Luis Alberto Fierro
Lo cuentan con voz emocionada nuestros antepasados cuando les tocó ser testigos del primer viaje humano al espacio.
El nombre de Yuri Gagarin empezó a circular en todo el mundo como el valiente cosmonauta que a pesar del riesgo de no volver a la Tierra encaró el reto e inició la carrera espacial. La primera mujer en salir al espacio sería Valentina Tereshkova, conocida cariñosamente en su país como Chaika. Estados Unidos de Norteamérica logró llegar a la luna con las consabidas palabras de Neil Armstrong: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”.
Conmemoramos 60 años de que Yuri Gagarin fuera el emblema del cambio de era. La carrera espacial nos ha dejado cosas sin las cuales no podríamos entender el mundo: los satélites, que sirven para monitorear con precisión los comportamientos del planeta y predecir la ruta de huracanes, por ejemplo, y ayudar a disminuir las catástrofes, mismos que guían el tráfico aéreo, nos ayudan a evaluar el daño ambiental y hasta guían al repartidor que lleva la pizza a nuestra casa. También se perfeccionó la escafandra, que ha sido fundamental para desarrollar proyectos.
Pero toca decir que el mundo estaba dividido en plena guerra fría y vio asombrado los desarrollos de la tecnología de la URSS y de los Estados Unidos de Norteamérica. El asombro también tuvo terribles momentos de miedo ante la posibilidad -en algunos momentos alta- de la guerra nuclear y múltiples países vivieron conflictos donde estas dos naciones lo alimentaban.
El desarrollo de la conquista del espacio nos ha mostrado las dos caras del conocimiento. Cuando se usa con responsabilidad y solidaridad humana detona desarrollos que sirven para que la humanidad avance y se desarrolle y la otra que no podemos soslayar, el hambre de poder y dinero puede llevar a los humanos a usar la ciencia para la guerra y la destrucción.
Pronto el siglo XX llegó al escenario límite, tenemos la posibilidad técnica de la autodestrucción. Desde 1947 se creó el Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de Científicos Atómicos) en la Universidad de Chicago, quienes crearon el “Reloj del Apocalipsis”. Es un indicador simbólico donde se analizan todos los riesgos para la destrucción de la especie humana. El objetivo no es sembrar terror o alarmar a las personas, por el contrario, es volver conscientes a los líderes del mundo de los riesgos ante los cuales estamos expuestos y de los cuales somos responsables. El calentamiento global, por ejemplo.
El siglo XXI será con desarrollo sustentable o no será. Las ciudadanas y ciudadanos somos los únicos que podemos lograr esto. Se necesitan dos cosas al mismo tiempo, la primera la acción sistémica que tiene que ver con el cambio de paradigmas y formas de desarrollo económico, social y educativo; en la universidad con el nuevo modelo ya estamos trabajando en eso. La segunda implica un acto reflexivo personal profundo e intransferible, para eliminar nuestras acciones que dañan al planeta, y luego de esto poner nuestro grano de arena en la gran agenda ambiental. Para lograr que las fotografías digitales de las décadas posteriores muestren un planeta más vivo y sano.