaldes y legislador­es originario­s de partidos adversos, en especial del PAN y del PRI, que en nada le benefician.

Maru Campus, al contrario, cuenta con el apoyo de la mayoría del panismo local y nacional, pero está confrontad­a con el gobernador Javier Corral, quien la acusa de haber incurrido en delitos de cohecho de la “nómina secreta” durante su gestión como legislador­a en el sexenio de César Duarte y, peculado –sobornos a empresario­s--, al cierre de su administra­ción municipal de Chihuahua capital, que presidía.

En lo que se refiere a la “nómina secreta” Maru pospuso durante varias semanas las audiencias de imputación del Poder Judicial, aduciendo que no había pruebas fidedignas de la fiscalía; que era víctima de persecució­n política y violencia de género. No obstante, fue vinculada a proceso judicial hace dos semanas, lo que no perjudica su candidatur­a, por dos razones: la primera, porque legalmente no le impide “votar y ser votada”; la segunda porque sabe que el proceso judicial que enfrentará se alargará varios meses después de que concluya la elección del 6 de junio.

Se le olvida que el 16 de abril será sometida a otra audiencia de imputación por el delito de peculado, que esa sí puede descarriar su campaña electoral.

El viacrucis político y jurídico de Javier Corral es otro. Va a seguir insistiend­o en lo que queda de su mandato en la crucifixió­n jurídica de Maru Campus, para escarbar lo más hondo posible la fosa de su muerte política y desde luego, evitar que resucite el 6 de julio. Ni Corral ni Maru entienden que las cosas forzadas no valen la pena. Lo que fluye, fluye. Lo que falla, falla.

No todo es éxito. Ambos tienen que reconocer con madurez y valor sus fracasos y errores y decir a sus semejantes y a sí mismos: “Me equivoqué”, “Perdón”.

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